martes, 31 de mayo de 2016

Juanga Clearwater Revival

Gran alboroto provocó, a lo largo de la semana pasada, la publicación en redes sociales de un video en el cual Juan Gabriel interpreta una versión asombrosa del clásico de John Fogerty “Have You Ever Seen the Rain”.
  Digo que es asombrosa porque el cover del famoso Juanga es de un cutre y de una chafez que provocan pena ajena (aunque, no menos asombrosamente, el sector hipster lo defendió como si fuese una joya de la más alta calidad musical).
  Se trata, por si fuera poco, de un adelanto de lo que será un disco-tributo a Creedence Clearwater Revival, el cuarteto californiano sesentero popularmente conocido en México como “Los Cridens”. El atentado promete ser mayúsculo, porque entre los participantes en este “homenaje” a las composiciones de Fogerty (llamado -es en serio- Quiero Creedence) se encuentran nada menos que Enrique Bunbury, Juanes, El Tri, Los Enanitos Verdes y ese grupo de estilo (es un decir) inenarrable que es Enjambre.
  Pero de vuelta a la canción de marras que Juan Gabriel rebautizó (of all names) como “Gracias al sol”, nos encontramos con una cosa chillante y plena de humor involuntario (aunque un humor involuntario que -vaya paradoja- no hace reír), en la que la música es ejecutada (literalmente) de manera casi idéntica a la de la versión de 1967, mientras que la letra fue cambiada y trastocada por otra que roza los límites de la estulticia (“Ahora no, no ha llovido el día de hoy / ahora no, no hace frío ni calor / Hace buen tiempo, gracias al sol), sin el menor respeto por lo que decía la original, en la que Fogerty realizaba una reflexión existencial y simbólica, al comparar una vida triste con el hecho de que llueva en día soleado.
  Esta manía de hacer tributos parecía haber disminuido. Esperemos que no surja una nueva oleada de la que sean víctimas otros “homenajeados”. Por lo pronto, lo conmino, querido lector, a que acuda a los originales y escuche o vuelva a escuchar la estupenda música de John Fogerty (porque Creedence Clearwater Revival era él) y se evite el sonrojo de oír covers tan lamentables como éste.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡Hey! de Milenio Diario)

lunes, 30 de mayo de 2016

Alguien más

Esta serie pasó por el Canal 11 en 2013, pero la verdad que ni cuenta me di y de casualidad la descubrí hace poco en Netflix, me asomé a verla y me agradó. Se lo comenté a ella y empezamos a verla juntos cada vez que venía a visitarme, hasta que la terminamos hoy en la noche. Nos divirtió mucho a decir verdad.
  Alguien más sigue la línea de Soy tu fan, desde el hecho de que la guionista argentina, Constanza Novick (muy buena, por cierto), es la misma. La historia resulta simpática: Arturo (Fernando Álvarez Rebeil), un arquitecto medio yuppie, medio mirrey, medio hipster y medio chairo, treintón, que se mueve en los rumbos de la Condesa, la Roma, Coyoacán y Polanco, se separa -en Londrés- de Irene (Ana Serradilla), su novia mexicana, quien lo abandona para casarse con un DJ inglés. Él se regresa a México, entra a un despacho de arquitectos y se relaciona con Sofía (Eduarda Gurrola), su mejor amiga. Pero tres años después, Irene regresa a México y de ahí parten varias historias paralelas, sobre todo de los amigos y parientes de Arturo.
  Las actuaciones son buenas y naturales, el argumento es inteligente, los diálogos ingeniosos, las situaciones divertidas. Realmente una serie que vale la pena ver para pasar un buen rato y en la que destacan otros actores como Paloma Woolrich, Daniel Martínez, Héctor Kotsifakis, Manuel García Rulfo, la preciosa Ximena Romo y la muy simpática Mariana Treviño.
  ¿La recomiendo? Sí... y ojalá hagan una segunda temporada.

domingo, 29 de mayo de 2016

Out of Our Heads

Si bien aún habría de transcurrir un año para que apareciera un álbum escrito completamente por Jagger y Richards (Aftermath, de 1966), a mi modo de ver, Out of Our Heads (1965, con siete cortes propios y cinco ajenos) posee una mayor trascendencia, al contener dos de los temas más notables en la historia rollingstoniana: los clásicos “The Last Time” y, por supuesto, “(I Can’t Get No) Satisfaction” (con su riff inolvidable y solidamente rocanrolero), además de otras dos maravillas originales: la dulce y folky “Play with Fire” y ese blues sensacional que es “The Spider and the Fly”. Sólo por esas cuatro piezas, el disco vale oro; sin embargo, el mismo trae asimismo algunos covers de música soul de excelente factura como “Mercy, Mercy” (de Don Covay), “Hitch Hike” (de Marvin Gaye), “Cry to Me” y “That's How Strong My Love Is” (de Otis Redding) y “Good Times” (de Sam Cooke). 
  Respecto a los dos cortes más importantes de Out of Our Heads, “The Last Time” fue su primer éxito mundial de verdadera importancia, gracias a su riff hipnótico y a su intensidad interpretativa, mientras que “Satisfaction” significó su consagración como uno de los grupos más importantes del planeta a mediados de los sesenta (posición que jamás perderían). Tema que anticipa la rebeldía del siguiente lustro así como el descontento nihilista del movimiento punk de quince años más tarde, la canción sigue siendo un hito y posiblemente el tema emblemático por antonomasia de los Stones. Con su imponente riff de guitarra con fuzz (posiblemente el más célebre de la historia del rock), su frase emblemática, la batería de Watts y su estupenda y claridosa letra, cantada en forma por demás sugerente por Jagger, “No puedo obtener satisfacción” es piedra de toque que marcó un antes y un después, no sólo para los Rolling Stones sino para el rock and roll todo.

(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 11, dedicado a los Rolling Stones y publicado en mayo de 2004).

sábado, 28 de mayo de 2016

Neo odio y neo corrupción

México ha sido muchas veces una nación dividida, polarizada. Si revisamos nuestros 195 años de vida independiente, nos daremos cuenta de que la lucha entre dos visiones contrarias e irreconciliables sumió al país en un estado de guerra entre conservadores y liberales que convirtió al siglo XIX en un periodo de odio y sangre entre compatriotas. La larga paz porfiriana trajo una especie de espejismo que se rompió con el estallido de la llamada Revolución mexicana, la cual se volvió feroz a partir del cuartelazo de Victoriano Huerta y más feroz aún cuando las facciones que derrotaron al Chacal (constitucionalistas y convencionistas) se enfrentaron a muerte. Magnicidios (Carranza y Obregón), asesinatos de caudillos (Zapata y Villa), venganzas, cuartelazos, pronunciamientos, se tradujeron en la muerte de millones de personas. El maximato calmó un poco las aguas, pero no contuvo la guerra cristera, otro momento trágico de nuestra historia. Sin embargo, nos condujo a la institucionalización que consolidó el presidente Lázaro Cárdenas. De ahí, hasta el año 2000, se vivió una especie de nueva pax porfiriana, con el imperio del PRI que terminó cuando la oposición ganó por primera vez la presidencia de la república y el PAN arribó a Los Pinos. Fueron décadas en las que no desapareció la violencia (cuyo punto más alto fue el movimiento de 1968), pero sin que hubiera guerras civiles o manifestaciones de ese odio maniqueo que padecimos tiempo atrás.
  Hasta que llegó el año de 2006. Año electoral en el que a partir de la derrota por un pequeño margen del candidato de la llamada izquierda, empezó a ser sembrado en la conciencia de muchos un nuevo odio que se ha ido incrementando y difundiendo progresivamente, potencializado por las redes sociales.
  Este neo odio es una corrupción tanto o más grave que la corrupción de los dineros, porque es una corrupción ética y moral que está pudriendo al entramado social y ha hecho que numerosos mexicanos vuelvan a incubar el rencor y la desconfianza hacia los mexicanos que no piensan como ellos.
  A esta nueva corrupción me referiré en un segundo artículo.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 27 de mayo de 2016

Bonnie Raitt / Takin’ My Time (1973)

Uno de los más exquisitos álbumes de la gran intérprete y guitarrista californiana, en el cual, mediante una decena de temas de otros compositores, abarca una gran cantidad de géneros, del blues al folk, del jazz al calypso y del rhythm’n’blues de Nueva Orleans a la balada. Una perla.

