miércoles, 30 de noviembre de 2016

Décima sesión

Cinco fotos de la sesión para grabar mi canción "Oye, Oye", con mis queridos y admirados amigos, la cantante Liliana Buneder y el guitarrista Alejandro Martínez Gil, en el estudio de Iris Bringas y Jehóva Villa Monroy, el pasado martes 15. Las fotos son de Iris.





martes, 29 de noviembre de 2016

Fidel y la música cubana

Hubo una época de mi vida en la que fui un fanático empedernido de Fidel Castro. Hablo sobre todo de la década de los setenta y parte de la de los ochenta del siglo pasado. Era yo un joven izquierdista, socialista y antiimperialista que admiraba de la manera más dogmática a la revolución cubana y a su Gran Líder, el Comandante, a quien sus fans llamábamos cariñosamente Fidel.
  Aunque no hice a un lado al rock, sí abrí un gran espacio para escuchar música latinoamericana en general y música cubana en particular. Claro: música militante que apoyara al régimen de Castro y vilipendiara a quienes los izquierdosos denominábamos como “gusanos” (es decir, los opositores al gobierno de La Habana).
  Me volví seguidor, claro está, de la nueva trova cubana, en especial de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. Pero también de las canciones de Carlos Puebla y los poemas de Nicolás Guillén.
  Ahí estaban esas tonadas que nos sabíamos de memoria como “Playa Girón” y “Canción del elegido” de Silvio, “Canción por la unidad latinoamericana” de Pablo, “Comienza el día” de Noel o “Y en eso llegó Fidel” y “Hasta siempre, comandante” de Carlos Puebla (aunque esta última era para el Che Guevara).
  En México florecían las peñas folclóricas, en las que se cantaban esas canciones, y había festivales, en el entonces viejo, feo y frío Auditorio Nacional, donde se presentaban Óscar Chávez y Los Folcloristas o grupos y solistas sudamericanos como Quilapayún, Mercedes Sosa o Los Chalchaleros. Todos admirábamos a Fidel y le rendíamos pleitesía (yo mismo compuse una canción de título “Oda al pueblo cubano” que interpretaba con mi grupo de folk Octubre).
  Hoy son otros tiempos y la realidad nos develó desde hace mucho la naturaleza dictatorial de Fidel Castro. Algunos nos volvimos críticos de su régimen, aunque otros jamás dejaron de idolatrarlo, como ha quedado claro a raíz de su reciente desaparición física. Allá cada quién y su conciencia.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orifico" de la sección ¡hey! de Milenio)

lunes, 28 de noviembre de 2016

El segundo disco de Jimi Hendrix

Con un disco debut tan perfecto como Are You Experienced?, era de temer que The Jimi Hendrix Experience no lograra lo mismo con el siguiente y cayera en lo que muchos otros grupos: el síndrome del segundo álbum. No fue así, al contrario. Si bien no es posible afirmar que Axis: Bold as Love sea superior a su antecesor, en nada desmerece y de hecho constituye un paso adelante desde la óptica del desarrollo musical del guitarrista y sus habilidades como compositor e instrumentista.
  Grabado el mismo año de 1967, este opus No. 2 es otra obra maestra en la cual Hendrix profundiza más en sus antecedentes como músico de soul y hace menor incapié en la psicodelia (de hecho, puede decirse que sólo la visita en las magníficas “Castles Made of Sand”, “You Got Me Floatin’”, “If 6 Was 9” y “She's So Fine”, esta última compuesta y cantada por el bajista Noel Redding).  
  Axis… es una obra tal vez más compacta, más un concepto en sí que una mera colección de canciones, por extraordinarias que éstas sean. Aquí, el estudio de grabación con todos sus recursos técnicos jugó un papel muy importante, como si se tratara de otra instrumento más al cual Hendrix supo sacar un gran provecho. El álbum abre con una especie de broma, una entrevista que un supuesto locutor radial (Mitch Mitchell) le hace a un extraterrestre (Jimi Hendrix). La música inicia en el segundo corte con esa maravilla que es “Up from the Skies”, con su compás jazzeado y la guitarra instalada en un wah wah más que seductor. La sigue el devastador estruendo inicial de “Spanish Castle Magic”, una de las grandes composiciones hendrixianas, con su riff y su solo como precursores del heavy metal. “Wait Until Tomorrow” es una espléndida pieza de bases souleras, hoy poco recordada mas no por ello menos buena. Algo similar puede decirse de “Ain’t No Telling”, otra joyita escondida por su aparente bajo perfil, pero en realidad un tema que prefigura brillantemente el funk de los setenta. Es el turno entonces para una de las más hermosas y sensibles melodías del de Seattle. “Little Wing” es una belleza absoluta, una delicada tonada de muy breve duración que en su momento pasó prácticamente inadvertida y sólo fue valorada cuando Eric Clapton la retomó en su álbum Layla and Other Assorted Love Songs con Derek & the Dominos. El lado A del vinil original de Axis… culmina con “If 6 Was 5”, una composición armónicamente compleja y llena de cambios y matices, con un arreglo que va de lo austero a lo fastuoso a lo largo de todo un tour de force de absoluta psicodelia.
  “You Got Me Floating” recuerda a The Who en su parte instrumental, aunque su orientación es más bien funky, en tanto que “Castles Made of Sand” es otro de los puntos altos del álbum, un soul lento con nuevos ecos de Curtis Mayfield. “She’s So Fine”, la única pieza que no escribió Hendrix, es sin duda la más apegada al rock psicodélico inglés de mediados de los sesenta, un tema también muy Who. En cambio, “One Rainy Wish” es claramente hendrixiana, otra canción tranquila y sublime que da paso a la agresiva y seca “Little Miss Lover”, de obvia dedicatoria a las groupies que pululaban alrededor de Jimi. El disco culmina con otra de las mejores y menos apreciadas composiciones de Jimi Hendrix: “Bold as Love”. Intensa, profunda y conmovedora, con un juego guitarrístico en constante crescendo, representa un digno final para este trabajo discográfico cuya magnitud ha crecido con el paso del tiempo.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca No. 19, dedicado a Jimi Hendrix y publicado en abril de 2005)

