lunes, 15 de septiembre de 2014

La moda demodé

Por definición, las modas son efímeras, fugaces, pasajeras, y la música no es la excepción de esta regla. Por eso se suele repetir la frase, bastante paradójica, de que tal o cual músico “nunca pasará de moda”, lo que en buen cristiano significa que en realidad nunca fue una moda, pues jamás resultó efímero, fugaz o pasajero.
  Lo que hoy llamamos música pop es en esencia momentánea y está modelada por fórmulas predeterminadas, sobre todo en esta época en la que la tecnología lo domina todo y en particular a los diferentes modos de comunicación. Pero esto no es nuevo. Los primeros dos o tres lustros de la historia del rock están repletos de canciones que aparecieron, causaron furor y luego se desvanecieron. De ellas, muy pocas sobrevivieron al recuerdo. Lo que hoy se conoce como one hit wonder es parte sustancial (o más bien insustancial) de dicha historia. ¿Cuántos grupos y solistas que estuvieron de moda se han perdido en el oscuro y proceloso mar del olvido y la ignominia? No me refiero necesariamente a grupos y solistas malos. De hecho, es una lástima que tanta gente talentosa haya sido devorada por la desmemoria.
  Centrémonos, como ejemplo, en una de las décadas más importantes para el rock: los años sesenta del siglo pasado. Recuperemos los nombres de algunos músicos que merecerían permanecer al menos en nuestras remembranzas y que por una u otra razón prácticamente desaparecieron del panorama.
  En ese tiempo hubo agrupaciones que realizaron una o dos canciones memorables (hayan estado o no entre sus éxitos) y que quiero traer a la superficie. Ahí está The Association con su composición “Six Man Band”, una joya absoluta del mejor rock, aunque al grupo estadounidense se le conoció más por su bobalicona “Windy” o su edulcorada (aunque muy bella) “Never My Love”. Qué decir del pesadísimo trío de San Francisco Blue Cheer, famoso por su tremebunda versión al “Summertime Blues” de Eddie Cochran (quizás el primer tema plenamente metalero), aunque nadie sepa de esa maravilla suya que es “Fruit and Icebergs” (una enorme composición, a pesar del titulito). Muchos deben acordarse de The Turtles y su éxito perenne, “Happy Together” (sin duda una grande y entrañable canción), pero en su momento casi nadie reparó debidamente en temas tan espléndidos como “You Showed Me” (rescatada en los noventa por The Lightning Seeds) o “House of Pain” y ahí están los mismísimos Monkees, grupo de moda si los hay (recordemos que fue uno de los primeros conjuntos prefabricados, si no es que el primero), que se volvieron famosos con piezas como “Daydream Believer”, “Mary Mary” o el inefable “Tema de los Monkees”, pero que también grabaron cosas muy valiosas como “(I’m Not Your) Stepping Stone”, “Goin’ Down” o “Take a Giant Step”.
  Hasta en la música del underground sesentero se daba, de alguna manera, esto de la moda. Para quienes más o menos conocen la música de Frank Zappa, de su primera época recuerdan bien los tres primeros álbumes de The Mothers of Invention (Freak Out de 1966, Absolutely Free de 1967 y We’re Only in It for the Money de 1968, una triada de absolutas maravillas), pero son escasos quienes mencionan el disco debut de Zappa como solista, Lumpy Gravy, producido en 1968 y que aún sigue oyéndose como un trabajo ultravanguardista.
  En el rock nacional, tan falto de identidad como suele ser, las modas pegan de manera impiadosa. Por eso en sus inicios tomaba todo del rocanrol estadounidense, para luego tratar de parecerse al rock británico. A finales de los ochenta, todos querían sonar como los rockpoperos argentinos y españoles y actualmente, lo de hoy, lo que rifa, es sonar como gruperos o cumbiancheros. Esa es la moda dentro de este triste seudorrock nuestro de cada día.
  Modas van y modas vienen. Lo que permanece es casi siempre lo que jamás estuvo de moda. Sin embargo, es claro que siempre habrá quienes prefieran seguir lo que se encuentra en boga, con tal de no sentirse excluidos de la grey. Los humanos en su mayoría son gregarios, se mueven en masa y como dicta la masa. Por eso tantos bailan gustosos al son de “Happy” de Pharrell Williams.
  Es la moda.

(Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin)

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