Mejor tema: “Guilty”

jueves, 26 de mayo de 2016

The Following

Terminé de ver las tres temporadas de este violentísima serie de suspenso que, debo decir, me atrapó y me hizo verla casi de un solo golpe. Protagonizada y producida por Kevin Bacon (como el agente del FBI Ryan Hardy) y James Purefoy (como el asesino en serie y líder de una secta de fanáticos matarifes Joe Carroll), la trama presenta un caso de identificación enfermiza entre ambos personajes (los dos atormentados por su pasado) que lejos de ser la némesis el uno del otro, parecen complementarse tanto como se odian (hasta la mujer que ambos aman es la misma).
  Muchas cosas suceden a lo largo de las tres temporadas y muchos personajes aparecen en ambos lados del espectro ético y moral (es decir, de los buenos y de los malos), aunque sin caer demasiado en maniqueísmos.
  A pesar de la excesiva cantidad de crímenes y sangre, hay un dejo de humor negro en el programa y su ritmo narrativo no se detiene, lo cual es de agradecer.
  Es claro que se pensaba en una cuarta temporada, mas al parecer ya no hubo autorización para seguirla, lo cual no deja de ser una lástima.
  ¿Que si la recomiendo? Sí, claro, y la pueden ver por Netflix.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Un libro estupendo

Me gustan mucho el estilo y la prosa de Fernando Benítez, tanto en sus libros narrativos (como sus espléndidas novelas El rey viejo y El agua envenenada) como en su monumental Los indios de México (de chavo me leí los cinco tomos completos que tenía en su biblioteca mi hermano Sergio) u obras como En la ruta de Hernán Cortés. Es un autor al que he leído mucho, aunque hasta ahora le entré a su trilogía Lázaro Cárdenas y la revolución mexicana, del cual terminé hoy el tomo II: El caudillismo (aún no leo el primero tomo, referente al porfirismo, y tampoco el tercero, sobre el cardenismo).
  Gran libro, claro, conciso y lleno de información. Benítez sigue la vida de Lázaro Cárdenas y su relación con la revolución mexicana, pero no se limita a la cuestión estrictamente biográfica sino que estudia con amplitud los acontecimientos que se fueron sucediendo en el país en esos años. En este caso, la etapa que va del cuartelazo de Victoriano Huerta (1913) a la llegada a la presidencia de Cárdenas (1934). Veintiún años de historia de México relatados con gran pasión pero con absoluta objetividad, con un énfasis muy especial en la etapa del caudillismo de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Los huecos que yo tenía respecto a la época del maximato, los llené después de la lectura de este libro y quiero profundizar más en ella. Magnífico libro, los otros dos tomos pronto habré de leerlos también.

martes, 24 de mayo de 2016

Dylan ante Sinatra, otra vez

Durante la primera mitad de los pasados años sesenta, no había mayor enemigo del rock que Frank Sinatra. Al crooner no le gustaba Elvis Presley, mucho menos los Beatles (ya no digamos los Rolling Stones) y despotricaba abiertamente contra ellos. Sin embargo, el paso del tiempo todo lo suaviza y hace que muchas cosas se olviden.
  Que un cantante como Rod Stewart haya grabado varios discos con standards del American Song Book y el Tin Pan Alley, no debe extrañar a nadie. El buen Ron siempre tuvo ese lado light y complaciente. Pero que alguien como Bob Dylan grabe no uno, sino dos álbumes dedicados a las canciones que interpretaba Sinatra, sí es algo que se debe resaltar.
  Shadows in the Night, su disco sinatrero del año pasado, fue aceptado como una simpática ocurrencia y en diversos medios se le reseñó con benevolencia. Pero ahora llega Fallen Angels (Columbia/Sony Music, 2016) y uno no sabe bien a bien qué decir ante este extraño empeño del autor de “Like a Rolling Stone” y “Highway 61”.
  Condenarlo sería gratuito y una muestra de absurda intolerancia. Porque además de todo, ambos platos son muy buenos y musicalmente no hay cosa alguna que reprocharles. Así pues, tomémoslos como lo que son: dos elegantes y nostálgicos caprichos discográficos de Dylan, en los cuales se da el gusto de interpretar canciones muy bellas y el lujo de hacerlas a su manera, con su propio grupo de músicos y con arreglos sutiles, austeros, limpios.
  En especial, el reciente Fallen Angels presenta una docena de temas (once de ellos del repertorio de Sinatra), algunos tan conocidos como “Young at Heart”, “It Had to Be You”, “That Old Black Magic” y “Come Rain or Come Shine”, y hay en todos ellos una jovialidad y una alegría que contrastan con las versiones un tanto sombrías del anterior álbum.
  La pregunta que queda flotando en el aire es si Frank Sinatra hubiera hecho un compilado de canciones dylanianas. ¿Cómo se habría escuchado Frankie boy al cantar “All Along the Watchtower”, “Tangled Up in Blue”, “Forever Young”, “Lay Lady Lay” o “Just Like a Woman”?
  Hubiera sido interesante saberlo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 23 de mayo de 2016

Un poema a Francisco I. Madero



A MADERO


De los esbirros de la tiranía
caíste acribillado por las balas, 
y en el instante en que la vida exhalas...
¡La Patria de dolor se estremecía!

La Gloria entonces, justiciera y pía,
amortaja tu cuerpo con sus galas
y alzándote radiosa entre sus alas
te muestra con suprema gallardía.

Y empéñase la lucha fratricida: 
del Bravo hasta el Suchiate la matanza,
trémola su bandera enrojecida,

hasta que el pueblo lograda su esperanza
ve gozoso a la Patria enaltecida
por la heroica entereza de Carranza.

                                                                                                       E.C.G.

(Poema escrito por mi abuelo Emiliano en 1908. Las iniciales significan Emiliano Celso García).

domingo, 22 de mayo de 2016

Barcelona-Sevilla por Sófocles

Desde hace tiempo digo que un partido de futbol debe verse como una tragedia griega. Hay en cada uno drama, comedia, suspenso, un desarrollo narrativo, rompimientos sorpresivos, finales emocionantes. Como el juego de hoy entre el Barcelona y el Sevilla en la final de la Copa del Rey. Un encuentro épico, sordo, dramático, lleno de situaciones inesperadas. Un equipo andaluz echado atrás y cometiendo faltas pequeñas pero continuas para cortar el juego fluido del adversario catalán. Un Barcelona con la posesión del balón pero sin el talento necesario para traspasar el muro blanco. Primer golpe dramático: la expulsión de Mascherano (justa, hay que decirlo) al minuto 37 de la primera mitad y la inesperada situación de un Barça con diez hombres para afrontar el resto del partido. Parecía la debacle azulgrana, pero no fue así y se fueron al descanso cero a cero. Luis Enrique ajustó con la entrada de Mathieu como central y el francés, a un lado de un Piqué heroico y en plan grande, lo mismo que un Ter Stegen que lo salvó todo, logró mantener invicta una cabaña que lleva más de diez juegos sin ser vulnerada. Iniesta se echó al equipo a la espalda y dio uno de los partidos más grandiosos de su vida. Busquets fue otro bastión, como siempre. Un tiro al poste de Banega estuvo a punto de cambiarlo todo, pero Barcelona también contó con suerte. No tanta, sin embargo, cuando Luis Suárez se tironeó y debió ser cambiado por Rafinha. Panorama oscuro para los catalanes, hasta que a falta de diez minutos, Sevilla sufrió la expulsión (justa, hay que decirlo) del propio Banega y la partida se emparejó: diez contra diez. Llegó el final y se decretaron los tiempos extras. A partir de ahí, no hubo más equipo que el Barça. Messi recuperó la memoria perdida a lo largo de los 90 reglamentarios y dio un pase milimétrico, de antología, que dejó a Jordi Alba frente al magnífico arquero Rico. Gol blaugrana. El Sevilla se desfondó física y moralmente. En el segundo tiempo extra, en medio de un mar de patadas y faltas sevillanas, Leo sacó otra genialidad de la chistera y dejó a Neymar frente al arco contrario. Dos a cero. Partido sentenciado. La Copa del Rey y el doblete de la Liga son nuevamente, por segundo año consecutivo, del representativo de Cataluña. La batalla ha terminado. Los triunfadores celebran. Atenas ha vencido a Esparta.

sábado, 21 de mayo de 2016

Peña Nieto y la comunidad LGBTTTI

Dicen que se trata de una medida política oportunista de claros tintes electoreros. Dicen, también, que es la usurpación de una vieja demanda de la izquierda. Lo dicen, claro está, los mismos que se asumen como izquierdistas y que, sin embargo, han asumido actitudes mojigatas, reaccionarias y temerosas frente a esta antigua demanda.
  Me refiero, claro está, al hecho de que el presidente Peña Nieto haya enviado al Congreso una iniciativa de reforma constitucional para reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo y de paso reformar el Código Civil Federal, a fin de facilitar los divorcios exprés en todo el país. Dos medidas totalmente progresistas. A esto hay que añadir la histórica (porque lo es) reunión del pasado martes 17, en Los Pinos, entre el propio primer mandatario y la comunidad mexicana de lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, transgénero e intersexuales (LGBTTTI). Porque no fue una reunión tensa o agresiva. Todo lo contrario: resultó amable, cordial, tersa y, a mi modo de ver, una manera de tratar problemas de un modo políticamente civilizado, con diálogo, cordura y respeto, como deberían tratarse todos los problemas que afectan a los mexicanos.
  Sin embargo, ciertos sectores progres se unieron a lo más retrógrado de la Iglesia Católica para condenar las medidas propuestas al Congreso. Todo con tal de desacreditar estas medidas sólo porque provienen del poder ejecutivo y sin importarles que tengan el apoyo de la comunidad LGBTTTI. Ahí está el tuit de Martí Batres, alto dirigente de Morena que navega con bandera de izquierdista: “Ni toda la mota del mundo, ni todos los colores del arcoiris le quitan a @EPN lo traidor a México y lo ratero”, una manera de esquivar el hecho de que su patrón jamás ha querido apoyar los matrimonios gays o la despenalización del aborto.
  Quiéranlo algunos o no, se ha dado un gran paso para evitar la discriminación a quienes tienen preferencias distintas a las heterosexuales. Esperemos ahora que diputados y senadores se comporten a la altura y las aprueben.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 20 de mayo de 2016

La paradójica historia de El Personal

Si hay un grupo de culto en la ciudad de Guadalajara y en buena parte del país es El Personal. Su historia está llena de decires y contradicciones, de rumores y leyendas, de mitos que son verdades y de realidades que son mentiras. Para conocer de manera directa el trayecto de los creadores de “No me hallo”, “La tapatía” y otras canciones llenas de alegre ironía y filosísimo sentido del humor, hace cerca de quince años me trasladé hasta la llamada Perla de Occidente, capital mundial de la birria y las tortas ahogadas, para entrevistar por separado a dos sobrevivientes de esta agrupación: Andrés Haro y Alfredo Sánchez. He aquí este revelador reportaje, a manera de rescate hemerográfico.

Un perfecto galimatías
“El Personal surgió como una derivación de una revista que hacíamos por allá de 1982 o 1983, llamada Galimatías”, cuenta Andrés Haro, quien por cierto no guarda parentesco alguno con el líder histórico del grupo, el fallecido Julio Haro. Y continúa: “La revista era de un humor guarro y tuvo un éxito total. Publicábamos mil ejemplares, ochocientos que se vendían en la librería Gandhi del DF y aquí en Guadalajara nos arrebataban los otros doscientos. Era un proyecto independiente, autofinanciado, en el cual participaban moneros y escritores. En ese tiempo yo era el bajista del primer grupo de Gerardo Enciso. Por su parte, Julio Haro cantaba canciones de la trova cubana pero con la letra cambiada, cosas así como: ‘Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que lavártelo bien’ y le dije un día: ‘Oye, tú cantas y aparte eres chistoretón, ¿por qué no nos juntamos para hacer algo’. Me dijo que sí, nos empezamos a juntar y salieron cuatro hijitos maravillosos: ‘Dale de comer al conejito’, ‘El último camión’, ‘Broche de oro’ y ‘Centerfold Blues’. Las cuatro canciones las hicimos en una grabadora multitrack, porque ni siquiera había grupo. Yo tocaba la guitarra y el bajo, programaba las maquinitas y Julio hacía las letras y cantaba. La grabación llegó a manos de un ‘productor’: el Mongo. En ese momento él estaba programando grupos en un antro del DF que se llamaba El Nueve y nos invitó a tocar ahí. Le dijimos que no teníamos grupo y él dijo: ‘Pues ármenlo’ y yo: ‘Pues qué güeva’. Nos comentó que debutaríamos con La Maldita Vecindad que en ese momento iba a hacer su primer demo y al que nadie conocía tampoco. Le dije al Mongo que nos diera tres meses para hacer más rolas y así lo hicimos. Compusimos otras cinco y arreglamos un cover de Rockdrigo, quien acababa de morir. Te estoy hablando de noviembre de 1985. Hicimos ‘Metro Balderas’ pero en una versión reggae y nos fuimos a México y debutamos en El Nueve. La gente se volvió loca, le fascinó el grupo y de ahí nos regresamos a Guadalajara y le seguimos. Aquello empezó solito a crecer y crecer y llegó un momento en que le dije a Julio que necesitábamos músicos de a de veras e invitamos entonces a un baterista muy bueno que se llamaba Pedro Fernández y a un tecladista, Alfredo Sánchez, que ya desde entonces era una institución. Entonces se consolidó la banda y era la locura generalizada”.

“Qué horrible”
Por su parte, el mencionado Alfredo Sánchez narra: “Fui invitado a El Personal para una presentación importante para la cual el entonces joven grupo necesitaba refuerzos. Ensayé con ellos, toqué una vez y ya no me salí. No es que fueran precisamente buenos (de hecho, la primera vez que los oí pensé: ‘qué horrible’), pero eran divertidos y hacían cosas diferentes. Cuando los conocí eran mayores sus limitaciones técnicas que sus virtudes instrumentales. Tenían todos, eso sí, un enorme gusto por músicas muy variadas y en ese momento estaban particularmente cerca de un género –el reggae– que habían asumido un poco como bandera en una época en que no estaba de moda. Pero entre sus influencias se podían percibir también ecos del arrabal, sonidos guapachosos, reminiscencias de grupos desmadrosos como los Xochimilcas o Botellita de Jerez. Además había en ellos ingredientes inconseguibles en las agrupaciones de rock: frescura, desparpajo, originalidad, nada de solemnidad pero, al mismo tiempo, seriedad en el trabajo. De hecho, no se podría pensar en El Personal como en un grupo de rock aunque algunos de sus integrantes tuvieran la secreta ambición de llegar a ser pop-stars”.
  Sánchez describe a sus entonces flamantes compañeros: “El grupo contaba con Andrés Haro –‘El Boy’- en el bajo, Óscar Ortíz en la guitarra y Alejandro López Portillo –quien sería suplido más adelante por Pedro Fernández– en la batería. Y sobre todo tenían como cantante a un músico intuitivo que conocía de pe a pa a Tin Tán, Chelo Silva y Bob Marley, que escribía textos filosos e irreverentes, que había hecho incursiones en la pintura, el teatro y la radio y que, en mi opinión, contribuyó a que el grupo pintara su raya en relación a las agrupaciones roqueras convencionales. Un personaje único, pues: Julio Haro”.
  Respecto a cómo surgió el nombre de la agrupación, Andrés Haro asegura que “lo de El Personal se lo puse yo, porque éramos una bola de amigos y llegábamos a las fiestas y nos decían: ‘¡Ya llegó el personal, una bolotota de gente!’”. Y prosigue: “Tuvimos muchísimo éxito. Se hicieron canciones como ‘Nosotros somos los marranos’ que fue como nuestro himno y ‘No me hallo’ que dio nombre al primer disco. Entonces surgieron las ofertas para grabar, entre ellas la de Pentagrama, pero Julio optó por hacer el disco con una amiga que tenía un bar en Puerto Vallarta. Estoy hablando de 1987. Editamos mil copias en acetato. La disquera Caracol existió para ese disco y desapareció”.

