lunes, 20 de julio de 2015

La Mosca electoral

Cuando en julio de 1994, le editorial Toukán nos avisó que La Mosca en la Pared dejaría de aparecer y que el No. 6 sería el último en salir, quienes la hacíamos nos alarmamos sobremanera. Ya teníamos en preparación el No. 7, en el que publicaríamos una portada en homenaje al Sgt. Pepper de los Beatles, pero con personajes del rock nacional e internacional, de la farándula, del deporte, de la política y en un plano principal, los tres candidatos a la presidencia de la república: Cuauhtémoc Cárdenas, Ernesto Zedillo y Diego Fernández de Cevallos.
  La razón que se nos dio fue económica: que La Mosca tenía pérdidas y ya no era viable. Aunque siempre sospechamos que a alguien (o a alguienes) dentro de la editorial le había dado frío por el hecho de que nos metiéramos con la política. La cosa es que la revista no saldría más y tanto Fernando Rivera Calderón, Patricia Peñaloza (quien había entrado en lugar de Karem Martínez) y yo sentimos que las cosas no debían ser así.
  Decidimos entonces sacar por nuestra cuenta el número de La Mosca electoral, así fuera de manera rústica y artesanal. Con la extraordinaria ayuda de Ileana Gordillo, a la sazón jefa de prensa del Museo de Culturas Populares, fue posible imprimir mil ejemplares en hojas tamaño carta, a una sola tinta, casi casi mimeografiadas, con artículos de algunos colaboradores y dibujos de Antonio Garci. La cabeza era "Rock y elecciones". Nadie cobró por sus contribuciones y Pati Peñaloza se dio a la tarea de capturar los textos y coordinar buena parte de la edición, la cual fue presentada (y obsequiada) en las instalaciones del propio museo, en Coyoacán, en agosto de ese histórico 1994. Los presentadores de aquel ejemplar sui generis (que hoy es un preciado objeto de colección y joya hemerográfica) fueron los periodistas Jaime Avilés y Roberto Zamarripa, el etnomúsico Jorge Reyes y el caricaturista Toño Garci. La parte musical corrió a cargo de Francisco Barrios, “El Mastuerzo”, con un lleno total en uno de los patios del hermoso edificio. Fue ante todo un acto simbólico y una profesión de fe, el necio convencimiento de algunos de nosotros de que La Mosca no estaba muerta, sino que sólo había entrado en un periodo de hibernación.

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