martes, 26 de enero de 2016

La muerte agradecida

La mayor parte de las muertes son lamentables y es normal que causen dolor. Sin embargo, también resulta natural que esas muertes empiecen a suceder cuando se trata de personas que han alcanzado la llamada tercera edad, etapa de la vida en que los decesos se vuelven más comunes.
  Las muertes reciente de músicos sexagenarios y septuagenarios tendría que ser vista de ese modo, a pesar de la pena que nos causen por tratarse de gente admirable, sensible y creativa. Así, David Bowie se fue a los 69 años, Glenn Frey (Eagles) a los 67 y el baterista Dale Griffin (Mott the Hoople) a los 67. El mexicano Lalo Tex era más joven, pues tenía apenas 56 años.
  Los cuatro expiraron por causas que podemos llamar naturales: Bowie por un cáncer, Frey por una neumonía complicada con artritis reumatoide, Griffin por Alzheimer y el líder de Tex Tex por un infarto.
  Si bien es cierto que hay leyendas del rock que por fortuna permanecen entre nosotros (Chuck Berry tiene 89 años, Little Richard 83, Leonard Cohen 81, Buddy Guy 79, Bill Wyman 79, Tina Turner 76, Grace Slick 76, Ringo Starr 75, Bob Dylan 74, Paul Simon 74, Charlie Watts 74, David Crosby 74, Leon Russell 73, Aretha Franklin 73, Paul McCartney 73; Keith Richards 72, Mick Jagger 72, Jimmy Page 72, Ray Davies 71, Pete Townshend 70, Van Morrison 70, Donovan 69), es lógico hacerse a la idea de que los grandes músicos del género que brillaron de finales de los años 50 a mediados de los 70 poco a poco irán desapareciendo en los próximos años. Suena cruel, pero es la verdad y aunque resultará tan impactante como la muerte de Bowie el pasado 10 de enero, cada fallecimiento será algo tan natural como irremediable.
  Si los héroes del rock morían a los 27, los sobrevivientes lo harán a sus 70, 80 o 90 y tantos, después de haber dejado un legado fantástico para las generaciones que les siguieron y las que están por llegar.
  La muerte agradecida, the grateful death, es la consecuencia natural de la vida. Si hay algo después, no lo sabemos. Al menos no todavía.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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