miércoles, 25 de febrero de 2015

Raquel Tibol y la crítica


Entrevista con la crítica de arte Raquel Tibol

Nacida en Argentina, Raquel Tibol llegó a México en 1953, invitada por el pintor Diego Rivera. Durante algunas semanas, se instaló con la mujer de éste, la pintora Frida Kahlo, en su casa de Coyoacán, tiempo en el cual pudo realizar una larga entrevista que sería la base de su libro Frida Kahlo. Una vida abierta, recientemente reeditado por la Universidad Nacional Autónoma de México. Nacionalizada mexicana en 1961, Tibol ha ejercido la crítica de artes plásticas, así como la crítica de danza, con tan enorme rigor que en ocasiones sus posiciones han resultado altamente polémicas. Con programas en Radio Universidad (como el célebre Museos en el aire) y algunos canales de televisión –La plástica y la crítica duró diez años en Canal Once- y una producción que sobrepasa los treinta libros y millares de artículos –sólo en la revista Proceso publicó más de mil doscientos-, actualmente se encuentra dedicada a recopilar el amplísimo acervo de su archivo escritural.

¿Por qué debe haber crítica?
La crítica es un modo de comunicación, un modo de enseñanza, un modo de confrontación y análisis. De modo que al tener todos estos atributos, se convierte en una especie de puente, de enlace, entre un tipo de producción y un público que quiere tener mayor información o dialogar respecto a una producción determinada. La crítica tiene siempre mucho de diálogo con un tácito escucha.

En un país como México, ¿qué tan importante es la crítica?
Tan importante que en México ha existido crítica de arte desde el siglo XIX. Guillermo Prieto fue un escritor de artes plásticas. José Martí, en su tiempo mexicano, hizo una crítica verdaderamente interesante. Francisco Zarco e Ignacio Ramírez escribieron crítica de arte. Hacían comentarios, porque las exposiciones que se presentaban anualmente en la Escuela Nacional de Bellas Artes tenían enorme importancia para la vida cultural mexicana. Gracias a estas crónicas, podemos tener noticia de que había mujeres que exponían. De modo que sí hubo crítica de arte y más después del estallido de la revolución de 1910. Con el asomo del siglo XX se dio un quehacer crítico más dinámico, con un sentido más actualizado. José Juan Tablada es un precursor de la crítica del siglo XX. En 1913 escribió unos textos sobre José Clemente Orozco que hasta hoy tienen validez.

¿Cuál ha sido su experiencia como crítica?
Yo empecé a hacer comentarios de carácter cultural prácticamente desde 1952, en revistas y en una estación de radio de Santiago de Chile. Cuando entrevisté a Diego Rivera para La Prensa de Buenos Aires, éste me habló de Frida Kahlo y me invitó a venir a México, donde estoy desde 1953. Aquí me adentré y me apasioné por el arte mexicano. La obra mural del primer cuadro del Distrito Federal la conocí del brazo y por la calle con el propio Rivera. Diego era una persona de cultura, de humor, de ironía, de modo que visitar con él los murales de la Secretaría de Educación, la Suprema Corte, el Palacio Nacional, el Palacio de Bellas Artes y otros más era una lección verdaderamente formidable. Siempre he dicho que uno de mis principales maestros en crítica de arte fue Diego Rivera, porque cada acercamiento a una pieza artística era una verdadera lección. Después de vivir un tiempo con Frida, me mudé al estudio de Diego y verlo pintar, verlo discutir con la gente, hablar de arte -tenía una cultura verdaderamente enciclopédica al respecto-, fue toda una escuela para mí. Cuando me salí del estudio de Rivera me reincorporé a mi tarea periodística y empecé a hacer exclusivamente crítica de arte. El primer artículo que publiqué fue sobre Luis Buñuel, una entrevista en la cual él tomaba una posición muy clara con respecto al surrealismo.

¿Tiene fórmulas para hacer una crítica, emplea alguna metodología?
No me gusta encorsetarme en una metodología. El asunto es no escribir de algo que no investigue yo misma; eso sí lo tengo casi como una autoimposición, inclusive para las notas periodísticas. Rara es la nota para la que no haya hecho previamente una investigación.

¿Cree que hay tolerancia hacia el crítico de artes plásticas por parte de los criticados?
Depende. Hay gente que se siente muy tocada si uno la critica mucho. También existen colegas a quienes, no sé si por envidia o porque tienen ideas muy diferentes, les molesta lo que una escribe. Por ahí incluso hay algunos que reaccionan con insultos muy duros o algunos artistas que se enojan mucho por una crítica y a veces lanzan ofensas y hasta amenazas por teléfono. Pero esas son cosas pintorescas, momentáneas. Creo que en general en el gremio más o menos la relación ha sido mutuamente respetuosa. No escribo de lo que no me interesa; no pongo por delante la crítica fácil, en el sentido de la degradación del trabajo del personaje. Prefiero escribir de algo que me entusiasma. No ando buscando cosas para hincharme el hígado.

¿Cree que el crítico es un artista frustrado?
No, para nada. Primero que yo no he querido pintar, no he querido danzar. Lo que considero es que la crítica de arte todavía no está muy bien calificada como género literario. Se piensa que es una especie de colguije o de cola que tienen las artes visuales. No, no es una cola, es un género literario que toma como sujeto a la producción artística.

También se dice que los críticos son amargados…
Bueno, yo diría que ésas son concepciones vulgares. En la escritura de crítica de arte, para mencionar gente viva y en activo, España tiene uno de los grandes críticos en lengua española, Simón Marchantis. Se trata de una persona notable, formada en la filosofía alemana avanzada, un hombre de mente progresista a quien es un lujo leer. De modo que esa clase de opiniones es como quedarse en lo vulgar, en lo chiquito, y mí no me gusta quedarme en lo chiquito cuando hago periodismo o cuando hago libros.

¿Puede haber una crítica objetiva o siempre hay una carga de subjetividad?
Bueno, está la carga de subjetividad que no es la subjetividad momentánea. Depende de cuánta cultura acumuló uno, cuanta capacidad de análisis tiene uno, cuánta información tiene uno, cuántos museos, galerías y estudios ha visitado en su vida uno, cuánto ha andado uno. Y claro, todo eso acumulado hace una subjetividad. Pero no es la subjetividad de ombligo, no es la de mirarse las tripitas. No, no es por ahí.

¿Puede ser la crítica una actividad creativa?
Lo es. Por eso digo que la crítica de arte, en cualquiera de sus especialidades, hecha con seriedad, entrega y vocación, es un género literario al cual todavía no se le da su lugar.

¿Cómo se imagina un mundo en donde no existiera la crítica?
Sería un mundo demasiado quieto. Un mundo sin crítica sería como un mundo sin  espejos.

(Publicado el día de hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario. La entrevista a doña Raquel -quien falleció el 22 de este mes- la realicé en 2002 y presento aquí la versión completa, ya que por razones de espacio en el periódico tuve que editarla un tanto)

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