jueves, 31 de julio de 2014

#yosoyabbiehoffman

Con mi vieja edición original del Steal This Book.
A veinticinco años de la muerte del mítico y contradictorio líder yippie, vale la pena revisar su vida militante y su obra política y literaria.

Hay de líderes radicales a líderes radicales. Hoy que resulta tan fácil sentirse revolucionario desde la comodidad de una laptop o de un teléfono inteligente, parece difícil comprender cómo era oponerse al sistema establecido, no desde un Starbucks o un café internet, sino desde la misma calle, en una época en la que la represión iba en serio y era mucho más que una mera proclama política.
  Abbie Hoffman era un líder radical. Sus ideas buscaban la raíz de los males que quería combatir y lo hacía con medidas extremas.
  Nacido el 30 de noviembre de 1936, en Worcester, Massachusetts, este inquieto militante de origen judío fue una de las cabezas más importantes del Partido Internacional de los Jóvenes (Youth International Party), cuyas siglas en inglés (YIP) dieron origen al movimiento yippie. Al contrario de los hippies, caracterizados por su pacifismo, su flower power y sus consignas de “Paz y amor”, “Haz el amor y no la Guerra”, etcétera, los yippies eran activistas que intentaban golper en la yugular al Sistema, con acciones que sin llegar al terrorismo o a la violencia abierta, sí alcanzaban a trastornar al Estado norteamericano, al grado de ser considerados como individuos fuera de la ley.
  Jerry Rubin y Abbie Hoffman fueron los dos líderes más conspicuos del yippismo. Ambos se dieron a conocer con sus intervenciones en la Convención Demócrata de Chicago de 1968, la cual terminó con una brutal represión policiaca. Junto con otros seis líderes del YIP, fueron arrestados y se les acusó de conspiración, sublevación y amotinamiento. Al poco tiempo quedaron libres, pero Abbie no tardaría en ser encarcelado en múltiples ocasiones (más de treinta) por los más diversos motivos: desde haber usado una camisa con los colores de la bandera gringa hasta haber colaborado con el movimiento en pro de los derechos civiles de los negros, pasando por sus participaciones en marchas contra la guerra de Vietnam y su famoso exorcismo al Pentágono, cuando junto a cincuenta mil jóvenes formó un círculo humano para tratar de hacer levitar al edificio orgullo de la U.S. Army. Otra famosa acción fue aquella en la cual arrojó billetes de un dólar en el interior de la Bolsa de Valores de Nueva York, enloqueciendo a los presentes -desde empleados hasta corredores y agentes- e interrumpiendo con ello las actividades de ese importante centro financiero.
  Otra anécdota muy célebre sucedió durante el festival de Woodstock, en 1969, cuando Hoffman logró subir al estrado y apoderarse del micrófono para lanzar un inflamado discurso en favor de la libertad del militante preso John Sinclair. Cómo seguía hablando y no había forma de acallarlo, Pete Townshend, guitarrista de The Who, tomó su guitarra y propinó a Abbie un sólido golpe en la cabeza que casi lo manda al hospital.
  Para 1970, Abbie Hoffman era una leyenda, un verdadero antihéroe. Autor de varios libros en los cuales atacaba abiertamente al sistema capitalista e híper corporativo de los Estados Unidos (Revolution for the Hell of It con su apéndice Fuck the System, Woodstock Nation, Steal This Book*), muchos recuerdan a Hoffman por su ocurrencia de lanzar como candidato presidencial por el YIP a un cerdo llamado Pegasus.
  Abbie reconocía como sus padres espirituales lo mismo a Antonin Artaud que a Groucho Marx, al Che Guevara que a Lenny Bruce, a Mao Tse Tung que a Robin Hood.
  A mitad de la década de los setenta, era un tipo tan perseguido que se vio obligado a huir de su país con un nombre falso. Con el apelativo de Barry Freed, se estableció en Montreal, Canadá, donde se inició en una nueva clase de militancia: la pugna en favor de la protección del ambiente.
  En 1980, escribió su autobiografía: Soon to Be a Major Motion Picture. Ya sin ser un perseguido político, se convirtió en militante antinuclear. De 1984 a 1986 se dedicó a recorrer, al lado de Jerry Rubin, una cincuentena de universidades norteamericanas. Para ese entonces, Rubin había adjurado del yippismo y era lo que hoy llamamos un yuppie. Lejos del anarquismo que profesara dos decadas atrás, era ahora un defensor a ultranza del sistema capitalista, el consumismo y el american way of life. Asesor de importantes firmas trasnacionales, Rubin daba sus puntos de vista y Hoffman los contradecía en largas, apasionadas y fársicas polémicas que llegaron al punto de parecer un circo.
  Con todo, la vida amorosa y familiar de Abbie no era buena y sus ingresos económicos lo eran menos. En 1988 sufrió un accidente automovilístico del cual jamás se pudo reponer del todo.
  El 12 de abril de 1989, fue hallado muerto en su apartamento, acostado sobre la cama de su habitación. Se había suicidado.
  Hoy día, Hoffman permanece prácticamente olvidado. Su legado ideológico es incierto y confuso. Quedan sus libros como un testimonio de una década en la cual se llegó a creer en las posibilidades del cambio revolucionario y en la transformación de los seres humanos hasta llegar a una utópica sociedad ideal. El sueño había terminado.

