sábado, 9 de mayo de 2015

Tartufo tropical

La carta que el diputado Fernando Belaunzarán dirigió a López Obrador y que bajo el título “Distinguido Andrés Manuel” fue publicada el miércoles 6 en Milenio Diario es, a mi modo de ver, un documento de la mayor importancia que cobrará trascendencia con el paso del tiempo.
  Se trata de la más exacta y perfecta radiografía de lo que el actual líder de Morena ha hecho para dividir en forma sistemática a una izquierda que de por sí, históricamente, tiene tendencias a dividirse (y aquí cito al clásico Jairo Calixto Albarrán con su frase “pocos pero sectarios”). La comparación que hace Belaunzarán entre AMLO y el Tartufo de Molière es tan reveladora que cualquiera que conozca las características de ese singular personaje del genial dramaturgo francés del siglo XVII en seguida la comprenderá. Ese uso de la doble moral y la hipocresía, de la simulación y el puritanismo, lo hemos visto repetidas veces en la carrera política del tabasqueño, quien objetivamente no sólo ha dedicado todos sus esfuerzos para llevar a la realidad su delirante obsesión por ser presidente de México (algo ante lo cual millones de mexicanos tocamos madera), sino también para atomizar a eso que aún se denomina izquierda en beneficio, sobre todo, del partido del cual proviene originalmente Andrés Manuel: el PRI.
  No ha habido en estos años soldado más útil para el actual partido en el poder que López Obrador. La manera como desarmó al PRD o como en su momento envió al ostracismo o al menos al retiro o la impotencia a gente que le estorbaba, como el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas o el mismo Marcelo Ebrard, sólo ha beneficiado a los priistas y de algún modo también a los panistas. Hoy intenta hacer lo mismo con el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, su rival más notorio en la izquierda rumbo a las elecciones de 2018.
  Hay que leer la carta de Belaunzarán, analizarla, discutirla. Ahí está señalado el discurso de odio que AMLO ha desplegado desde 2006 y que dividió a tanta gente, incluso a familias enteras (lo sé, porque lo viví en carne propia). A pesar de su tono conciliador y civilizado, es un documento duro. Duro y contundente. Necesario.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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