Los días contados
“Cuando iniciamos El Personal, sabíamos que Julio tenía los días contados”, comenta Andrés Haro. “Su chavo, José Manuel, acababa de morir, aunque en ese momento nadie sabía que había sido por el sida. Pero resulta que en 1989 Pedro, el baterista, se puso muy mal. Era también seropositivo y de repente decidió que ya estaba jodido y empezó una onda de autodestrucción muy pesada. Lo hospitalizaron en septiembre y un mes y medio después se murió. Ahorita lo cuento tranquilo porque ya pasaron muchos años, pero en ese momento no nos la acabábamos. De hecho, en los últimos conciertos que dio El Personal tocamos con una maquinita de ritmos, porque Pedro estaba hospitalizado Y aun cuando empezamos a calar a otros bateristas, estábamos completamente destrozados y en ese momento Julio se empezó a poner también muy mal, se empezó a ir para abajo, hasta que se murió de sida”.
  Para Alfredo Sánchez, sin embargo, el final del grupo se dio antes de las muertes de Fernández y Haro: “El Personal, el primer Personal –para muchos, yo entre ellos, el único Personal– tuvo una vida corta, conflictiva y con matices trágicos. Dicen algunos que ese es el signo de los buenos grupos. Cuando se pensó en grabar el primer disco surgieron también los primeros desacuerdos –no musicales, por cierto, sino administrativos, organizativos, qué sé yo– que desembocaron en una primera desbandada que, por fortuna, duró poco. Sin embargo el germen del conflicto ya estaba instalado y poco a poco las discusiones se volvieron interminables y los desacuerdos irreconciliables. Había ocasiones en las cuales se invertía mucho más tiempo en tratar inútilmente de ventilar las diferencias que en ensayar nuevas canciones. Para colmo, la dueña de la disquera Caracol, que se había estrenado con aquel legendario disco, desapareció misteriosamente cuando se planeaba una nueva producción. Vino después la enfermedad y posterior muerte del baterista Pedro Fernández. Ya no hubo modo de seguir. Para mí, la historia termina cuando, ya con El Personal desintegrado, Julio y yo intentamos un nuevo grupo –un dueto–; Los Lagartos nos llamaríamos. Comenzamos a planear cosas pero al poco tiempo Julio enfermó y ya no se recuperó”.

La importancia de llamarse Julio Haro
¿Qué significaba Julio Haro dentro de El Personal? ¿Era la figura más importante? ¿Acabó el grupo luego de su triste fallecimiento? Alfredo Sánchez piensa que sí: “ No creo exagerar al decir que Julio era El Personal. No minimizo las aportaciones de los demás, todos contribuíamos en la medida de nuestras posibilidades y limitaciones; sin embargo, el grupo podría haber prescindido de cualquiera menos de Julio. De hecho esa es la razón por la cual los intentos de reagrupación, posteriores a la muerte de Julio, fracasaron. Se podía intentar de todo: reclutar a músicos más capaces, seguir componiendo en una línea desmadrosa e irreverente, tener al frente a un cantante con mayor capacidad vocal, pero lo principal era imposible de recuperarse. Y eso tenía nombre y apellido”.
  Por su parte, Andrés Haro quiso continuar con el proyecto, se asoció con Modesto López de Discos Pentagrama y grabó tres discos más, aparte de la reedición del No me hallo, el cual también fue publicado en España por la disquera independiente Pulques y permitió al grupo, con una nueva formación que sólo incluía a Andrés como integrante original, presentarse en la Madre Patria. Por cierto que uno de los nuevos miembros, el vocalista Lalo Parra, también era seropositivo y moriría de sida.

Las letras de El Personal
Si algo distinguió a El Personal fue la inteligencia y la gracia de sus letras. Dice Alfredo Sánchez: “Como letrista, Julio era ingenioso y ocurrente, sabía rimar y escribir décimas. Tenía una cultura musical amplia, herencia de sus años en el norte –había nacido en San Luis Río Colorado, Sonora, de donde su familia se trasladó a Guadalajara– y un sentido innato para mezclar buenas ideas musicales y letrísticas. Sus canciones podían lo mismo desternillar de risa al público que asistía a los conciertos en la Peña Cuica-Calli (prácticamente el único lugar donde se presentaba el grupo) que provocar la indignación de las buenas conciencias tapatías. Había en sus letras divertidas referencias sexuales, descripciones de la gastronomía regional, sarcásticas ‘reflexiones existenciales’, ingenuas declaraciones de amor con jiribilla”.
  ¿Qué es lo que queda de la leyenda de El Personal? ¿Sigue siendo un grupo trascendente a casi treinta años de la aparición de No me hallo, sin duda uno de los discos fundamentales en la historia del rock en México? Habla Andrés Haro: “El No me hallo se sigue vendiendo. Trae ‘Niño déjese ahí’ que es nuestra contribución a la terapéutica Gestal. Esa letra salió en el libro Los cien más cachondos rocanroles de las lenguas españolas de Federico Arana. Hemos salido en 25 recopilaciones, estamos en la enciclopedia temática de Jalisco, etcétera, etcétera. Para haber sido una burla, un atentado a los valores musicales, pues no estuvo tan mal.  Me da mucho gusto que se sigan vendiendo los discos a pesar de que la banda ya no existe”.
  Por su lado, Alfredo Sánchez concluye: “Siempre he pensado en lo paradójico de que un grupo tan divertido y antisolemne como El Personal estuviera marcado de manera tan brutal por la tragedia. Sin embargo, siempre que recuerdo toda aquella locura, no puedo evitar sonreír, como seguramente sonríen quienes vuelven a escuchar las canciones de Julio Haro”.

(Reportaje que escribí y publiqué originalmente en 2001, en la revista La Mosca en la Pared, y rescate ayer jueves en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos).

jueves, 19 de mayo de 2016

Vivir en los 90

Por Julio Patán

¿Recuerdan lo que significó vivir en los 90, particularmente para quien había decidido ganarse la vida en los medios impresos? Sobrevivían unos cuantos encartes culturales, pero los veteranos del gremio te veían con mirada triste, detrás de un vaso de whisky malón (el TLC no combinaba con las cubas), y decían que las cosas ya no eran como antes, cuando los suplementos, comandados por los figurones de la intelectualidad, tenían dinero. Los 80 le habían inyectado prestigio al “rock en tu idioma”, pero la industria editorial en torno a ese fenómeno simplemente no salía de la marginalidad y revistas de orden cultural con peso había dos, Nexos y Vuelta, insuficientes para la inagotable cargada de poetas impulsados por las becas estatales, como si -igual que pasa en Cuba con los médicos- hicieran falta tantos auteurs por cada cien mil habitantes.
  Para acabarla de joder, Marcos había asomado las narices por las Cañadas. Esto, en términos de sobrevivencia periodística, significaba o alinearte con el utopismo indigenista o ver divididas entre dos tus posibilidades de publicar al menos una miserable reseña de a 100 pesos, por la guerra fría entre los medios. Pero lo más doloroso, en ese contexto, era tratar de ligar. Quienes teníamos veintitantos y no estábamos convencidos de que las comunidades indígenas contenían el secreto de la felicidad, vimos cómo al roquero local se sumaba otra galería de competidores sexuales inéditos, improbables, repelentes: antropólogos sexagenarios que sin embargo te podían llevar de la mano a conocer las comunidades, compañera; veteranos del análisis político con cara de “¿A poco pensaban que el capitalismo había triunfado?”, vascos que habían cambiado la heroína por la revolución (las adicciones no se dejan, se reemplazan)...
  Evocaba esos años pesadillescos al releer Matar por Ángela, la adictiva, irreverente, precisa novela que Hugo García Michel vuelve a publicar con Lectorum. Porque a ese mundo pertenece Gazca, un periodista musical enamorado sin esperanza de una fotógrafa joven, un hombre capaz de, por amor, maquinar, irreprochablemente, incluso un asesinato y que nos recuerda a muchos la vida de entonces, tan sufridita. Maldito Hugo, qué talentos. Porque eso, “recordar” en serio su vida al lector, como él, es el arte dificilísimo de la sátira.
  Decían los compañeros de mesa en la presentación, particularmente Ciro Gómez Leyva, que el libro tiene evidentes raíces autobiográficas. Ok. Pero que me explique por qué entonces Hugo, el maldito Hugo, además de todo vive rodeado de mujeres.