domingo, 27 de noviembre de 2016

De Londres a Duluth

Las ciudades del rock –o de la música– es el tema que trata este número de la revista Marvin. Del rock hay muchas. Tan sólo en los Estados Unidos: Memphis, Chicago, Nashville, Austin, Los Ángeles, San Francisco, Detroit, Filadelfia, Nueva York, Seattle, Portland. En Inglaterra están Liverpool, Londres, Manchester, Bristol. En Escocia, Glasgow y en Irlanda, Dublin. Ciudades roqueras mexicanas podemos mencionar a Tijuana, Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México, principalmente (aunque en Aguascalientes se hace buen blues). En España, Madrid. En Argentina, Buenos Aires. En Chile, Santiago.
  En Brasil hay varias ciudades muy musicales, aunque no sean roqueras, y en Jamaica está Kingston, la capital del reggae. Para no hablar de las ciudades caribeñas en donde surgieron los ritmos afroantillanos.
  Por supuesto, si nos vamos a otros ámbitos más altos de la música, hay que señalar la Salzburgo de Mozart, la Leipzig de Bach, la Bonn de Beethoven, el París de Debussy. En fin.
  Escribo esta columna un día después del gran concierto de The Who en el Palacio de los Deportes del antiguo Distrito Federal y el día en que, por la mañana, se anunció que Bob Dylan había sido premiado con el Nobel de Literatura. Ni más ni menos.
  The Who y Bob Dylan. Londres y Duluth. Londres, la gran capital británica, como lugar de origen de Pete Townshend, Roger Daltrey, John Entwistle y Keith Moon. Duluth, Minnesota, la pequeña ciudad del norte estadounidense donde nació, en 1941, quien recibió el nombre original de Robert Allen Zimmerman y que se haría famoso al revolucionar la manera de escribir letras para canciones, primero en el ámbito del folk y más tarde en el del rock.
  ¿Qué tanto marcaron sus ciudades a los Who y a Dylan? ¿Qué tanto puede una ciudad influir a sus músicos?
  En el primer caso, Townshend y compañía crecieron en un ámbito urbano altamente musical y formaron parte de una escena extraordinaria, a la que también pertenecieron los Rolling Stones, los Kinks, los Animals, los Yardbirds, Cream y hasta los Beatles, cuando se mudaron de su natal Liverpool a Londres. Jimi Hendrix, aun siendo norteamericano (de Seattle), se volvió estrella en el Swinging London.
  Muy distinto fue el caso de Bob Dylan. Duluth no era precisamente la ciudad más propicia para desarrollarse como músico o como poeta. Gris, desolada, fría, con escasos habitantes y ninguna escena artística notable, para lo que sirvió fue para que el gran compositor huyera a la primera oportunidad y emigrara a la mucho más acogedora y estimulante Nueva York de principios de los años sesenta, específicamente en la zona de Greenwich Village.
  Ciudades. Música. Música. Ciudades. ¿De veras la relación entre una y otra resulta tan trascendente? La Ruta 61 que va del sur profundo estadounidense, es decir el delta del río Mississippi, hasta el norte de los Estados Unidos, pasa por dos ciudades clave para el desarrollo histórico del blues, las ya mencionadas Memphis y Chicago. Ambas más que trascendentes para el género, como lo fue San Francisco para el desarrollo de la llamada música de la Costa Oeste de los sesenta, al tiempo que Detroit y la propia Memphis fueron esenciales para el soul. Nashville es la gran capital de la música country, Seattle del grunge y Austin de buena parte del llamado movimiento indie de nuestro continente, mientras que el indie europeo parecería tener como su mayor sede a Glasgow, Escocia.
  Mención especial merece Berlín, como la más significativa meca de la electrónica en todas sus variantes.
  ¿Ciudad es destino? Al parecer, para la gran mayoría de los músicos sí.

(Publicado en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin 146, noviembre de 2016)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Luis, el campeador

Finalmente lo consiguió y es una lástima que haya sido después de su muerte y que no haya podido verlo. Como el Cid Campeador, Luis González de Alba logró que tras su larga y persistente lucha, la Medalla Belisario Domínguez fuese otorgada por el Senado de la República a Gonzalo Rivas Cámara.
  Poco importó la canallesca campaña en contra de esta candidatura por parte de ayotzis y jornaderos, quienes se inventaron delirantes razones (por llamarlas de alguna manera) para evitar que el llamado Héroe de Chilpancingo recibiese la presea que tanto merecía, luego de ese acto de enorme valentía en el que, el primer día de 2012, ofrendó su vida para evitar la muerte de cientos de personas.
  Esta vez la opinión a favor resultó casi unánime y este jueves, la madre de Rivas Cámara recibió la medalla de manos del presidente de la República. Una buena noticia en medio de tantas malas nuevas que nos rodean. Una luz dentro de la densa oscuridad en la que se encuentra sumido el país entre gobernadores prófugos y ladrones, la violencia que no cesa y la amenaza que representa la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.
  En donde quiera que esté (Luis diría que en ninguna parte, dado que era ateo), González de Alba puede descansar en paz. La frase que desde hace años aparecía al final de sus colaboraciones en Milenio rindió los frutos que él deseaba y que quizá no esperaba (alguna vez llegó a escribir: “¿Te habrán arrebatado la Medalla Belisario Domínguez, Gonzalo Rivas Cámara, que salvaste cientos de vidas a costa de la tuya?”).
  Por fortuna, las malas conciencias no lograron arrebatársela.

                                                                           * * * * *

En sus "Lineamientos básicos del Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024", López Obrador dice que el Estado está secuestrado por una minoría. El problema es que si él llegara a la presidencia de la República, muy posiblemente el Estado estaría secuestrado por una sola persona.

viernes, 25 de noviembre de 2016

G. Love and Special Sauce / Yeah It’s That Easy (2000)

Blues, hip hop, funk, pop y rock se entremezclan en este, el tercer trabajo discográfico de quien muchos comparan injustamente con Beck. Yeah It’s That Easy es un álbum tal vez un tanto irregular, pero en conjunto resulta muy divertido y altamente contagioso. Irónico humor que alcanza al escucha para hacerlo moverse y sonreír.

Mejor tema: “Steppin’ Stone”


jueves, 24 de noviembre de 2016

Lennon, un tributo

El pasado martes se cumplieron, como ya es sabido, doce años la muerte de John Lennon. ¿Qué se puede decir al respecto que no se haya dicho antes? Fácil sería caer en reiteraciones, frases hechas o lugares comunes, pero la verdad me da flojera y nadie, ni los lectores ni quien esto escribe, ganaría cosa alguna.
  Con toda la tristeza que aún envuelve los recuerdos relacionados con el genio creador de "In My Life", "l'm So Tired", "I Am the Walrus", "God" y tantas otras joyas, intentemos ser optimistas (aunque parezca pinche mensaje yupi) y disfrutemos la música de Lennon en todo lo que vale. Al respecto, tengo a bien recomendar a ustedes un estupendo video en el que se registra una colección de interpretaciones, algunas sensacionales y otras no tanto, de piezas de John. Lennon, a Tribute es el título de esta obra publicada por Sony Music Video Enterprises, con número de catálogo 19V-49112. En formato VHS, el video se consigue en México y su precio es bastante accesible. Si los lectores son admiradores del enorme compositor británico, no deben perderse estos noventa minutos de versiones de todos colores y sabores de las más conocidas canciones lennonianas.
  La mayor parte del material fue grabado en 1990, durante un magno concierto celebrado en el Central Park de Nueva York, justo frente al edificio Dakota, donde el ex beatle vivía y ante el cual fue traicioneramente asesinado por el loco Mark Chapman. En esta parte del video hay interpretaciones tan buenas como la de Joe Cocker a "Isolation", Lenny Kravitz a "Cold Turkey", Wet Wet Wet a "l Feel Fine", Natalie Cole (en verdad) a "Ticket to Ride" y una sorprendente y magnífica Cindy Lauper que recrea la durísima "Working Class Heroe" y lo hace tan bien como hiciera David Bowie en al primer disco de Tin Machine.
  Otras actuaciones del mismo concierto y que son muy buenas: Lou Gramm ("Eight Days a Week"), Terence Trent D'Arby ("You've Got to Hide Your Love Away"), Randy Travis ("Nowhere Man"), el gran Dave Edmunds ("Ballad of John and Yoko"), Hall and Oates ("Don't Let Me Down), Al Green ("Power to the People), Ringo Starr ("I Call Your Name"), acompañado nada menos que por Tom Petty, Jeff Lyne, Jim Keltner y Joe Walsh. Tal vez el único pero de todo el video sea una horrenda versión disco-rapera de "Help", debida a la fresísima (aunque buenísima, eso sí) Kylie Minogue, que vaya usted a saber cómo se coló ahí.
  La obra se complementa con videoclips de Billy Joel ("Back in the USSR"), David Bowie ("Fame", canción que compuso junto con Lennon) y Michael Jackson ("Come Together", en una más que buena interpretación). Asimismo hay fragmentos de otros conciertos, como uno de Elton John ("Imagine"), otro de Paul McCartney ("PS I Love You" y "Love Me Do") y uno más de U2 ("Help"). También aparece Ray Charles cantando "Let It Be" que oficialmente es de Lennon y McCartney, pero hasta donde sé fue compuesta por Paul. La parte más emotiva del video es sin duda aquella en la que el propio John aparece para cantar "Give Peace a Chance" e "Imagine", pero de igual manera lo son una brevísima "Help" con Roy Orbison, una bonita versión de la preciosa "Dear Prudence" por Sean, el hijo más pequeño de Lennon. En fin, que ver este video es una forma más que recomendable de rememorar al creador de esa frase lapidaria como pocas y que en estos días de incertidumbre cobra estremecedora crudeza: "El sueño ha terminado”.

