miércoles, 14 de enero de 2015

Gone Girl

¿Qué es Gone Girl, la más reciente película de David Fincher? ¿Un thriller, un film noir, una cinta de suspenso, una obra de horror? Es todo eso y a la vez, no lo es. Hay ahí elementos que la pueden relacionar con filmes de dudosa calidad como Atracción Fatal de Adrian Lyne o Instintos básicos de Paul Verhoeven, pero también con joyas cinematográficas como Vértigo de Alfred Hitchcock o Vestida para matar de Brian de Palma.
  Gone Girl (2014, rebautizada como Perdida en México) es una película impresionante, impactante, inteligente, que sabe jugar con el espectador y va siempre dos pasos adelante del mismo. Uno nunca sabe quién es más culpable en esa enferma pareja que todos a su alrededor consideran sana y ejemplar, si Nick, el marido, interpretado por un estupendo Ben Affleck (aunque muchos no lo crean) o Amy, la esposa, a quien da vida de una manera tremendamente convincente Rosamund Pike (tan convincente que da miedo toparse con una persona con esa capacidad de manipulación y chantaje, aunque las hay, vaya que sí, de ambos sexos).
  La cinta tiene varias vueltas de tuerca que la hacen retomar aire cuando parece que la historia está concluida y nos arrastra por nuevas circunstancias, cada vez más terribles, dentro de una atmósfera opresiva en la que la música de Trent Reznor y Atticus Ross tiene un papel determinante.
  Se trata de una fábula sobre el matrimonio convertido en guerra (aunque no a la manera de la delirante La guerra de los Roses de Danny de Vito), en ataque perpetuo de uno contra la otra y de una contra el otro, en fábrica de odios y de desconfianzas, en campo propicio para manipular y perjudicar, en infierno sin salida, en cuarto cerrado del que no hay manera de escapar, incluso cuando se intente hacerlo por medio de métodos criminales. Tal vez en momentos la historia llegue a la exageración y la caricatura y uno piense que es imposible que dos que se amaban terminen por hacerse tanto daño, pero es algo que sucede, vaya que sucede.
  Dice algún crítico que Fincher es un misántropo, pero que la misantropía también puede ser entretenida, como lo es en esta cinta larga pero jamás tediosa, violenta y dura pero jamás tremendista. En el fondo, existe un gran sarcasmo en ella, sólo que es un sarcasmo sádicamente escalofriante.

No hay comentarios.: