sábado, 27 de septiembre de 2014

A Tuta máquina

Que anda a salto de mata. Que se oculta en el monte y duerme en escondrijos, temeroso de ser capturado. Que deambula por las noches a lo largo de veredas y caminos de la inhóspita serranía. Que le están pisando los talones y que en cualquier momento lo atrapan. Todo eso se dice y más. No obstante, Servando Gómez Martínez, más conocido por su sobrenombre de La Tuta, se la pasa dando señales en contrario.
  Porque como que no checa eso de que el líder de los Caballeros Templarios esté en franca huida y al mismo tiempo sigan apareciendo esos reveladores y simpáticos videos en los que se le ve muy quitado de la pena, reunido con una serie de personajes de la política, el empresariado y los medios de comunicación del estado de Michoacán, quienes lo miran no como a un criminal o un hombre aterrador, sino como a una especie de padrino benefactor y dador de favores, como máxima autoridad de la región y como un líder político del tipo de aquellos antiguos caciques post revolucionarios al estilo de Saturnino Cedillo o Gonzalo N. Santos, quienes eran dueños de vidas y haciendas, de regiones enteras en donde determinaban todo lo que se movía y lo que no se movía.
  Como personaje literario o cinematográfico, la Tuta da para mucho. Al contrario de otros capos del crimen organizado, estamos ante una personalidad mucho más compleja e interesante que, no sé, el Señor de los Cielos o la Reina del Sur y ellos ya tienen libros y hasta telenovelas sobre su vida.
  ¿Cómo se las ingenió el hombre para reunirse con tantos michoacanos notables (uso la palabra notables con todas las reservas del caso) y grabarlos a todos en video, de tal manera que pudiera tenerlos en un puño? Para un escritor o un guionista, es una pregunta fascinante.
  Claro que lo que sucede con Michoacán y con la Tuta no es un caso de ficción y, en ese sentido, la legalidad está en juego, una legalidad que, sin embargo, en aquella entidad parece, desde hace ya bastante tiempo, asunto relativo y poco tomado en cuenta. Es por eso que allá las cosas van –y quién sabe por cuánto tiempo más– a Tuta máquina.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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