(Texto publicado en mi columna "Bajo presupuesto" de la sección cultural de El Financiero, el jueves 10 de diciembre de 1992)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

De Gloria Ríos a Ruido Rosa: El rock femenino en México

Aunque cuando se habla de la historia del rock que se hace en México siempre salen a relucir los nombres de bandas y solistas masculinos, la participación de las mujeres mexicanas en el género no sólo es significativa e importante, sino que ha dejado una huella en ocasiones más trascendente y original que la de los varones.
  El rock, en su fase rocanrolera, se inició en los Estados Unidos a mediados de los años cincuenta y casi de inmediato se vio reflejado en nuestro país, donde no tardaron en surgir las primeras manifestaciones de rocanrol autóctono.
  A nivel femenino, la pionera fue la exuberante vedette chicana Gloria Ríos, nacida en San Antonio, Texas, en 1928, quien en ese mismo 1955 cambió el estilo de las antiguas rumberas (María Antonieta Pons, Rosa Carmina, Ninón Sevilla, Meche Barba et al) y las nuevas mamberas (Tongolele, las Dolly Sisters) por uno más ad hoc para la época (célebre fue su espectáculo “Del Charleston al rock and roll” que presentaba en el teatro Lírico). Sin embargo, no se trataba propiamente de una rocanrolera, sino de una más de las muchas figuras del “firmamento artístico” que con descarado oportunismo adoptaron al rock como si se tratara de un mero ritmo y de una moda que terminaría por pasar.
  Algo similar puede decirse de las baladistas que a principios de los sesenta comenzaron a interpretar cancioncitas bobaliconas y edulcoradas. María Eugenia Rubio, Mayté Gaos, Leda Moreno, Queta Garay o las inefables Hermanitas Jiménez eran las pares híper cursis de tipos como Óscar Madrigal, Alberto Vázquez, Johnny Laboriel, César Costa o Enrique Guzmán (los tres últimos, transfugas de los grupos pioneros del rocanrol) y su relativa contribución al rock nacional fue tan falta de calidad como llena de sentimentalismo y humorismo involuntario.
  Los años de la llamada Onda de Avándaro (digamos entre 1968 y 1971) no vieron asomar en el rock a mujer más notoria que la famosa “encuerada” del festival de rock y ruedas celebrado en Valle de Bravo, si bien por ahí andaban muy dignas cantantes blueseras como Mayita Campos y Baby Bátiz. Vino entonces la época de oscurantismo en la cual –por obra del gobierno y de eso que llamamos El Sistema– se sumió el rock nacional, confinado a una periferia casi clandestina y a la marginalidad de los hoyos fonquis (Parménides García Saldaña dixit). ¿Mujeres roqueras destacadas en esa era aciaga que fue la de la década de los setenta y parte de los ochenta? Sólo unas cuantas y más bien dentro de ese curioso subgénero conocido como movimiento rupestre, mezcla de folk gringo con canción sudamericana y una pequeña pizca de blues. Ahí estaban Nina Galindo, Emilia Almazán, Tere Estrada (autora del muy recomendable libro Sirenas al ataque), Maru Enríquez y una muy joven Cecilia Toussaint con su banda Arpía. 
  Pero a fines de los ochenta llegó la invasión del pop español y argentino, bautizada como Rock en tu idioma, y con ella la pasteurización del género que a duras penas sobrevivía en nuestro país. Fue el fin del rock con raíces negras y el inicio del rockcito con acento ibérico y rioplatense. Apoyado por las disqueras y los medios electrónicos, este rockcito vio surgir a muchas bandas masculinas, en algunas de las cuales (básicamente La Lupita, Kenny y los Eléctricos y Santa Sabina) participaban mujeres (sin duda, Rita Guerrero la de mayor profundidad artística).
  Los noventa fueron los años de la extirpación total del blues y de cualquier rasgo de música negra estadounidense para entregar un rock pop que en términos generales sonaba igual al que se producía en la península ibérica y el cono sur sudamericano. No se trataba de alguna reivindicación “latina”, sino de un abierto negocio. Daba lo mismo escuchar a Fobia que a Timbiriche, a Paulina Rubio que a Julieta Venegas.
  De entonces para acá y más aún ya en el primer decenio del siglo veintiuno, el rockcito nacional es un híbrido que acepta cualquier cosa. Se dirá que así ha sido el rock desde siempre: un receptor de influencias. El problema es que hay de influencias a influencias. Por eso hoy nos conformamos y ensalzamos a intérpretes femeninas tan ñoñas como Ximena Sariñana o Natalia Lafourcade.
  ¿Mujeres actuales que hacen buen rock en México? Le Butcherettes, las Ultrasónicas y algunas otras bandas, entre las que destaca un cuarteto de féminas con un sonido sorprendente por su fuerza hormonal y su calidad musical: Ruido Rosa. En estas cuatro hermosas y vitales jóvenes deposito la esperanza de que en México el rock (masculino o femenino) recupere su fuerza primigenia.