(Texto publicado por mi querido Julio Patán en su columna de cada martes en Milenio Diario).

miércoles, 18 de mayo de 2016

The Doors

La contradicción es el signo de los Doors, el grupo que representó la ruptura con las ideas de armonía, amor y paz que imperaban en la llamada década dorada, los sesenta, el utópico decenio de la revolución cultural, el antibelicismo, la psicodelia, el uso abierto e ilusorio de drogas, el amor libre, la crítica a lo establecido. Con la poderosa figura de Jim Morrison al frente -y el ineviable lugar común de llamarlo el Rey Lagarto- y tres músicos de primer nivel como base -Ray Manzarek en los teclados, Robbie Krieger en la guitarra y John Densmore en la batería-, los Doors consiguieron en escasos cuatro años convulsionar al mundo del rock y lograr que su música se distinguiera de la del resto de las agrupaciones de aquel tiempo, incluso de las más aparentemente densas y vanguardistas.
  Con sólo seis discos grabados en estudio, la formación original tuvo un inicio fuera de serie con un álbum prácticamente perfecto. Por desgracia, los conflictos internos y, muy en especial, la personalidad depresiva y adictiva de Morrison condujeron a que poco a poco el cuarteto entrara en un tobogán y que al final la caída en picada fuera inevitable. Con todo, durante el lapso de poco menos de un lustro en el cual la vela duró encendida, hubo instantes de genio y sensibilidad, momentos de arte y creación que hicieron que, a final de cuentas, todo el desgaste, todas las tensiones, todos los resquemores e incluso todas las tragedias, valieran la pena,
  Jim Morrison es hoy día, a más de treinta años de su muerte, uno de los iconos indiscutibles de los sesenta y del siglo XX todo. Al lado de la del Che Guevara, la imagen de su rostro, con la mirada desafiante y la cabellera ondulada flotando al viento, es inconfundible y amada en todos los sectores económicos, sociales y culturales del mundo. En nuestro país, Morrison sigue siendo un ídolo de multitudes que ha trascendido ya a verias generaciones. ¿Quién piensa en sus defectos, quién se acuerda de sus errores (quién se acuerda igualmente de los defectos y los errores del propio Che?). El tiempo que todo lo borra hace que las cosas malas se desvanezcan y sólo quede el buen recuerdo de ciertos personajes. Morrison es uno de ellos y sobrevivirá a la posteridad.

(Prólogo que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 3, publicado en septiembre de 2003)

martes, 17 de mayo de 2016

Radiohead y su alberca en forma de luna

Desde hace cerca de veinte años, vengo sosteniendo que en el rock ya es imposible crear algo nuevo y que el último sonido realmente original fue el de Radiohead en su álbum Ok Computer de 1997. A partir de ahí, todo lo que se ha creado suena a algo que ya existió, a algo déjà ecouté. Inventar el hilo negro, al menos en este género, resulta, a mi modo de ver, una utopía.
  Esto se aplica, por supuesto, al propio Radiohead, el cual con todo y la alta calidad de su disco inmediatamente posterior, el Kid A de 2000, empezó a repetirse y a hacer una música que iba de lo pretensioso a lo tedioso. Así pasaron obras como Amnesiac (2001), Hail to the Thief (2003), In Rainbows (2007) y The King of Limbs (2011), entre otras, que sólo entusiasmaron a los seguidores más o menos aferrados del quinteto originario de Oxford, Inglaterra.
  Profusa y confusamente anunciado con bastante antelación, llega ahora A Moon Shaped Pool (XL, 2016), su noveno opus en estudio, un trabajo que sin alcanzar las alturas artísticas de Ok Computer y Kid A (y tal vez incluso del The Bends de 1995), sí consigue recuperar lo mejor del grupo y regresarlo a una esencia quizá menos experimental, pero más cálida, entrañable y hasta humana, lo cual es de agradecer.
  Thom Yorke, Jonny Greenwood y compañía han conseguido juntar once composiciones más o menos antiguas, pero que nunca habían grabado en un disco, y hacerlas sonar como si fuesen nuevas. El logro es tan bueno que a pesar de que los temas fueron ordenados por orden alfabético, suenan perfectamente conjuntados.
  Hay asimismo una mayor variedad sonora, dado el uso de instrumentos como las guitarras acústicas que ayudan a suavizar el empleo de instrumentaciones electrónicas. Por otro lado, la voz de Yorke no flota tanto y se ajusta más a las armonías instrumentales.
  De esta oncena de piezas, destacan “Decks Dark”, “Desert Island Dirt”, “Glass Eyes” y “Full Stop”. También es notable el arreglo a un tema de 1995 que suelen incluir en sus conciertos y jamás había sido grabado en estudio: “True Love Waits”.
  Un disco excelente, un bienvenido regreso de Radiohead.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio", en la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 16 de mayo de 2016

Hal Roach

Una breve nota, perdida en las secciones de espectáculos de algunos diarios, dio cuenta de la mala nueva: Hal Roach, uno de los grandes creadores del cine cómico mudo, falleció a los cien años de edad, debido a una complicación en los pulmones. Triste noticia sin duda, ya que Roach fue, entre muchas otras cosas, el hombre que estuvo detrás de tres leyendas cinematográficas: Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy.
  Nacido el 14 de enero de 1892, Harold Eugene Roach ingresó al cine como extra, realizando papeles de jinete en cintas del Oeste. Intentó ser actor, pero su poca preparación dramática y su físico nada propicio lo convencieron de buscar otros caminos, concretamente los de director y productor. Entre sus primeros trabajos se encuentran varios cortos con Lloyd, todos los cuales fueron un sonado fracaso. Sin embargo, años más tarde y después de una ruptura entre ambos, el gran Harold retornó a la compañía de Roach y juntos crearon el inolvidable personaje que inmortalizó al cómico: el hombrecillo de los lentes.
  Sin embargo, la mayor contribución del recientemente fallecido fue la de haber unido en feliz matrimonio artístico a Laurel y Hardy, El Gordo y El Flaco, que antes de eso trabajaban cada uno por su cuenta sin pena ni gloria. Hal Roach descubrió la genial complementaridad de Oli y Stan y con ellos produjo una enorme cantidad de cintas que nos siguen haciendo reír por su humor fresco, desenfadado y muchas veces (por fortuna) anárquico, descabellado y nihilista. Baste recordar la extraordinaria Big Business (1929), producida por Roach y dirigida por J. W. Horne, fantástica película muda cuyo título inicial rezaba:, "La historia de un hombre que puso la otra mejilla... y fue golpeado en las narices". Aquí, Laurel y Hardy tienen una pequeña discusión con el espléndido cómico James Finlayson, a quien intentan vender un árbol de navidad. La discusión degenera en riña y va creciendo en intensidad y violencia desatada conforme avanza el filme. Al final, la pareja destruye regocijantemente la casa del calvito bigotón, quien a su vez acaba con el carro de sus rivales. Una desternillante maravilla.
  En su libro La Risa Loca, Paco Ignacio Taibo I menciona algunas peculiaridades de lo que llama el "estilo Roach": "Creación de héroes cómicos con características psicológicas muy definidas; un cine más calmado, en el que los momentos de tensión no vienen dados tanto por la velocidad de los acontecimientos, como por la densidad de los mismos; una mayor atención a los argumentos que están considerados como un fondo sobre el cual se instalan los gags que le darán vida. Hay (aquí) una curiosa carga de elementos que, usados de forma razonable, desembocan en la irracionalidad más absoluta.
   El estilo de Hal Roach se contraponía notoriamente al de ese otro genio que fue Mack Sennett, quien se distinguía por su forma lineal, frenética, en ocasiones caótica y siempre basada en locas persecuciones (cómo no recordar a los maravillosos Keystone Cops). Ambos fueron enormes creadores, feroces competidores, pero a final de cuentas verdaderos caballeros. Porque como lo dijo el propio Sennett: "Usted, Roach, es mi único rival".
  Hal Roach se ha ido con un siglo de vida sobre sus espaldas. El lugar común nos obligaría a escribir que, sin embargo, su obra perdurará por siempre. Y sí: ésa es la verdad.

(Publicado el jueves 5 de noviembre de 1992 en mi columna "Bajo presupuesto" de la sección cultural de El Financiero)

domingo, 15 de mayo de 2016

Ella y el final de mi novela

Hoy por la tarde viví uno de esos momentos altamente conmovedores y felices que raras veces se dan. Ella vino a leer conmigo, en voz alta, los dos últimos capítulos de mi novela y fue, como cuando leímos capítulos anteriores, algo muy bello y divertido. Pero cuando llegamos al final-final de mi escrito y cuando ella leyó las últimas líneas (nadie las había leído aún y yo no estaba seguro del todo de haberlo terminado bien), en su preciosa voz sonó todo tan lleno de entrañable emoción que me produjo un inesperado nudo en la garganta y algunas lágrimas asomaron a mis ojos. Fue algo tan extraño como maravilloso. Su abrazo al verme así es algo que le agradeceré toda mi vida. Estoy seguro de que el espíritu de mi abuelo y tal vez también el de mi padre estaban ahí como conmovidos y sonrientes testigos. Sí, otra vez apareció la magia. Pocas personas son capaces de producirla. Como ella.

sábado, 14 de mayo de 2016

El discurso del odio

Lleva largo tiempo pregonando el discurso del odio. Descubrió que al alentar el rencor social, al tratar de explotar la rabia contenida y la frustración de tantos, al fomentar que broten la ira y el deseo de revancha, lograría un mayor número de simpatizantes. Ese fue el camino que tomó y que poco a poco le fue redituando dividendos para La Causa, esa causa absolutamente personal y egocéntrica que intenta hacer pasar como colectiva.
  Así, desde el primer momento fue sumando seguidores. Fanáticos, en el más estricto significado de la palabra. El odio se encuentra de tal modo arraigado en tantos conciudadanos que es como pólvora seca en espera de un chispazo que la encienda. De ahí que cultive un discurso de extrema demagogia, de un populismo agreste, de un fácil efectismo que atrae hacia él los reflectores de los medios y de las redes sociales.
  Si no se tratara de algo tan serio y el tipo no tuviera posibilidad alguna de alcanzar la presidencia, muchos de sus dichos podrían tomarse a broma y no tendríamos que hacerle demasiado caso. Sin embargo, no es así y las encuestas señalan que cuenta con considerables probabilidades de conseguir lo que con tanto ahínco ha buscado.
  Su dudoso carisma, combinado con una ignorancia supina, se mezclan para dar como resultado a un personaje que puede resultar irritante para amplios círculos de votantes, pero que atrae a otros que se identifican con la pobreza de su vocabulario y hasta con la torpeza de su lenguaje corporal; eso para no hablar de su voz tipluda, su acento poco común o su personalidad al mismo tiempo agresiva y paternalista.
  Cerril y retrógrada, fascina de la manera más extraña a gente que uno supondría inteligente y cuerda. Pero sus delirios son contagiosos y permean en el ánimo de muchos que se dicen cansados del sistema imperante. ¿Es un peligro para México? Por supuesto que sí.
  No falta tanto tiempo para que sepamos a qué atenernos y si los electores le otorgarán el triunfo. Esperemos que no sea así y que el loco se quede en la orilla de un mal sueño. Ojalá que nunca llegue al poder. Ojalá que como apareció se vaya el inenarrable y pesadillesco Donald Trump.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)

viernes, 13 de mayo de 2016

Gang of Four / Entertainment! (1979)

Poderoso, trepidante, sin concesiones, post punk de tintes radicales que influiría a las generaciones venideras de grupos de rock, el disco debut de La Banda de los Cuatro es una obra impresionante que no ha perdido la menor vigencia y merece ser conocida y valorada con carácter de urgente. Uno de los álbumes más subversivos de la historia.

Mejor tema: “Anthrax”

miércoles, 11 de mayo de 2016

Mi abue Lupe con mi papá y mi tío Gustavo

Una preciosa foto que calculo debe ser de 1925 o 26. Es en la casona de Mixcoac donde vivían mis abuelos, mi padre y sus hermanos antes de mudarse a la Quinta Guadalupe, en Tlalpan. Mi papá es el niño grande de cabellos chinos y mi tío Gustavo, el bebé que mi abuelita sostiene sobre la barda del corredor. Me pregunto si la foto la tomó mi abuelo o algún fotógrafo que contrataron.

martes, 10 de mayo de 2016

Canciones a madres

O sea, canciones a las madres o canciones para las madres.
  Hoy, 10 de mayo, es Día de la madre que es decir el día en que a muchos les brota lo edípico, a otros lo culposo y a otros (la minoría) lo noble y lo sincero.
  Recuerdo con ingratitud musical esta fecha porque, entre 1970 y 1974, fui vilmente explotado durante horas por el grupo de amigos al que pertenecí en mi adolescencia tlalpeña. Dado que junto con otros dos compañeros éramos los únicos que sabíamos rascar más o menos la guitarra, se nos forzaba a tocar “Página blanca”, “Reloj” y “Las mañanitas” en una veintena de casas de los cuates que no sabían tocar, pero quienes mediante berridos que pretendían ser cantos querían rendir homenaje a sus santas mamacitas. Era una joda terrible, pues durante horas y sin descanso repetíamos una y otra vez esas canciones del repertorio populachero. ¿Nuestra paga? Tocarlas también ante nuestras respectivas madres (a la mía, por cierto, le chocaba que le llevaran serenata).
  Recuerdo esos tiernos pasajes de juventud en este día que los mexicanos llevamos grabado hasta el tuétano (y no hablemos de los festivales escolares a las madrecitas o de las películas mexicanas de la llamada época de oro, con Sara García y Marga López como prototipo fatal de la madre mexicana) y se me ocurre recordar quince canciones del rock anglosajón en las que se toca –para bien y para mal– el tema materno. Ustedes seguramente recordarán varias de ellas. Helas aquí.
  1. “Mother” (John Lennon). 2. “Julia” (John Lennon). 3. “Mother” (Pink Floyd). 4. “Mother’s Little Helper” (The Rolling Stones). 5. “Mama Kin” (Aerosmith). 6. “Tie Your Mother Down” (Queen). 7. “Mama” (Genesis). 8. “Your Mother Should Know” (The Beatles). 9. “Mother and Child Reunion” (Paul Simon). 10. “Mama I’m Coming Home” (Ozzy Osbourne). 11. “Treat Your Mother Right” (Mr. T.). 12. Mama Says” (The Beach Boys). 13. “Mother” (Danzig). 14. “Mama Liked the Roses” (Elvis Presley). 15. “A Song for Mama” (Boyz II Men).
  Y como pilón, “Mi suegra llegó” de los Teen Tops.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 9 de mayo de 2016

Espejo sin poema

Alguna vez conté aquí, creo, que cuando en octubre de 2011 terminé mi más reciente relación (ya llevo cuatro años y medio solterín), mi ex me escribió un poema de despedida, con un plumón, en el espejo del baño (ver foto). No me atreví a tocarlo por años. Algunas amigas que van a mi casa me decían que lo borrara, que era una manera de mantenerme atado a esa relación, y otras, por el contrario, me decían que era muy bonito y que lo dejara. Entre esas dos opiniones me balanceaba y no quitaba una sola letra. Hasta que hace dos o tres meses, otra amiga me convenció al fin de desaparecerlo y me sugirió que, para que no me resultara difícil, fuera borrando una letra cada día. Así lo hice: cada mañana, después de bañarme, quitaba una letra al azar. De ese modo, fui desapareciendo el poema. El pasado domingo 1 de mayo, sólo quedaba del mismo el dibujito de un corazón. No quise ser yo quien lo borrara y decidí que debía hacerlo una amiga que realmente fuera muy importante para mí. Se lo pedí a P (no aquella P de hace ocho o nueve años, sino la preciosa P de ahora). Ella accedió y ese primero de mayo que la invité a comer, hace ocho días, borró el último vestigio del poema. Me pareció muy significativo e importante que precisamente ella haya quitado la última señal que quedaba en el espejo de una relación que fue importante, pero que es, ya, parte del pasado.
  Para leer el poema original, he aquí este post de 2012: http://garciamichel.blogspot.mx/2012/12/mensaje-en-el-espejo.html

domingo, 8 de mayo de 2016

Bello domingo en la Quinta Guadalupe

Después de mucho tiempo, volví a la que fue la casa de mis abuelos paternos, mi entrañable y amada Quinta Guadalupe, en Tlalpan. Acudí porque la casona donde vivieron también mi padre y sus hermanos y en la que pasé innumerables días de mi infancia y mi adolescencia (durante años me quedaba a dormir ahí cada viernes y sábado, al lado de mis primos Gustavo, Martha y Marcela), porque la menciono muchas veces en la novela que acabo de escribir sobre mi abuelo Emiliano.
  Quise ir con Paulina, quien ha sido parte de la novela de diversas maneras, y Gustavo (que es ahora el que vive en la casa) nos invitó. Coincidió la visita con una fiesta familiar por el cumpleaños de un sobrino nieto del propio Gus (y nieto de mi prima Martha). La pasamos de maravilla. Cominos rico. Nos recibieron muy bien y vi a parientes y casi parientes a los que tenía mucho de no ver. Fue un gran domingo.

