sábado, 21 de febrero de 2015

Nuestros fundamentalismos (y III)

¿Cuáles son las consecuencias del fundamentalismo, cuando se le lleva a planos de cerrazón fanática y de maniqueísmo a ultranza? No tenemos que ir a París o a Copenhague, al norte de Nigeria o a las regiones de Medio Oriente dominadas por el llamado Estado Islámico para saberlo. Aquí mismo, en nuestro México lindo, querido y surreal, se encuentran las respuestas. Tristes y poco optimistas respuestas.
  Pueblo religioso al fin y al cabo, el mexicano –aun en sus capas más pretendidamente ilustradas y cosmopolitas– es muy proclive a caer en la tentación fundamentalista. Basta con revisar la historia. De hecho, en estos tiempos, son quienes subjetivamente se proclaman progresistas y de izquierda (aunque objetivamente no lo sean) los que mayor tendencia al fanatismo ciego y parcial demuestran. Son también los que más han sido permeables al discurso de odio de los profetas políticos mesiánicos y sus palabras que apelan al primitivismo irracional.
  ¿Qué han provocado y siguen provocando nuestros fundamentalismos? Lo vemos a diario, sobre todo en las redes sociales, campo primordial copado por el falso progresismo nacional: divisionismo, imposibilidad para el diálogo, violencia verbal (que en las calles suele traducirse en violencia física, destructiva y delictiva, como vemos principalmente en Guerrero y Oaxaca), anatema del enemigo (entendiendo como enemigo a “todo aquel que no piensa como yo”), rencor enfermizo, ceguera antidemocrática, retroceso ideológico e intelectual (sobre todo intelectual), parálisis de todo avance, nihilismo contra las instituciones (que por muy defectuosas que sean, son la estructura que ha hecho que el país no se haya ido al precipicio) y oligofrenia política. En dos palabras: fanatismo fundamentalista.
  ¿Cómo actuarán estos fundamentalistas nuestros de aquí a las elecciones de julio e inmediatamente después de éstas? Misterio. Se puede esperar cualquier cosa. Ojalá dieran un súbito y sorpresivo giro hacia la civilidad y la razón, pero esos son conceptos contrarios al fundamentalismo. Malheureusement.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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