(Publicado originalmente en la revista Nexos No. 407, noviembre de 2011)

martes, 22 de noviembre de 2016

Rival Sons, más que teloneros

Confieso que no los conocía. Jamás había escuchado hablar de ellos. Miento, mi amiga, la fotógrafa Val Zepp, me los había recomendado hace un par de años, pero no hice mucho caso y no los  busqué para oír su música. Terminé por olvidarlos. De pronto, se anunció que Rival Sons sería el grupo abridor en el concierto de Black Sabbath que se llevó a cabo en el Foro Sol el pasado día 16 de noviembre.
  Mi amiga Val los mencionó en su página de Facebook y los recomendó como (cito de memoria) “el grupo que siempre busqué que pudiera continuar con mi pasión por Led Zeppelin”. Fue entonces que al fin me puse a buscarlos en internet y le di las gracias a Valeria por el tip. “Ya te los había recomendado hace mucho y ni caso me hiciste”, me reclamó con gran razón.
  No pude verlos en su presentación telonera del jueves, pero sí me puse a escuchar sus cinco discos (Before the Fire, 2009; Pressure & Time, 2011; Head Down, 2012; Great Eastern Valkyrie, 2014; Hollow Bones, 2016) y me llevé una gratísima sorpresa.
  All Music los define como una agrupación de Los Ángeles que resucita el rock clásico y que evoca el sonido rockblusero de, sí, Led Zeppelin y The Black Crowes. No le falta razón al sitio especializado en música y si bien concuerdo con éste, creo que Rival Sons posee una personalidad propia y que sus cuatro integrantes consiguen una propuesta a la vez poderosa y refrescante, con momentos muy interesantes y estremecedores.
  Su más reciente álbum, Hollow Bones, es quizá la mejor y más depurada muestra de la calidad musical de este cuarteto fundado en 2008 y conformado por el cantante Jay Buchanan, el guitarrista Scott Holiday, el bajista Dave Beste y el baterista Mike Miley. Se trata de una colección de apenas nueve canciones, ocho propias y un sensacional cover de “Black Coffee” de Humble Pie, grupo con el cual también tienen muchos puntos de contacto.
  Una estupenda y muy recomendable sorpresa la de estos Hijos Rivales, a los que bien vale la pena prestar oídos y atención.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 21 de noviembre de 2016

Café Society

Había leído un par de críticas que la describían como una película cuando menos fallida. Sin embargo, quise ir a verla al cine porque es Woody Allen y no le podía fallar a uno de mis dos directores favoritos de todos los tiempos (ya se sabe, el otro es François Truffaut). Así que me lancé al Cinemex más cercano, en compañía de la mejor compañía, para ver Café Society, la cinta No. 46 en la filmografía del realizador neoyorquino.
  ¿Fallida? En absoluto. Me pareció una belleza y la mejor obra de Allen desde Midnight in Paris (2011) y que me perdonen los seguidores de Blue Jasmine (2013).
  Cafe Society (2016) es un viaje al pasado, a los años 30 del siglo XX, concretamente al Hollywood y al Nueva York de esa década. La trama es impecable e ingeniosa (la historia de un triángulo amoroso, narrada en un tono amable aunque agridulce); la dirección, sublime; la fotografía del gran Vittorio Storaro, asombrosa (él y Allen por primera vez trabajaron con formato digital); las actuaciones, magníficas (todos brillan: Steve Carell, Jeannie Berlin, Jesse Eisenberg, Blake Lively, Parker Posey..., pero la más destacada, para mí, es Kristen Stewart como la maravillosa Vonnie); la música, como siempre, exultante.
  Lleno de referencias y de frases memorables (digo, es Woody Allen), Cafe Society es un gran filme, del cual no revelaré mayores detalles para que lo disfruten en cuanto puedan verlo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Sobre el fino arte de amarrarse las agujetas

Hubo un hecho que me marco de por vida. Más bien una falta de hecho, una ausencia del mismo: nunca alguien me enseñó a atarme las agujetas de los zapatos.
  Parece cosa nimia, mas no lo es.
  Por alguna extraña razón, a mi papá y a mi mamá nunca se les ocurrió adiestrarme en tan trascendente actividad.
  De muy chico, ellos se encargaban de amarrarlas o de plano me compraban zapatos tipo mocasín.
  El hecho es que de algún modo tuve que ingeniármelas y entonces desarrollé una manera de atar las agujetas que nadie en el planeta posee.
  No me pidan que les explique cómo es. La cosa es que desde que empecé a amarrármelas, todo mundo que me veía se quedaba atónito y me hacía la misma pregunta: ¿por qué te amarras las agujetas así?
  Algunos incluso me pedían que lo hiciera varias veces y les causaba risa.
  Y así siguió mi vida y ahora, a mis 61 años de edad, sigo atándome las agujetas como Dios o la vida o el destino me dieron a entender. Y es mi manera normal de hacerlo.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Cuauhtemoctitlán

Gracias al gran Gil Gamés, me entero de que el diputado de Morena José Alfonso Suárez del Real (tiene nombre de virrey o, de perdis, de visitador novohispano) ha lanzado una propuesta histórica, trascendente y crucial, aunque un tanto retro: que dado que la Ciudad de México ya es una entidad federativa (o sea, un estado que extrañamente se llama Ciudad), su capital sea la actual delegación Cuauhtémoc y que a ésta se la cambie el nombre y se le rebautice como (y aquí viene la delirante proposición) Cuauhtemoctitlán.
  Parece una gran broma y no lo es (¿o sí?). Don José Alfonso, quizás aburrido de pasar adormecido las horas en su curul de la Asamblea Legislativa y haciendo honor al dicho de que el ocio es la madre de todos los desatinos, tuvo la aparatosa ocurrencia de retrotraernos al siglo XVI y rescatar nuestras lacustres raíces nahuatlacas, para crear un arqueoneologismo –o sea, una palabra nueva que remite al pasado, si se me permite neologizar (o como se diga)– tan convincente como las buenas intenciones de Donald Trump para México.
  ¿Cuauhtemoctitlán? ¿En serio? ¿Y cuál sería el gentilicio de sus habitantes? ¿Cuahtemoctitlanenses? No estoy en contra de que la gente fume o se meta las sustancias que se le vengan en gana, pero esto sí ya me parece un alucine demasiado pacheco y morenaico. ¿Qué sigue? ¿Nombrar gran tlatoani a López Obrador si gana (¡gulp!) las próximas elecciones? ¿Instituir los sacrificios humanos para sacarles el corazón, cuchillo de obsidiana mediante, a los integrantes de la mafia en el poder y arrojarlos por las escalinatas del Metro?
  Y ya que mencionamos a Andrés Manuel (quien prometió que si no gana las presidenciales de 2018 se retirará y no volverá a contender ni para la alcaldía de Macuspana), ¿qué tanto lo habrá favorecido el triunfo de su colega Trump, tan populista y retardatario como él? Es tema para analizar y reflexionar en una próxima entrega.
  ¿Cuauhtemoctitlán? Really?

(Publicado el día de hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 18 de noviembre de 2016

Joni Mitchell / Don Juan’s Reckless Daughter (1977)

He aquí el disco de Joni Mitchell que menos gusta a los fanáticos de Joni Mitchell. Austero y provocativo, en momentos casi minimalista, con un Jaco Pastorius desatado en el bajo, las canciones donjuanescas son muy experimentales y eso es lo que vuelve a este álbum inconvencional y fascinante.

Mejor tema: “Off Night Backstreet”


jueves, 17 de noviembre de 2016

Grabación con Faralae

El martes a mediodía tuve grabación, en el estudio de Iris Bringas y Jehová Villa Monroy, con Alejandro Martínez Gil y Liliana Buneder, del grupo de jazz Faralae. Fue una grandísima sesión. Los dos son talentosísimos, el primero con la guitarra y la segunda con la voz. Virtuosos ambos. Grabamos "Oye, oye" y quedó increíble. El arreglo de guitarra de Alejandro es impresionante y Liliana hizo malabares con la voz. Quedó sensacional.
  Ya habíamos terminado cuando quise mostrarles la canción "Qué absurdo" y el bajo que había grabado Israel Pompa-Alcalá. Le dije a Alex que ojalá pudieramos añadirle su guitarra y para mi sorpresa, me dijo que de una vez. En menos de una hora hizo maravillas y dejó el tema genialmente bien arreglado. Fue una sesión más que productiva.
  Regresamos en taxi y a las cuatro ya estaba yo en casa.
  Gran día.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Leonard Cohen y la muerte

Hace tan sólo tres martes, reseñaba aquí mismo el último disco de Leonard Cohen (You Want It Darker), aparecido a finales del mes pasado, y comentaba la declaración del canadiense a The New Yorker acerca de que se encontraba preparado para morir. Apenas unas semanas después, Cohen ha muerto.
  La noticia es muy triste, como lo es la de cualquier deceso, pero creo que deberíamos ver el lado luminoso de los hechos. Al contrario de otros músicos célebres que vieron truncadas sus carreras –algunos tan jóvenes como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y el famoso Club de los 27 años o cuando apenas entraban a la madurez, como el propio John Lennon, asesinado a los 40 años de edad–, Cohen pudo alcanzar los 82 septiembres y culminar una obra plena de más de casi cuatro décadas (su primer disco, Songs of Leonard Cohen, data de 1967), algo envidiable para cualquier artista verdadero.
  ¿Que si realmente estaba preparado para morir? De algún modo lo estaba o cuando menos tenía plena conciencia de la cercanía de la muerte. La prueba está en sus tres últimos discos (al You Want It Darker de este año, añadamos el Old Ideas de 2012 y el Popular Problems de 2014), en los cuales varias de las letras tratan sobre la vejez, la enfermedad, la decadencia humana y, sí, la muerte. En ellos están canciones espléndidas y profundas como “Show Me the Place”, “Darkness”, “Leaving the Table”, “Steer Your Way” o “Traveling Light”.
  Leonard Cohen falleció enfermo y físicamente debilitado, mas al igual que David Bowie, otro de los grandes músicos que se fueron este año, demostró que al menos artística y musicalmente estaba preparado para morir. Su generoso testamento –como el de Bowie, con su disco Blackstar– es para todos los que lo sobrevivimos.

PD: Justo al terminar de escribir esta columna, me entero con pesar de la muerte del gran Leon Russell. Hablaré de él en la siguiente entrega.

(Publicado el día de ayer en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

martes, 15 de noviembre de 2016

Alain y sus 34

Treinta y cuatro años cumple hoy mi amado hijo mayor, Mario Alain, y eso me hace muy feliz, porque es un gran ser humano, un hijo espléndido, un músico talentoso (en su especialidad: la música electrónica), un muy buen hermano de mi otro hijo (Jan), un amoroso novio de su hermosa pareja (Hallet) y un hombre hecho y derecho. No diré más, sólo que no dejo de celebrar el honor y la felicidad de ser padre (de hecho, hoy cumplo 34 años de serlo). Maravilloso.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Who Are You

Who Are You (1978) fue el último disco de The Who con Keith Moon. Aunque para muchos pueda resultar un trabajo grandilocuente, sobre todo por el uso en momentos engolosinado de los sintetizadores por parte de Pete Townshend, se trata de un buen álbum, con excelentes composiciones, aunque también haya otras un tanto fallidas (“Sister Disco” y “Guitar and Pen”, sobre todo).
  Los cuatro integrantes del grupo se escuchan en gran forma, incluido Moon, a pesar de que en esos momentos pasaba por grandes depresiones que desembocarían en su muerte, apenas semanas después de aparecida esta obra. Lo mejor de Who Are You está en piezas como “New Song”, “Music Must Change”, “Love Is Coming Down”, “905”, “Trick of the Light” (estas dos de John Entwistle) y, de manera muy especial, la que da título al disco y de cuya grabación hay emotivas imágenes filmadas que podemos apreciar en la cinta The Kids Are Alright como una especie de homenaje póstumo al buen Keith The Loon Moon.

(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 18, dedicado a The Who y publicado en marzo de 2004).

domingo, 13 de noviembre de 2016

La fiesta de mis hijos a la que no pude llegar

Toda una aventura la de ayer en el centro histórico. Mi hijo Alain está cumpliendo 15 años como DF y 34 de vida (los cumple el día 15) y para ello organizó una fiesta de música electrónica en Terraza Catedral, un lugar que está en la parte alta del Hostel Mundo Joven, en la calle de Guatemala del Centro Histórico de la Ciudad de México.
  Me lancé con P a las ocho de la noche, con la idea de llegar a buena hora a la celebración, donde también tocaría mi hijo Jan. Todo saldría mal. Taxi al Metro Nativitas, metro hasta la estación Allende (todo tranquilo hasta ahí, aunque P se puso a cantar en el vagón e hizo que me pusiera rojísimo, lo cual le pareció la mar de divertido). El problema fue ya una vez en la superficie. Resulta que en el Zócalo había un concierto de Alejandro Fernández y todas las entradas estaban copadas por la policía para no permitir el paso. Lo intentamos por varios retener y el resultado fue siempre el mismo: "no se puede pasar". P incluso discutió con un "oficial" que se puso bravito y ella terminí sacándole la lengua. Luego de muchos intentos que nos llevaron como una hora de caminar de aquí para allá inútilmente (y ella iba con zapatos de tacón y guapísima) y de estar en contacto con Alain por el celular, terminamos por desistir y nos metimos a cenar al Café de Tacuba, lugar especial porque aparece en una escena de mi más reciente novela y uno de los personajes se llama precisamente P.
  Todo parecía mejorar, cuando ella se dio cuenta de que no traía su teléfono. Terrible cosa. Especulamos y lo más probable es que se le haya caído en el taxi que nos llevó al metro. Pero lo tomó con filosofía y pudimos disfrutar de la cena. Regresamos en metro y al salir a la superficie, en Insurgentes Sur y Felix Cuevas, caía un aguacero. Mojados, tomamos en metrobús un par de estaciones y llegamos a casa de no muy buen humor.
  En fin, una noche no del todo buena (la foto es del evento al que no pudimos llegar).
 