sábado, 7 de mayo de 2016

Frijol con gorgojo

Suelo dormir con la radio encendida en las noticias y esa noche así lo hice. Entre sueños, escuché una voz más que conocida a fuerza de estarla oyendo desde hace más de quince años, una voz de acento inconfundible, chillona hasta la irritación:
  “Que no te vuelvan a engañar. Los dos pertenecen a la misma mafia. La única diferencia es que unos son rateros y los otros son ladrones. Pero sí hay de otra: Morena es honestidad. Tenemos tres principios que nos guían: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo. Y recuerda: es mejor tener trabajo y bien pagado que recibir por el voto una lanita o una raquítica despensa. Frijol con gorgojo. No vendas tu libertad. Morena es la esperanza de México”.
  El spot me despertó con escalofríos y me impidió conciliar de nuevo el sueño. Puse la tele y ahí estaba de nuevo, sólo que ahora veía al personaje que repetía lo mismo, con un lenguaje corporal como de orador de escuela primaria, sobre todo en el remate con los bracitos alzados y los puños cerrados (con muy poca convicción actoral).
  ¿Cómo analizar ese texto? ¿Quién demonios se lo escribió al don? ¿Lo hizo él mismo? ¿Contrató a alguna agencia patito? Frases cortas y más o menos inconexas. Algunas no muy claras (cuando se refiere a “los dos” que pertenecen a la misma mafia, ¿a quiénes se refiere? ¿Al PRI y el PAN? ¿A Televisa y Azteca? ¿Al América y las Chivas? Sabrá Dios, pero dice que la única diferencia es que unos son ladrones y los otros rateros. Humorada fallida, porque ladrones y rateros son sinónimos y por tanto no hay diferencia alguna.
  Lo de los tres principios, lejos de entusiasmarme, me deprime por su pobreza conceptual. ¿Ese será su programa de gobierno, el bíblico no mentirás, no robarás y no traicionarás? ¿Con eso será suficiente para gobernar a una nación?
  Y luego lo más misterioso del asunto: la fijación con el frijol con gorgojo, frase que ya ha aparecido en otros spots del mismo personaje. ¿Le daban frijol con gorgojo de chiquito y de ahí proviene su rencor social? ¿Garantizará a todos los mexicanos que a partir de 2018 nuestros frijoles estarán libres de esa plaga?
  Necesito saberlo para decidir mi voto.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

viernes, 6 de mayo de 2016

Fin de la nueva novela

Siendo la una de la mañana con 51 minutos del día 6 de mayo de 2016, declaro solemnemente que he finalizado la novela sobre la vida de mi abuelo Emiliano, justo hoy que se cumple un mes de la fecha de su natalicio (nació el 6 de abril de 1876). Siento un pequeño vacío y una gran extrañeza. Si bien aún me falta darle una revisión general, el primer borrador (que cambiará mínimamente) ha quedado terminado y lo voy a añorar. Gracias, querido abuelo a quien nunca conocí y al que ahora creo conocer tan bien

jueves, 5 de mayo de 2016

Quinta sesión

Seguimos con las sesiones de grabación de lo que posiblemente pueda ser mi disco. Hoy fue la quinta sesión y grabamos los bajos de dos de las canciones más adelantadas: "Gatos de arrabal" y "Amanecer". Mi querida amiga Aura se hizo cargo de los bajeos y creo que quedó todo muy bien. Como siempre, Iris y Jehová de lujo (incluida una deliciosa agua de horchata que nos preparó ella). Muy buena tardenoche.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Cinco discos fundamentales de Bob Dylan



The Freewheelin’ Bob Dylan (1963)
El paso gigantesco que dio Dylan de su primero a éste, su segundo disco, en tan sólo un año, es sorprendente. The Freewheelin’... es una pequeña obra maestra, con composiciones excelentes, un disco de folk que iba más allá del folk sin abandonar al folk. El Bob Dylan rocanrolero aún no estaba presente, pero por debajo del agua prometía surgir en cualquier momento. He aquí a un joven creador de escasos veintidós años, capaz de crear melodías sencillas, enmarcadas por armonías repetitivas pero absolutamente novedosas. Sin embargo, eso no era tan importante como la calidad y profundidad de sus letras, imbuidas de las inquietudes sociales de la época, pero construidas por medio de una vena poética hasta entonces inédita. De ahí temas esplendorosos como los inmortales “Blowin’ in the Wind” y “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” o bellezas como “Girl from the North Country” y “Don’t Think Twice Is Alright”. Un disco pasmoso.


Bringing It All Back Home (1965)
La primera obra maestra de Bob Dylan. Se trata del paso lógico después del Another Side de 1964, un paso hacia una mayor amplitud de miras, un paso que lo acercaba cada vez más al rock y lo alejaba del folk ortodoxo. Es el álbum que de muchas maneras replanteó las reglas para escribir rock. El plato se divide en dos partes perfectamente delimitadas. La primera es rocanrolera y con instrumentos eléctricos y contiene temas explosivos como las sensacionales “Subterranean Homesick Blues” y “Maggie’s Farm” y canciones de amor de gran hermosura como “She Belongs to Me” y “Love Minus Zero/No Limit”. La segunda parte, en cambio, es muy folk, pero las letras ya no eran las mismas de la época militante del cantautor. Las cuatro canciones de ese lado B son extraordinarias, verdaderos clásicos, pero el formato y el contenido muy poco tenían que ver con la influencia de Woodie Guthrie. Piezas como “Mr. Tambourine Man”, “Gates of Eden”, “It's Alright, Ma (I'm Only Bleeding)” e “It's All Over Now, Baby Blue” demostraban que, en efecto, los tiempos para Dylan estaban cambiando… y en la mejor de las formas.

Highway 61 Revisited (1965)
Bringing It All Back Home forma parte de la trilogía de álbumes más trascendentales de la discografía dylaniana, trilogía que continúa con este Highway 61 Revisited, trabajo que termina de consolidar el movimiento hacia el rock que el músico había emprendido y lo hace con una perfección asombrosa. Para muchos la obra cumbre del músico, esta “revisitación” a la ruta 61 es un disco extraordinario de principio a fin. Ocho cortes a cual más de bueno (desde “Tombstone Blues” hasta “Desolation Row”, pasando por “It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry” y “From a Buick 6”, “Ballad of a Thin Man”, “Queen Jane Approximately”, “Highway 61 Revisited”, “Just Like Tom Thumb’s Blues” y un corte que revolucionó la manera de escribir canciones en la música popular, la absolutamente genial “Like a Rolling Stone”.

Blonde on Blonde (1966)
Tercera y última parte de la gran trilogía dylaniana, Blonde on Blonde fue uno de los primeros álbumes dobles de la historia del rock. Estamos frente a una cumbre del arte musical del siglo veinte. Tal vez lo que hace diferente a Blonde on Blonde sea más que nada la finura de su sonido. Si Michael Bloomfield había dado al disco anterior su estilo secamente bluesero de tocar la guitarra, ahora Robbie Robertson ponía todo su talento guitarrístico al servicio de una grabación perfectamente producida, con enormes temas y un sorprendente sentido de la totalidad. Blues, folk, country, rock se fusionan de manera exacta y perfecta a lo largo de las catorce composiciones que conforman el doble vinil. No hay una sola pieza floja. Blonde on Blonde empieza triunfalmente con “Rainy Day Women #12 & 35” y prosigue por la misma senda, con temas fenomenales como “Pledging My Time”, “Visions of Johanna”, “Leopard-Skin Pill-Box Hat”, “Stuck Inside of Mobile with the Memphis Blues Again”, “Most Likely You Go Your Way (And I'll Go Mine)” y esas maravillas que son “Absolutely Sweet Marie”, “I Want You” y “Just Like a Woman”. Un trabajo superior.

Blood on the Tracks (1975)
El disco del divorcio. El disco del dolor que provoca una separación amorosa. El disco en el cual Bob Dylan se enredó en la tristeza. El músico respira por la herida en este álbum lleno de pasión, entraña, dulzura, nostalgia, melancolía. Blood on the Tracks es un trabajo fuera de serie. Musicalmente se trata de una obra tranquila, semiacústica, llena de paz. Son las letras las que nos hablan de un corazón herido, lastimado, aunque finalmente esperanzado. Pero no lo hacen de manera abierta y explícita. La poesía de Dylan, sus metáforas muchas veces alegóricas e incluso herméticas están presentes para que el dolor no sea tan evidente y lo descubramos entre los desangrados tracks del disco. Todas las canciones son hermosas y conmovedoras, pero hay algunas que brillan aún más, como “Tangled Up in Blue” que abre el álbum o “Simple Twist of Fate”, “Idiot Wind”, “Meet Me in the Morning” y la inconmensurable “Shelter from the Storm”. Como dijo un reseñista norteamericano acerca de Blood on the Tracks: “Dylan hizo álbumes más influyentes que éste, pero nunca hizo uno mejor”.

