martes, 30 de junio de 2015

Historia de un gallito rojo

Extraños designios tiene el destino y la música no es una excepción.
  A mediados de los años cincuenta surgió el rock n’ roll que no era sino la versión blanca del rhythm n’ blues negro que tenía más de tres lustros de existencia, como herencia del blues, el jumpin’ jive y el swing. Elvis Presley apareció como un extraordinario fenómeno: un blanco que cantaba como negro y que además regrabó canciones compuestas por músicos negros. Lo siguieron Buddy Holly, Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran y otros cantantes blancos, además de afroamericanos como Chuck Berry, Fats Domino y Little Richard.
  Aquella fiebre duró cinco o seis años y luego se apagó, sobre todo en su país de origen: los Estados Unidos. Parecía que todo se había acabado, mas no fue así. En Londres, Inglaterra, muchos jóvenes se interesaron en el blues y en el rhythm n’ blues y comenzaron a interpretarlos en clubes y pubs de la capital británica. Entre esos jóvenes se encontraban Keith Richards y Mick Jagger, quienes decidieron formar una banda de blues a la que bautizaron con el nombre de una composición del gran bluesero negro estadounidense Muddy Waters, una pieza llamada “Rolling Stone”.
  Sin ser un grupo de pop, los Rolling Stones se montaron en la llamada Ola Inglesa que habían provocado los Beatles y para mediados de los sesenta eran casi tan mundialmente populares como el cuarteto de Liverpool, aunque fuesen su exacta contracara.
  A finales de 1964 o principios de 1965, hace poco más de cincuenta años, los Stones se dieron el lujo de grabar un blues puro, un tema de Willie Dixon llamado “Little Red Rooster”. Keith Richards dijo a los ejecutivos de su disquera: “a ver qué pueden hacer con la canción de un pollo”. Los atildados tipos se aterraron. Pensaron que sería un fracaso… y resultó todo lo contrario. El “Gallito rojo”, con las connotaciones sexuales de su letra, llegó al primer lugar de las listas y cambió la historia de la música popular, al incorporar al blues en las grandes ligas.
  Hace medio siglo de esto. Vale la pena recordarlo y celebrarlo.

(Publicado el día de hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

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