sábado, 12 de noviembre de 2016

Trump y el fin de la corrección política

Hillary Clinton pertenece a la generación de dirigentes estadounidenses que impuso el reinado de lo políticamente correcto. Durante la presidencia de su marido, Bill Clinton, este tipo de corrección llena de ambigüedades, falsa diplomacia, hipocresía y un cuidado extremo de la terminología, tan lleno de mojigatos, absurdos y pasteurizados eufemismos, empezó a difundirse por el mundo, en especial entre la gente de talante pretendidamente liberal.
  Fue durante los ocho años presidenciales de Clinton que se empezó a llamar de maneras más “correctas” a las minorías y a los enfermos, que se condenó y aisló a los fumadores y también que, debido a las malas artes de Tipper Gore, la esposa del vicepresidente Al Gore, se buscó censurar las letras de los músicos de rock y de rap, con aquella leyenda inquisitorial que rezaba “Parental Advisory”.
  El Partido Demócrata, pues, se volvió el epítome de la corrección política y esto prosiguió con los años, incluidos los de la estancia de Barack Obama en la Casa Blanca.
  Hillary Clinton es una fiel representante de la corrección política que acaba de derrumbarse con su derrota en las recientes elecciones estadounidenses, en las que un tipo impresentable y políticamente incorrectísimo como Donald Trump consiguió derrotarla y, con ella, a toda una generación de altivos demócratas liberales.
  Esto no quiere decir que me alegre por el triunfo de alguien tan burdo y esquemático, tan prejuicioso y palurdo como quien ocupará Washington a partir de enero próximo. Pero quizás ese golpazo que le dio a los demócratas la mitad más blanca, vieja, rencorosa y rudimentaria del vecino país del norte les sirva de escarmiento y puedan repensar sus estrategias, a fin de que intenten recuperar el poder dentro de cuatro años.

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También los políticamente correctos mexicanos podrían recibir un fuerte impacto, con el otorgamiento de la Medalla Belisario Domínguez a Gonzalo Rivas. Ojalá que así sea.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 11 de noviembre de 2016

Stephen Malkmus / Stephen Malkmus (2001)

Muy lejos del caótico y estridente estilo de su grupo, el legendario Pavement, Malkmus hizo un álbum delicioso que es algo así como Donovan Leitch y Lou Reed encuentran a Beck Hansen. En las canciones que recorren el disco se nota el gusto del solista por componer, cantar y tocar; por ello es un trabajo tan fresco y disfrutable.

Mejor tema: “Jenny and the Ess-Dog”


miércoles, 9 de noviembre de 2016

With the Beatles

With the Beatles (1963), el segundo long play del cuarteto en escasos ocho meses, surgió en circunstancias muy especiales y muy favorecedoras. La fiebre por los Beatles, la famosa beatlemanía, estaba ya en pleno en el Reino Unido y prácticamente en toda Europa Occidental y el éxito de sus sencillos era arrasador. Sin embargo, lejos de aprovecharse de ello e incluir en el álbum temas que habían vendido cientos de miles de copias (como “From Me to You” o “She Loves You”), esta vez el grupo prefirió grabar una catorcena de canciones inéditas, repitiendo la fórmula de incluir ocho melodías propias y seis ajenas. No fue ya un disco grabado en una sola sesión agotadora, sino que hubo un poco más de tiempo para pensarlo y producirlo, lo cual se tradujo en una mayor calidad y en un sentido más compacto de su contenido. La evolución se empezaba a notar también en la forma menos simple de componer las piezas, en las instrumentaciones, en la construcción de las melodías, en las armonías vocales. Fue un paso adelante con respecto a su brillante aunque demasiado sencillo álbum debut, algo que se nota incluso en la elaboración de la portada, quizá la más imitada y parodiada después de la del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band que grabarían cuatro años después.
  Hay en With the Beatles composiciones espléndidas que no tardaron en volverse populares y que hoy siguen siendo clásicas. La más conocida es sin duda “All My Loving”, la cual seguía los parámetros de “Please Please Me” y de la propia “She Loves You”, pero hay otras tanto o más interesantes. Desde las rocanroleras “I Wanna Be Your Man” (cantada por Ringo Starr y grabada antes por los Rolling Stones, a quienes los Beatles se la “prestaron” semanas antes, para que tuvieran un sencillo que grabar) y “Little Child”, hasta las deliciosamente poperas “All I’ve Got to Do”, “It Won’t Be Long” y “Not a Second Time”, pasando por “Hold Me Tight” y por la primera canción grabada de George Harrison (“no sé siquiera si pueda llamarse una canción”, diría alguna vez el propio Harrison en una autocrítica que a mi modo de ver resulta injusta): “Don’t Bother Me”. En cuanto a la elección de los covers, ésta volvió a ser estupenda y significativa. Están ahí pequeñas joyas que el cuarteto entresacó de discos poco conocidos, como esos tres cortes soul fabulosos que son “ You've Really Got a Hold on Me ” (ni más ni menos que del gran Smokey Robinson), “Please Mr. Postman” y “Devil in Her Heart”, una cancion de music hall como la nostálgica “Till There Was You” y esa explosión rocanrolera de la autoría de Chuck Berry que es “Roll over Beethoven”, cantada entusiastamente por Harrison a sus escasos veinte años. With the Beatles fue un segundo disco en verdad estupendo y mantiene su frescura a poco más de cuatro décadas de distancia.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 8 de La Mosca en la Pared, publicado en febrero de 2004)

martes, 8 de noviembre de 2016

La espléndida Magos Herrera

En México todo está siempre al revés (como reza aquella vieja tonada infantil). Es por eso que las cantantes más valoradas (o para ser más exacto, sobrevaloradas), especialmente en el mundo del rock y el pop, no son precisamente las mejores, sino aquellas que cuentan con más apoyos mediáticos. Por eso, la popularidad se encuentra del lado de las cantantitas que hacen lo que he denominado como rockcito ñoño (ya sabe usted, esas tonadas bembas de Carla Morrison, Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana, etcétera).
  En cambio, las grandes voces han permanecido desde siempre en una más o menos relativa oscuridad, sin que la gran popularidad les sonría, a pesar de lo mucho que trabajan en su arte y los muchos años que llevan de brega. Son intérpretes injustamente minoritarias y una de ellas, a pesar de su enorme calidad y la belleza de su propuesta, es la cantante de jazz Magos Herrera.
  Dueña de una voz cálida y expresiva que le permite cantar los más diversos géneros, Magos puso en circulación un bellísimo disco en el que se hace acompañar por el magnífico guitarrista español Javier Limón. He for She es el nombre del plato, en el que participan además varias voces invitadas, entre ellas las de Eugenia León, Fito Páez, Sachal Vasandani y Chabuco.
  Entre las trece canciones que conforman el álbum, podemos destacar bellezas como “Reencuentro”, “Soy pan, soy paz, soy más”, “Vengo a ofrecer mi corazón”, “Al lado del camino, “Quizás, quizás, quizás”, “De qué callada manera”, “La Martiniana” y “Rabo de nube”.
  El disco se grabó en directo, con público presente, lo cual le otorga una calidez y una frescura muy especiales. La voz de Magos Herrera se siente próxima, tangible, íntima, algo que se refuerza con el sonido de la austera pero virtuosa guitarra de Javier Limón.
  Otro gran disco de la gran cantante mexicana avecindada en Nueva York, donde –como suele suceder con los grandes talentos– se le reconoce plenamente.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 7 de noviembre de 2016

"Stairway to Heaven", ¿la mejor canción de todos los tiempos?

