miércoles, 1 de julio de 2015

Blur: enfoques y desenfoques

Ya no son los niños malos del britpop que eran hace veinte años. Mucho ha que dejaron atrás su bobalicona y publicitaria disputa con Oasis para ver cuál de las dos agrupaciones era la mejor y/o la más popular de Inglaterra. Desde la aparición de su primer disco (el Leisure de 1991) han transcurrido más de dos décadas. Sus integrantes han transitado por muy diferentes sendas y los dos más notorios de ellos, Damon Albarn y Graham Coxton, han demostrado con creces sus talentos individuales, más el primero que el segundo. Albarn no sólo se dedicó a fundar proyectos alternos como el exitoso y peculiar Gorillaz o los efímeros supergrupos The Good, The Bad & The Queen y Rocketjuice & the Moon, sino que a lo largo de una década participó en infinidad de colaboraciones con músicos de todas las latitudes del planeta, ya sea como músico o como productor, hasta desembocar en la grabación de su primer plato como solista, Everyday Robots, de 2014, un trabajo austero, introvertido y muy personal. Por su parte, Coxton –menos productivo y menos extrovertido– produjo algunos estupendos álbumes individuales, entre los que destacan The Golden D (2000), Happiness in Magazines (2004), Love Travels at Illegal Speeds (2005) y A+E (2012).
  Con todo, en los años más recientes, el cuarteto de Colchester encontró oportunidades para reunirse en algunos conciertos y presentaciones, lo cual derivó en discos “en vivo” como el magnífico All the People: Live in Hyde Park de 2009 o en la filmación del estupendo y revelador documental No Distance Left to Run de 2010. Sin embargo, desde la aparición del Think Tank, en 2003, Blur no había vuelto a grabar un álbum, hasta ahora que acaba de aparecer The Magic Whip (Parlophone/Warner, 2015), su más reciente y en verdad excelente opus No. 8 en estudio (pocos discos, se dirá, para una agrupación fundada hace un cuarto de siglo; no obstante, aquí se impone la máxima que reza “de lo bueno, poco”, ya que todos y cada uno de ellos son de excelente factura).
  La historia detrás de The Magic Whip no deja de ser interesante. Blur se había reunido en el verano de 2013, para participar como headliner en el festival japonés Tokyo Rocks. Sin embargo, por diversas circunstancias el concierto se canceló y, también por diversas circunstancias, el grupo terminó en Hong Kong, donde a lo largo de cinco días se encerró en un estudio de grabación. Sus integrantes lo hicieron más para divertirse que con la idea de producir un álbum, así que lo que quedó registrado fue una serie de jams y de trozos musicales sin una forma definida que quedaron ahí, prácticamente abandonados, hasta que Graham Coxton decidió rescatarlos y reescucharlos. Al hacerlo, se dio cuenta de que aquello era en realidad un disco de Blur en potencia y se puso en contacto con Stephen Street, el productor de algunos de los álbumes del cuarteto en la década de los noventa.
  Al ver que el producto de las sesiones en Hong Kong podía convertirse en un conjunto de canciones, se pusieron a trabajar en ello y comunicaron el hallazgo a los otros tres integrantes del grupo: Alex James, Dave Rowntree y el propio Damon Albarn. Fue así como nació el nuevo larga duración de los británicos.
  Doce son los cortes que conforman a The Magic Whip. A lo largo de los mismos, lo que campea es una sensación –no sé si contradictoria o dialéctica o ambas cosas– de euforia y a la vez de soledad, de ironía y a la vez de lejanía, lo cual se refleja tanto en la música como en las letras de las diversas composiciones. Ahí está la rítmica agridulzura del tema abridor, “Lonesome Street”, una joya plenamente britpopera llena de variantes rítmicas y armónicas, que remite al álbum The Great Escape de 1995, y está también la arrebatada melancolía de esas maravillas que son “New World Towers” y “Go Out”. Qué decir también de las fabulosas “Ice Cream Man” y “My Terracota Heart”, que recuerdan a Gorillaz, o de la rocanrolera “I Broadcast” que pudo haber pertenecido al disco Parklife de 1994. Están también la deliciosa “Ghost Ship”, la emotiva “Pyongyang”, la luminosa “Ong Ong”, la suntuosa “Mirrorball”, la nostálgica “Though I Was a Spaceman” y la marcial “There Are Too Many of Us”.
  El regreso de Blur no puede más que ser bienvenido y The Magic Whip es una gran manera de retomar el destacado lugar que le pertenece.

(Publicado este mes en la sección de música de la revista Nexos).

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