(Publicado este mes en mi columna "Gato encerrado" del periódico El Vigía, de Ensenada, Baja California).

martes, 3 de mayo de 2016

Roqueros ayotzis

A lo largo de los años, en especial a partir de la década de los ochenta de la pasada centuria, muchos músicos inscritos en eso que se sigue llamando rock mexicano se han vuelto politizados o al menos han adoptado la postura (a veces legítima o veces falsísima) de serlo.
  Esto se hizo muy notorio cuando en 1994 surgió el EZLN y varios roqueros nacionales se convirtieron en neozapatistas y fans fatales del Sup Marcos (hoy casi olvidado, salvo por uno que otro nostálgico del chairismo tardío). Ahí andaban grupos como La Maldita Vecindad (a quienes nunca les creí mucho) y Santa Sabina (a quienes, sobre todo gracias a Rita Guerrero, les creí todo).
  Estos roqueros mexicanos –más de consigna que de ideología y más de pose políticamente correcta que de reflexión verdadera– fueron luego abrazando otras causas, algunas tan artificiosas como las de “Si no votas cállate”, el movimiento #yosoy132 o los supuestos fraudes electorales de 2006 y 2012.
  Lo de hoy es, sobra decirlo, el asunto de Ayotzinapa y los 43 normalistas desaparecidos que, por desgracia, se ha convertido en un oportunista botín político que muchos músicos nacionales, músicos ayotzis, utilizan en su provecho para dárselas de solidarios, al tiempo que llevan agua a su molino y logran el aplauso fácil y la adhesión de la gran masa progre.
  Observo a bastantes roquerines mexicanos que aprovechan esta tragedia para autopromoverse. De ese modo, durante sus presentaciones gritan consignas que ya son lugar común, proyectan como escenografía las imágenes de los infortunados estudiantes sacrificados y se hacen aplaudir por una fanaticada que suele dárselas de crítica y resulta muy fácilmente manipulable.
  Este pose de la falsa solidaridad con las “buenas causas” es acompañada por insultos al gobierno, con la seguridad de que nadie los va a molestar y mucho menos a reprimir. Se trata de una veta muy redituable, incluso para la venta de discos y mercancías varias, además de que ganan prestigio como “músicos comprometidos”, aunque ese compromiso sea más con sus cuentas bancarias que con las causas que dicen defender. Todo un circo.

(Publicado hoy en mim columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 2 de mayo de 2016

Queen y su "Jazz" de 1978

Jazz (1978) es a mi modo de ver un disco injustamente menospreciado. ¿Que es una obra irregular? Lo es, sí, pero son más sus virtudes que sus falencias. Cierto que iniciar el álbum con una pieza tan poco afortunada como la muy naïve “Mustapha” no fue la mejor elección. Sin embargo, hay a lo largo del plato una buena cantidad de buenos temas, empezando por el fenomenal “Fat Bottomed Girls” y su rocanrolerísima esencia y terminando con el estrambótico y misterioso “More of that Jazz”. Pero en medio de esto existe cuando menos un excelente sexteto de canciones. Óiganse si no la preciosa “Jealousy”, la chispeante y festiva “Bicycle Race”, la cuando menos graciosa (y muy comercial) “Don't Stop Me Now”, la furiosa y frenética “Dead on Time”, la cálida e inspirada “In Only Seven Days” y la maravillosamente nostálgica y discreta, muy music hall, “Dreamer's Ball”. 
  Lejos de ser un álbum conceptual, Jazz cumple como una mera colección de buenas canciones y ese es su mérito principal. Por cierto, en todo el disco no hay un solo jazz.

domingo, 1 de mayo de 2016

PJ Harvey: el poema, la foto y la canción

Luego de su estupendo álbum Let England Shake de 2012, PJ Harvey regresa con un dos proyectos: uno poético y otro musical, uno en forma de libro y el otro en un nuevo disco que de alguna manera prosigue y profundiza lo que planteó en su trabajo anterior, sobre todo en la temática letrística, muy enfocada en la crítica histórica, política y social.
  The Hope Six Demolition Project es un plato estupendo, una grabación conceptual que sorprende por su profunda intensidad y su inteligencia. Si en Let England Shake Harvey relacionó los horrores de la Primer Guerra Mundial con los de los primeros años del siglo XXI, en esta ocasión se concentra en lo que ha sucedido en Kosovo y Afganistán, para lo cual, paralelo al disco, ha publicado un libro de poemas y fotografías. El hueco de la mano (editado en español por Sexto Piso), en coautoría con el fotógrafo de guerra irlandés Seamus Murphy, es una joya bibliográfica de muy hermosa manufactura y exquisita edición. Dividido en tres partes: Kosovo, Afganistán y Washingron D.C., el libro documenta gráficamente las ruinas en que quedaron los dos primeros lugares después de los largos, violentos y destructivos conflictos bélicos que padecieron, mientras que la sección dedicada a la capital estadounidense resulta relativamente más amable en lo visual. Las excelentes fotos sirven de acompañamiento a los poemas de PJ Harvey, quien lo mismo se muestra dolida y desgarrada que observa con cierta distancia algunos hechos y lugares.
  Un ejemplo, el poema “En un camino de tierra”, en Kosovo: “subimos la montaña / apagamos el motor / trepamos una barricada / y caminamos hacia la aldea / entre miles de ciruelas caídas / la pulpa, morada, negra / se abre paso a través de las pieles abiertas / oscureciendo el camino”. O este otro, llamado “Arrojando nada”, en el capítulo sobre Washington: “En el puesto de refrescos / cerca del Memorial a los Veteranos de Vietnam / un niño alza sus manos / como para dar de comer a los estorninos. / Pero no arroja nada; / es solamente para verlos saltar. / Tres largas notas suenan en una corneta / y un hombre con un mono de trabajo / llega para tirar la basura. / La arrastra hasta una escotilla de metal / que se abre al inframundo. / El timbre de una alarma chilla. / El niño alza sus manos vacías. / Los estorninos saltan”.
  Todos los poemas aparecen en español y en su versión original en inglés.
  Por lo que respecta al disco, The Hope Six Demolition Project (Vagrant, 2016), presenta once composiciones de la Harvey, con música de primera calidad y letras en su mayoría plenas de crítica sociopolítica. Como PJ quiso ser muy abierta y transparente, grabó el álbum en un estudio con una pared de cristal de una sola vista (ella y su equipo de trabajo no podían ver a quienes los veían), en la Somerset House de Londres, para que la gente pudiera observarla trabajar.
  Once son los cortes de este larga duración que en su favor tiene, además, la variedad estilística de cada uno de los temas. Con una producción rasposa y simple, la autora recurre al rock lo mismo que al blues, el jazz, el gospel y grabaciones de campo que recogió precisamente en Kosovo, Afganistán y Washington.
  Hay piezas notables, como la intensa y sorda “Chain of Keys”, que en algo recuerda el estilo del desaparecido grupo Morphine, con ese sax persistente y grave, aunado a las secas percusiones, o “River Anacostia”, con sus ecos de cantos espirituales y reminiscencias del blues de los esclavos de los campos algodoneros y su clara referencia a la clásica “Wade on the Water”. Hay también temas claramente políticos, como “Near the Memorials to Vietnam and Lincoln” y “The Ministry of Social Affairs”.
  Mención especial merecen la intensísima “The Wheel” y la tremenda “Dollar, Dollar”, en la que narra la frustración que sintió cuando el vehículo en que iba arrancó, antes de poder darle una moneda a un niño afgano que se la solicitaba angustiado y hambriento. Mientras tanto, en la rítmica y contagiosa “A Line in the Sand” canta “Hay cosas que hicimos mal / pero creo que algunas las hicimos bien”, aunque en la implacable “The Ministry of Defence” denuncia la destrucción de aldeas y ciudades (¿en Kosovo, en Afganistán?) cuando afirma “Este es el ministro de Defensa / escaleras y muros es todo lo que dejó en pie”, en tanto la música marcial remite en los coros al David Bowie de Scary Monsters.
  Dejo por último el corte abridor, “The Community of Hope”, el más abiertamente rocanrolero de todos (algo de Patti Smith hay en él) y en el que habla con irónica amargura sobre la destrucción de un barrio de la ciudad de Washington para instalar en él un centro comercial (“They’re gonna put a Wallmart here”, repite con tristeza al final de la canción).
  Gran libro, gran disco. La gran PJ Harvey.

(Publicado hoy en El ángel exterminador" de Milenio Diario)