“Cuando la escribimos, todo el mundo nos decía que era demasiado larga, que la gente no sería capaz de concentrarse en ella debido a su duración”, recordaba en alguna entrevista Jimmy Page. “Y hoy día resulta una canción incluso corta”.
  “Stairway to Heaven” es la composición emblemática de Led Zeppelin, aquella que resume en sus poco más de ocho minutos la esencia musical y la propuesta estilística del grupo. Escucharla por vez primera es una experiencia impresionante, pero conforme se le va oyendo más y más, uno va penetrando en sus secretos y en cada uno de sus rincones, hasta convertirla en una especie de iluminación mística que provoca sobresalto, emoción, un exultante contacto con lo divino. Desde su inicio, con una suave guitarra acústica que nada presagia, sabemos que hay en ella algo especial. Y cuando la tranquila y seductora voz de Robert Plant comienza a entonar las primeras líneas, se empieza a sucumbir ante su embrujo. El tema es un constante crescendo que va subiendo, elevándose poco a poco, mientras se incorporan los demás instrumentos: el teclado, la guitarra eléctrica, el bajo, la poderosa batería, para desembocar en épicas vocalizaciones y en el que quizá sea el solo de guitarra más estremecedor en la historia del rock. Todo culmina con un retorno a la calma, una coda que vuelve a depositarnos en la tranquilidad del vientre materno, del origen primigenio.
  La música de “Escalera al cielo” fue escrita parcialmente por Jimmy Page durante los mismos días en que los integrantes de la banda se retiraron a Bron-Yr-Aur, a fin de componer el material que constituiría el álbum Led Zeppelin III, de 1970. Era una pieza más, inacabada, de las varias que hicieron y no fue considerada para ese disco. Page la retomaría durante las sesiones del cuarto disco y fue entonces que Plant comenzó a trabajar sobre la letra. Hay quienes cuentan que la hizo en un día de depresión, mientras él y Jimmy se encontraban en la misteriosa mansión de éste en Loch Ness, pero en realidad los textos fueron escritos en la para nada diabólica casa rural que el grupo solía alquilar en Headley Grange, en Hampshire. La pieza fue grabada en Londres en diciembre de 1970.
  Aunque se ha acusado a la canción de contener mensajes satánicos (se dice incluso que si se escucha al revés pueden escucharse las palabras “My sweet Satan”), esto no deja de ser una ridiculez. Robert Plant ha dicho al respecto: “Sólo los norteamericanos podían salir con una estupidez como esa. ¿Por qué si la gente se aburre no se pone a nadar o a jugar squash en lugar de andar de ociosos y buscar significados malévolos en una canción que solamente habla del inicio de la primavera?”.
  La presencia de “Stairway to Heaven” en el álbum sin nombre del Zeppelin (1971) contribuyó sin duda a convertirlo en uno de los mejores discos de rock jamás producidos y le otorgó buena parte de su calidad de mítico. La estructura musical del tema tuvo una gran influencia en composiciones posteriores de otras agrupaciones, como “Bohemian Rhapsody” de Queen o “November Rain” de Guns n’ Roses, entre varias otras.
  Como es de suponer, el enorme éxito radiofónico de la canción, sobre todo en los Estados Unidos (se dice que aún hoy es tocada cerca de cuatro mil veces al año en las estaciones de Frecuencia Modulada norteamericanas), hizo que el grupo tuviera que interpretarla prácticamente en cada concierto durante años, hasta llegar al hartazgo. “Esa canción para bodas”, llegó a llamarla alguna vez, en tono despectivo, el propio Robert Plant (y en efecto: era y es muy tocada en bodas y funerales). Aunque en otra ocasión, más ecuánime, dijo: “‘Stairway to Heaven’ es una simpática, placentera, bien intencionada e ingenua cancioncita. Pero no es la composición definitiva de Led Zeppelin”.
 And it makes me wonder

Datos de interés

† El célebre solo de guitarra de Jimmy Page fue grabado en una vieja Fender Telecaster, modelo 1958, y en un amplificador Supro.

† Page grabó tres solos diferentes y finalmente se decidió por el que todos conocemos, porque sintió que era el que mejor quedaba con la canción.

† “Stairway to Heaven” fue interpretada en concierto por primera vez en el Ulster Hall de Belfast, Irlanda, el 5 de marzo de 1971.

† De los varios covers que se han hecho, el más interesante es el de Frank Zappa, en el disco The Best Band You Ever Heard in Your Life (1991), a ritmo de reggae y con el solo de Jimmy Page ejecutado idéntico al original, nota por nota, por la entera sección de metales. Una maravilla.

(Texto mío, publicado el día de hoy en "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

domingo, 6 de noviembre de 2016

Sad and blue sunday

Una canción de M. Ward ("Sad, Sad Song") y otra de Mint Royale ("Blue song") para este domingo tristón (no contaré los porqués). Las canciones de hecho no suenan tan tristes, quizá para decirme que finalmente no fue un día tan jodido como lo viví en momentos. Yo qué sé (por sí las dudas, añado "Gloomy Sunday" con Billie Holiday que sí es tristísima... o más o menos).







sábado, 5 de noviembre de 2016

Tres días

Dentro de tres días, el mundo sabrá quién es el nuevo presidente de los Estados Unidos. Como pocas veces, el destino de la humanidad y del planeta estará en manos del que resulte vencedor en la contienda entre Hillary Clinton y Donald Trump, una mala candidata demócrata y un todavía peor candidato republicano.
  Las encuestas se encuentran muy parejas –dicen que existe un empate técnico–, mas dado el singular modo como se resuelven las elecciones estadounidenses, en las que el voto popular cuenta de manera muy relativa y todo lo deciden los estados de la Unión (algunos mucho más influyentes que otros; es decir, no es lo mismo Maine que California o Texas), lo más probable es que a final de cuentas la balanza se incline del lado de Clinton y todo lo que ella representa (que es menos malo que todo lo que representa Trump). Así pues, a menos que ocurra algo extraordinario y en verdad estrambótico, la amenaza que representa el republicano para la economía y la paz del mundo quedará atrás y el mal sueño se desvanecerá como humo en la aire.
  En México, casi todos apostamos por Hillary, a pesar de que muy posiblemente se sienta ofendida con nosotros, debido a la famosa visita de su rival a la casa presidencial de Los Pinos. ¿Nos lo hará pagar si gana los comicios del martes próximo? Es muy posible que sí, aunque nada que ver con las amenazas antimexicanas del energúmeno de la cabellera amarilla y la piel anaranjada. Quizá Clinton centre su desquite en el PRI y apoye en 2018 al PAN, con quien parece tener una buena relación.
  Ahora, si sucediera el horror de una victoria de Trump, ¿éste a quién apoyaría? ¿Acaso al que más se le parece en aquello de despotricar contra las instituciones y anticipar trampas electorales y complots en su contra? Mejor ni siquiera imaginarlo. Dos populistas en las presidencias de los Estados Unidos y México sería la peor de los pesadillas.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 4 de noviembre de 2016

Roger McGuinn / Back from Rio (1991)

El ex jefe de los Byrds se rodeó de musicazos como David Crosby,  Chris Hillman, Tom Petty, Elvis Costello y Dave Stewart para realizar este gran álbum de rock country, en el cual su voz y su Rickenbacker de doce cuerdas resuenan tan esplendorosas como en las viejas épocas sesenteras en que era el Mr. Spaceman de la Costa Oeste.

