domingo, 25 de diciembre de 2016

El rock del 2016

La curva descendente que viene dándose en el rock a partir de 2013 prosiguió en 2016 y dejó pocas (aunque muy honrosas) obras discográficas en verdad memorables. Tal como sucediera a lo largo de los tres años anteriores, la mediocridad continuó imperando y la carga del mainstream y de lo comercial parece resultar demasiado pesada para quienes persisten en hacer rock.
  Vuelvo a hacer las mismas preguntas que me hice hace exactos doce meses: ¿se agotó la creatividad? ¿El rock se volvió tan promiscuo que al aceptar mezclarse con cualquier otro género está terminando por diluirse? ¿La subcultura del “sencillo” en detrimento del álbum, favorecida por la descarga individual de canciones, empobreció el panorama? ¿La oferta musical es ahora tan vasta y tan gratuita que ante la falta de control de calidad se ha depreciado la música hasta niveles miserables? ¿Estamos en un impasse, en un periodo de transición o de plano asistimos a la decadencia definitiva del rock a sus 60 y pico años de existencia?
  Y para colmo, se nos fueron David Bowie, Leonard Cohen, Prince, George Martin, Keith Emerson, Greg Lake, Leon Russell, Paul Kantner, Glenn Frey, Sharon Jones y varios más.
  Esta es mi propuesta, absolutamente subjetiva, para los doce mejores álbumes de rock del 2016:

  1.- David Bowie. Blackstar. El álbum póstumo de Bowie, su testamento artístico y musical, un disco que duele por lo que significa y, sin embargo, un trabajo extraordinario, profundo, al mismo tiempo oscuro y luminoso, deprimente y esperanzador. David Bowie murió dos días después de la aparición de Blackstar. Una tragedia, pero con un dejo exultante.

  2.- Leonard Cohen. You Want It Darker. Otro disco testamentario, aparecido cuando Cohen había cumplido 82 años y se encontraba muy enfermo. Tres semanas después falleció, pero se despidió con esa poética elegancia de la que siempre hizo gala. Grandísimo álbum que provoca sentimientos agridulces y conmueve desde la belleza y, sí, también, desde la ironía.

  3.- Iggy Pop. Post Pop Depression. Pop insinuó que este sería su último disco en estudio, su obra de despedida. Francamente no lo creo. Sobre todo por la alta calidad que no sólo mantiene, sino que sigue en aumento con profundidad y finura. Un gran trabajo en homenaje a su amigo David Bowie (la presencia de Josh Homme es un plus).

  4.- Nick Cave and the Bad Seeds. Skeleton Tree. Un disco duro, crudo, terrible, negro, desgarrador como la pérdida de un hijo, algo que le sucedió a Cave mientras grababa y su hijo Arthur, de escasos 15 años, fallecía en una caída al vacío. Austero y casi minimalista, Skeleton Tree resuma sangre, dolor y lágrimas.

  5.- The Rolling Stones. Blue & Lonesome. El disco que nos debían los Stones. Un álbum de blues puro, grabado con crudeza y frescura. El mejor homenaje que pudieron hacer a sus raíces musicales primigenias.

  6.- Brian Eno. The Ship. Una obra impresionante. No sé si llamarlo rock, pero Eno viene de ahí y otorga a los sonidos electrónicos un cuerpo y un alma como sólo él sabe hacerlo. Minimalismo a ultranza.

  7.- Paul Simon. Stranger to Stranger. ¿Recuerdan Graceland (1986), el disco de Simon que dio a conocer urbi et orbe la música sudafricana? Treinta años después, Stranger to Stranger recupera esa etapa del neoyorquino con algunas canciones más en su vena tradicional.

  8.- Angel Olsen. My Woman. Un gran disco de esta joven cantautora de San Luis, Misuri. Entre el folk y el grunge, diez canciones sin desperdicio para un álbum más que entrañable.

  9.- Solange. A Seat at the Table. Finísima mezcla de soul, jazz, hip-hop y, sí, rock. Como si tomara la estafeta de Janelle Monáe, Solange (hermana de Beyonce, por cierto) es una gratísima sorpresa en este su álbum debut.

  10.- Parquet Courts. Human Performance. Un grupo joven que recupera mucho de lo que fue el rock alternativo de los noventa con algo del la new wave setentera-ochentera. Inventiva, sentido del humor y notable espíritu rocanrolero en un disco muy divertido.

  11.- Radiohead. A Moon Shaped Pool. Un magnífico regreso de los de Oxfordshire, con un trabajo que no se parece a ningún otro de su discografía. Más orgánico, menos electrónico, más cálido en lo que cabe de un grupo tradicionalmente frío y cerebral.

12.- Canshaker Pi. Canshaker Pi. Nadie los conoce. La información sobre ellos resulta mínima. Sólo sé que son muy jóvenes, que son holandeses, que se les puede escuchar en Spotify y que suenan de puta madre.

PD: ¿El rock en México? Creo que ya podemos ir expidiendo su certificado de defunción.

(Publicado hoy en "El ángel exterminador" de Milenio Diario)

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