domingo, 8 de marzo de 2015

Bates Motel

A un mes de que sea lanzada la tercera temporada de Bates Motel, hoy terminé de ver las dos primeras y sólo puedo decir que qué barbaridad, qué buena serie.
  La historia de adolescencia de Norman Bates, el famoso asesino serial retratado por Robert Bloch en su novela Psycho (1959) y más tarde por Alfred Hitchcock en la cinta del mismo título (1960), se permite ciertamente muchas licencias. La principal: que la historia se desarrolle en la actualidad y no en los años treinta del siglo pasado, cuando el personaje creado por Bloch habría sido joven. Aun así, la serie maneja el suspenso de maravilla y con todos los elementos de la mejor televisión actual.
  En Bates Motel vemos cómo se dio la enfermiza y obsesiva relación entre Norman (Freddie Highmore, de gran parecido con Anthony Perkins, el Bates de Hitchcock)) y su madre, llamada Norma (Vera Fermiga, quien además es la productora principal de la emisión); cómo se daban los bloqueos mentales del muchacho cada vez que asesinaba a alguien y como el famoso y tétrico motel, a un lado de la carretera, sufrió los embates de la imparable modernidad. Todo ello enriquecido con una serie de personajes creados por los productores de la serie; personajes, hay que decirlo, en su mayoría muy afortunados, como el medio hermano de Norman, Dylan (Max Thieriot); la jovencita Emma (Olivia Cooke), una chica con problemas respiratorios que a todas partes lleva su tanque de oxígeno con rueditas; o el sheriff Romero (Nestor Carbonell) y sus actitudes ambivalentes.
  Se toca también el tema del tráfico de drogas (el pueblo boscoso y costero donde se encuentra el motel -situado en Oregon: otra licencia del programa- basa su economía en la producción de marihuana entre dos bandas rivales) y hay mucha violencia y bastante sexo.
  Quizá no alcance las alturas de Breaking Bad o de True Detective, pero Bates Motel tampoco desmerece ante ellas. Yo la recomiendo por completo, sobre todo para quienes gustan del suspense hitchcockiano, aunque -eso sí y es una lástima- sin su negro y agradecible sentido del humor.

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