Mejor tema: “Suddenly Blue”


jueves, 3 de noviembre de 2016

Te odio porque te amo

Te odio porque yo me había hecho el inflexible
propósito de no volver a enamorarme.

Te amo porque tú lograste que de nueva cuenta mi
corazón vibrara de emoción y sintiera lo que los
cursis llaman las mariposas en el estómago.

Te odio porque yo había decidido tener una pléyade de
amantes con quienes acostarme y tener sexo y no
comprometerme seriamente con una sola de ellas.

Te amo porque he perdido cualquier interés por
repartirme entre dos o tres o cincuenta amantes y la
única amante que quiero y que me importa es una que
lleva tu nombre y es idéntica a ti.

Te odio porque me encargué de escribir y lanzar
teorías acerca de la mejor manera de amar sin
sufrimientos, sin afanes de apropiación y sin poner en
riesgo al corazón.

Te amo porque creo que  contigo es posible amar sin
sufrimientos, sin afanes de apropiación y con la
motivación de arriesgarlo todo sin miedos y sin
contemplaciones.

Te odio porque en cosa de días hiciste polvo las
certezas contra el enamoramiento que había construido
a lo largo de años de padecer cualquiera cantidad de
males sentimentales.

Te amo porque al hacer polvo mis certezas, me
devolviste la fe en el hecho de enamorame y
transformaste esos males en bienes.

Te odio porque diluiste mi convicción de que al fin
había alcanzado la madurez sentimental y al fin podría
ser feliz sin estar atado amorosamente a una sola
mujer.

Te amo porque me hiciste ver que sigo siendo capaz de
enloquecer de amor por una sola mujer, como un
adolescente inmaduro, espontáneo y vulnerable… pero
feliz.

Te odio por haber aparecido en mi vida cuando estaba
inaugurando una época de lujuria, excesos y disfrutes
carnales con muchas mujeres.

Te amo porque apareciste en mi vida para infundirme
esas sensaciones exultantes y maravillosas que puede
dar una época de lujuria, excesos y disfrutes
carnales… con una sola mujer.

Te odio por haber vulnerado todas mis defensas y
haberme dejado en la más absoluta indefensión.

Te amo por haberlas vulnerado y haberme dejado en esa
indefensión en la que puedes hacer de mí lo que se te
antoje.

Te odio porque me quitaste el miedo a volver a tener
miedo.

Te odio por todo lo que te amo.

Te amo por todo lo que te odio.

Te odio porque te amo.

Te amo porque te odio.

(¿Poema? que escribí el 14 de enero de 2007 y con el que me acabo de topar un tanto accidentalmente. Se lo escribí a Gabriela, a quien llamaba Gab).

miércoles, 2 de noviembre de 2016

AC/DC

AC/DC es una de las agrupaciones más coherentes de la historia del rock y ese es uno de sus principales méritos. Su congruencia queda clara cuando uno revisa su discografía y descubre que en sus cerca de veinte discos no existe un solo tema que pudiera ser confundido con una balada. Ni por asomo. Al contrario de prácticamente todos los grupos que hacen rock duro y/o hevy metal, el quinteto australiano jamás cayó en la debilidad de hacer cancioncitas blandengues y melodiosas, de esas que sirven para que en los conciertos el público saque sus encendedores o balancee los brazos en todo lo alto. No. La música de AC/DC ha sido de alto octanage desde su primer álbum hasta el más reciente. Es una banda que nunca ha dado concesiones y no se ha preocupado por mostrar una imagen correcta. Angus Young y compañía son guarros y no tratan de disimularlo. Con un extraordinario sentido del humor, se burlan de todo y de todos, pero en especial de sí mismos. Nada se toman en serio, salvo el hecho fundamental de hacer e interpretar el mejor rock and roll, el más estruendoso y rudo. Porque hay que aclarar un equívoco que coloca al grupo siempre entre los exponentes del metal: lo que hace AC/DC es simple y sencillamente rock duro. Musical y letrísticamente, su propuesta está bastante alejada de la de las agrupaciones heavymetaleras. Rock felizmente sólido y directo, fruto de la entraña, del sudor, del aliento alcohólico, de las dentaduras podridas, de la fealdad, del machismo más jocoso y desafiante. Es un rock muy poco apto para sensibilidades exquisitas. Es un rock deliciosamente burdo, rudimentario, ríspido, pero ejecutado con un talento incomensurable. En AC/DC ha vivido siempre el espíritu primigenio del rock and roll, su esencia, su raíz. Con sus altas y sus bajas, ha tenido la capacidad de mantenerse fiel a su propuesta original. Me equivoqué al principio de estas breves consideraciones introductorias: no se trata de una de las agrupaciones más coherentes de la historia del rock. Es la más coherente de todas.
  For those about to rock (We salute you).

(Publicado originalmente en el Especial de La Mosca en la Pared No. 38, de marzo de 2007. El texto lo escribí a manera de prólogo).

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Quién es Greg Holden?

Para quienes siempre buscamos nueva música y nuevos músicos, los instrumentos que hoy en día nos brinda la tecnología son invaluables. Cuando yo era adolescente, durante la segunda mitad de los años sesenta y la primera de los setenta de la centuria pasada, la única manera de conocer en México lo nuevo que surgía en el mundo dependía de lo que buena o malamente apareciera en las pocas revistas especializadas o en la limitadísima radio de amplitud modulada.
  Hoy, en cambio, gracias a internet y a herramientas como You Tube, Spotify y multitud de páginas y plataformas, podemos descubrir a compositores y ejecutantes de todo el planeta desde la comodidad de nuestras computadoras, tablets o teléfonos celulares.
  Al cantante y compositor escocés Greg Holden lo descubrí apenas en la madrugada de este domingo, cuando una canción suya (“The Lost Boy”) apareció en una escena culminante de la quinta temporada de la serie Sons of Anarchy que veía yo en Netflix. Me gustó tanto el tema que lo localicé por medio de Shazam; luego lo busqué en Spotify y ahí me encontré con dos de los tres discos de este estupendo artista, un trovador que hace un alt-folk fino, poético y lleno de sentimiento (ese feelin’ que hoy día ya no se encuentra tan fácilmente).
  Nacido en Aberdeen, Escocia, en 1983, y avecindado en Nueva York, Holden tiene en su haber los álbumes A Word in Edgeways (2009), I Don’t Believe You (2102) y Chase the Sun (2015). Su evolución musical y letrística ha sido notable en apenas seis años, lo cual se nota en cada uno de los discos, pues ha ido de una austeridad instrumental inicial a una mayor sofisticación, como podemos escuchar en el estupendo Chase the Sun.
  Canciones como “I Don’t Believe You”, “Save Yourself”, “Bulletproof”, “It’ll All Come Out” o la ya mencionada “The Lost Boy” son muestras de la calidad autoral de este escocés de 33 años a quien habría que poner atención por todo lo que promete a futuro.
  Un músico muy interesante y talentoso.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)