domingo, 1 de febrero de 2015

Joe Cocker y la generación dorada

Como todo en la naturaleza, las generaciones nacen, crecen, se reproducen y mueren. Es una ley inmutable que también se aplica a las generaciones artísticas, sean de la disciplina que sean, y eso incluye a la música.
  De entre las generaciones musicales más brillantes del siglo pasado, quizá la más trascendente de todas fue la del rock de los años sesenta. Tal vez se me pueda alegar que en la llamada música culta o en el jazz hubo otras de mayor calidad; sin embargo, con el poder de operar un cambio cultural a fondo, esa fue la más notable de todas.
  La mayor parte de quienes formaron parte de ella nacieron en la década de los cuarenta. Hablo de la generación de los Beatles, los Rolling Stones, Bob Dylan, Tom Waits, Jefferson Airplane y un larguísimo etcétera. El rock de esos años dio pie a lo que conocemos como la contracultura y originó la única revolución del siglo XX que realmente marcó un cambio en las mentalidades, las costumbres, la filosofía y hasta la vida cotidiana de la humanidad, sobre todo en el mundo occidental. De ese tamaño es la generación a la que me refiero y de ese tamaño la pérdida, cada vez que uno de sus miembros ha desaparecido del mundo.
  De los grandes músicos de los sesenta, algunos murieron al final de esa década o principios de la siguiente. Los casos son muy conocidos en su mayoría, pero vale la pena mencionarlos: Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Alan Wilson, entre los más destacados. Con el paso de los años, otras grandes figuras nacidas en los cuarenta se irían poco a poco, entre ellas Syd Barrett, John Bonham, Bob Marley,  Keith Moon, John Entwistle, Jim Capaldi, Freddie Mercury, Alvin Lee, Bob Hite, Bon Scott, Richard Wright y, por supuesto, Frank Zappa y los ex Beatles John Lennon y George Harrison.
  En 2014, fueron varios los grandes músicos sesenteros que partieron: JJ Cale, Bobby Womack, Johnny Winter, Ian McLagan, Bobby Keys y, muy especialmente, dos superestrellas de la época: Jack Bruce y Joe Cocker.
  El de este último es el deceso más reciente, ya que acaeció apenas el 22 de diciembre. También fue uno de los más sentidos, quizá porque de quienes fallecieron el año pasado era el de mayor popularidad internacional.
  Cocker es un fiel representante de lo que fue el rock en los sesenta. El cenit de su carrera se dio entre 1969 –con su legendaria participación en el festival de Woodstock, en donde interpretó su genial versión de “With a Little Help from My Friends” de Lennon y McCartney– y 1971 –con la formación del multitudinario grupo Mad Dogs & Englishmen, al lado del cual realizó una gran gira que se vio coronada con la edición de un espléndido álbum doble y un estupendo largometraje. Tres años intensos, delirantes, míticos, en los que se vio rodeado por una troupée de músicos fantásticos como Leon Russell, Chris Stainton, Jim Price, Bobby Keys y dos decenas más, con el propio Joe Cocker como frontman.
  Lo anterior no quiere decir que no haya un antes y un después de aquel singularísimo momentum en la vida y la carrera de este nacido en la ciudad de Sheffield, Inglaterra, en 1944. De hecho, Cocker empezó en la música desde muy joven. Ya en 1963, a los diecinueve años, cuando se hacía llamar Vince Arnold y trataba de ser una versión británica de Elvis Presley, abrió una presentación de los Rolling Stones. No obstante, sería hasta 1966 que formaría a The Grease Band y dos años más tarde haría, con su gran amigo, el tecladista Chris Stainton, aquel arreglo soulero de la ya mencionada composición de los Beatles que lo llevaría al estrellato. Vino la grabación de sus dos primeros discos y luego la consagración en Woodstock y la fama mundial con sus Mad Dogs & Englishmen, producto de lo cual son otras grandes versiones (su muy afortunada especialidad) de canciones como “The Letter” (de los Box Tops), “Girl from the North Country” (de Bob Dylan), “Bird on the Wire” (de Leonard Cohen) y “Let’s Go Get Stoned” (de Ray Charles, su gran influencia como cantante), entre muchas otras.
  Más de cuatro décadas duraría aún su carrera, llena de altibajos pero casi siempre afortunada, hasta su reciente muerte, a los setenta años de edad. Su legado es grande, ya que su estilo de interpretar y de reinventar canciones ajenas para hacerlas suyas marcó una época. Jamás se le olvidará.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 4XX)

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