martes, 15 de septiembre de 2015

Vamos a ponernos sinfónicos

La reciente grabación, con el acompañamiento de una orquesta sinfónica, de algunos grupos de rock (los menos) y de pop (los más) que a fines de los ochenta y principios de los noventa formaron parte de aquel artificioso movimiento discográfico y mercadotécnico conocido como Rock en tu idioma, provocó reacciones de todo tipo sobre su pertinencia o su oportunismo.
  No abundaré en esa discusión que mucho tiene de bizantina y me centraré más bien en esa muy poco fructífera idea que desde finales de los sesenta tuvieron algunos músicos de rock de combinar sus composiciones con el acompañamiento de una sinfónica. Desde aquel desafortunado álbum de 1969 de Deep Purple con la Orquesta Filarmónica Real (Concerto for Group and Orchestra) e intentos similares de agrupaciones y solistas como Emerson, Lake & Palmer, Procol Harum o Rick Wakeman, quedó en claro que tratar de mezclar el agua con el aceite no es la mejor de las ideas. Varios otros (desde Metallica y Scorpions hasta Peter Gabriel y George Michael) trataron de repetirlo después y el efecto conseguido fue casi siempre el mismo: antinatural y terriblemente pomposo.
  Sólo Frank Zappa supo hacerlo de la mejor manera, en sus trabajos con Pierre Boulez o Kent Nagano, pero era algo distinto, pues se trataba de música escrita específicamente para orquesta y no de meter como calzador guitarras eléctricas y baterías entre las secciones de vientos, cuerdas y metales.
  En México se llegó al colmo de la estulticia musical con la muy reciente grabación del grupo de cumbia los Ángeles Azules al lado de una sinfónica, con resultados por demás patéticos, al usar a la orquesta como mero acompañante pasivo de los cumbiancheros. Un buen sintetizador, de esos que imitan “sonidos orquestales”, hubiera servido para lo mismo.
  No sé cómo sonará lo de Rock en tu idioma sinfónico, aunque no es difícil imaginarlo. Música hueca y desalmada (es decir, sin alma), pero capaz de sorprender a más de un incauto con su efectismo grandilocuente y elefantiásico. Musak, como la llamaba John Lennon.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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