sábado, 14 de mayo de 2016

El discurso del odio

Lleva largo tiempo pregonando el discurso del odio. Descubrió que al alentar el rencor social, al tratar de explotar la rabia contenida y la frustración de tantos, al fomentar que broten la ira y el deseo de revancha, lograría un mayor número de simpatizantes. Ese fue el camino que tomó y que poco a poco le fue redituando dividendos para La Causa, esa causa absolutamente personal y egocéntrica que intenta hacer pasar como colectiva.
  Así, desde el primer momento fue sumando seguidores. Fanáticos, en el más estricto significado de la palabra. El odio se encuentra de tal modo arraigado en tantos conciudadanos que es como pólvora seca en espera de un chispazo que la encienda. De ahí que cultive un discurso de extrema demagogia, de un populismo agreste, de un fácil efectismo que atrae hacia él los reflectores de los medios y de las redes sociales.
  Si no se tratara de algo tan serio y el tipo no tuviera posibilidad alguna de alcanzar la presidencia, muchos de sus dichos podrían tomarse a broma y no tendríamos que hacerle demasiado caso. Sin embargo, no es así y las encuestas señalan que cuenta con considerables probabilidades de conseguir lo que con tanto ahínco ha buscado.
  Su dudoso carisma, combinado con una ignorancia supina, se mezclan para dar como resultado a un personaje que puede resultar irritante para amplios círculos de votantes, pero que atrae a otros que se identifican con la pobreza de su vocabulario y hasta con la torpeza de su lenguaje corporal; eso para no hablar de su voz tipluda, su acento poco común o su personalidad al mismo tiempo agresiva y paternalista.
  Cerril y retrógrada, fascina de la manera más extraña a gente que uno supondría inteligente y cuerda. Pero sus delirios son contagiosos y permean en el ánimo de muchos que se dicen cansados del sistema imperante. ¿Es un peligro para México? Por supuesto que sí.
  No falta tanto tiempo para que sepamos a qué atenernos y si los electores le otorgarán el triunfo. Esperemos que no sea así y que el loco se quede en la orilla de un mal sueño. Ojalá que nunca llegue al poder. Ojalá que como apareció se vaya el inenarrable y pesadillesco Donald Trump.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

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