domingo, 13 de septiembre de 2015

El disco con el que descubrí a Pink Floyd

Ummagumma (1969) es un álbum doble que con el tiempo se ha convertido en objeto de culto –para una pequeña secta de iniciados, no para el público masivo que prácticamente desconoce su existencia–, en especial por lo que concierne al primer disco, grabado en sendos conciertos en Birmingham y Manchester, el cual contiene piezas ya conocidas pero en versiones llenas de fuerza, oscuridad y dramatismo (el grito desgarrador en “Careful with That Axe Eugene” sigue siendo uno de los fragmentos más friqueantes de la historia del rock). El rock progresivo y espacial de Pink Floyd alcanzó en esta obra dimensiones fabulosas, en una grabación en concierto que muy pocos han logrado superar, si acaso lo han hecho. Temas como “Set the Controls of the Heart of the Sun" o "Astronomy Domain" alcanzaron aquí niveles míticos y aún hoy, a más de cuarenta años de distancia, siguen sonando adelantados a nuestro tiempo. Por lo que toca al segundo disco, se trata de una enloquecida pero muy interesante colección de contribuciones experimentales de cada uno de los miembros del grupo, destacando un tema que parecería inusual para Pink Floyd (aunque en realidad no lo es tanto): “Grantchester Meadows” de Roger Waters, canción de tonalidades folks que nos recuerda lo mejor de un Donovan (con piar de pájaros incluido).

(Reseña que escribí para el Especial No. 7 de La Mosca en la Pared, dedicado a Pink Floyd y publicado en enero de 2004)

No hay comentarios.: