sábado, 28 de febrero de 2015

¿Un México venezolizado?

Héctor Aguilar Camín dedicó sus cinco columnas de esta semana a desmenuzar la situación caótica, dramática y delirante de la Venezuela actual, gobernada (es un decir) por ese personaje impresentable que es Nicolás Maduro. Recomiendo la lectura de esos textos y de la columna de Jorge G. Castañeda del lunes pasado, referida al mismo tema. He ahí un panorama más que ilustrativo de lo que se vive en dicho páis sudamericano.
  Conocer la situación de los venezolanos debería llevarnos a meditar profundamente y a aplicar el antiguo y sabio refrán popular que dice: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar”…, etcétera y aquí las barbas tienen mucho que ver, porque aparte de la tragedia venezolana, está también la tragedia cubana, impulsada alegremente (es otro decir) por el viejo y barbudo Fidel Castro.
  A lo que voy es a que en México hay muchos (demasiados) admiradores de “la revolución bolivariana” que se inventó ese loco surreal y pintoresco que fue (Stalin lo tenga en su roja gloria) Hugo Chávez y de quien Nico Maduro es fatal y tragicómico heredero.
  Buena parte de la izquierda mexicana no sólo simpatiza con las inmadureces de Maduro, sino que ve lo que sucede en Venezuela como un ejemplo de lo que quisieran para nuestro país. Con esa idea disparatada de que todo lo que se diga socialista o antiimperialista debe ser apoyado irrestricta y acríticamente, los chavistas-maduristas mexicanos (entre quienes hay admiradores abiertos, como la senadora Dolores Padierna, y seguidores embozados, como el líder de Morena) anhelan un México venezolizado, a pesar de la terrible realidad que se vive en el país de Rómulo Gallegos (y vuelvo a remitir al lector a los artículos de Aguilar Camín y Castañeda).
  Hugo Chávez llegó al poder por su carisma, su demagogia y su populismo y convirtió a su nación en un infierno de carestía, violencia y autoritarismo generalizados. ¿Podría suceder lo mismo en el México de 2018, con otro líder de esas características? El riesgo existe, pero aún creo en la racionalidad y el sentido común de la mayoría de los votantes mexicanos.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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