domingo, 22 de mayo de 2016

Barcelona-Sevilla por Sófocles

Desde hace tiempo digo que un partido de futbol debe verse como una tragedia griega. Hay en cada uno drama, comedia, suspenso, un desarrollo narrativo, rompimientos sorpresivos, finales emocionantes. Como el juego de hoy entre el Barcelona y el Sevilla en la final de la Copa del Rey. Un encuentro épico, sordo, dramático, lleno de situaciones inesperadas. Un equipo andaluz echado atrás y cometiendo faltas pequeñas pero continuas para cortar el juego fluido del adversario catalán. Un Barcelona con la posesión del balón pero sin el talento necesario para traspasar el muro blanco. Primer golpe dramático: la expulsión de Mascherano (justa, hay que decirlo) al minuto 37 de la primera mitad y la inesperada situación de un Barça con diez hombres para afrontar el resto del partido. Parecía la debacle azulgrana, pero no fue así y se fueron al descanso cero a cero. Luis Enrique ajustó con la entrada de Mathieu como central y el francés, a un lado de un Piqué heroico y en plan grande, lo mismo que un Ter Stegen que lo salvó todo, logró mantener invicta una cabaña que lleva más de diez juegos sin ser vulnerada. Iniesta se echó al equipo a la espalda y dio uno de los partidos más grandiosos de su vida. Busquets fue otro bastión, como siempre. Un tiro al poste de Banega estuvo a punto de cambiarlo todo, pero Barcelona también contó con suerte. No tanta, sin embargo, cuando Luis Suárez se tironeó y debió ser cambiado por Rafinha. Panorama oscuro para los catalanes, hasta que a falta de diez minutos, Sevilla sufrió la expulsión (justa, hay que decirlo) del propio Banega y la partida se emparejó: diez contra diez. Llegó el final y se decretaron los tiempos extras. A partir de ahí, no hubo más equipo que el Barça. Messi recuperó la memoria perdida a lo largo de los 90 reglamentarios y dio un pase milimétrico, de antología, que dejó a Jordi Alba frente al magnífico arquero Rico. Gol blaugrana. El Sevilla se desfondó física y moralmente. En el segundo tiempo extra, en medio de un mar de patadas y faltas sevillanas, Leo sacó otra genialidad de la chistera y dejó a Neymar frente al arco contrario. Dos a cero. Partido sentenciado. La Copa del Rey y el doblete de la Liga son nuevamente, por segundo año consecutivo, del representativo de Cataluña. La batalla ha terminado. Los triunfadores celebran. Atenas ha vencido a Esparta.

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