*Roba este libro (un recuerdo personal)
A principios de los años setenta, uno de los libros más inconseguibles era Steal This Book (“Roba este libro”) de Abbie Hoffman. Editado por Pirate Editions, se trataba de un volumen prohibido, condenado por las buenas conciencias de los Estados Unidos de América. Para un joven mexicano de diecisiete años, hacerse de semejante título –del que tanto había escuchado hablar– era prácticamente un imposible. Por eso, cuando en 1972 mi amiga Rosemarie, una hermosa rubia de quince años que por aquel entonces me traía rebotando, me dijo que iba a ir de vacaciones a Nueva York y que si no quería encargarle algo, lo primero que se me ocurrió fue pedirle el Steal This Book de Hoffman.
  Rosemarie regresó a los dos semanas y cuando nos vimos, lo primero que puso en mis manos fue aquel libro negro, con el título calado en blanco, el nombre del autor en letras rojas y, a un lado de éste, la efigie de un tipo de larga cabellera rizada, nariz ganchuda y ojos de loco: Abbie Hoffman. Cuando le pregunté cómo demonios lo había podido conseguir y traer a México, me contó que había entrado a una librería de Manhattan, lo había pedido al encargado, éste la había mirado sorprendido, se lo había dado y ella lo había pagado. Así de sencillo. Sobra decir que desde entonces guardo el Steal This Book como una de mis más preciadas joyas bibliográficas y aunque jamás pude (vaya, ni siquiera lo intenté) poner en práctica sus literalmente explosivas enseñanzas, lo leí de cabo a rabo en mi por entonces mediano inglés. Porque se trata de un verdadero manual de la subversión, una guía para vivir de a gratis en los países primermundistas (con aplicaciones prácticas para el tercer mundo), un catálogo de sobrevivencia en el interior del Monstruo (John Kay –de Steppenwolf– dixit).
  Un libro legendario… y muy actual.

(Publicado hoy en la sección "El angel exterminador" de Milenio Diario)

miércoles, 30 de julio de 2014

Cadillac Records

Amo las películas que tienen que ver directamente con el rock (puedo hacer una extensa lista de las mismas y escribir de ellas; es más, lo iré haciendo en este blog). Es el caso de Cadillac Records, la cinta dirigida por Darnell Martin en 2008.
  Creo que la primera pregunta que surge luego de verla es: ¿cuál es en verdad la disquera madre del rock, Sun Records o Chess Records? Sobre la historia de esta última es que trata Cadillac Records, de cómo los hermanos de origen polaco Phil y Leonard Chess (aunque la trama se centra en este último, interpretado magníficamente por el gran Adrien Brody) se interesaron -comercialmente primero y musicalmente después- por la llamada race music, es decir, la música negra originaria, esencialmente el blues, el soul y el rhythm n' blues, estos dos últimos géneros en su fase primigenia, y de cómo fundaron el sello que comenzó a difundir a intérpretes y autores tan importantes y grandiosos como Willie Dixon, Muddy Waters, Howlin' Wolf y Chuck Berry.
  Con un casting soberbio (las personificaciones de los cuatro músicos mencionados, así como de otros como el armoniquista Little Walter o la cantante Etta James, resultan fantásticas), un guión espléndido y actuaciones de primer nivel, para no hablar de la magnífica música que se escucha a lo largo de la película, Cadillac Records termina por ser no sólo una ficción basada en acontecimientos reales, sino un verdadero documento de una época llena de riqueza artística, la era que fundó y dio forma no sólo a la race music, sino al rock n' roll y al rock.
  Con numerosas anécdotas perfectamente desarrolladas (cómo Willie Dixon empezó a componer para Muddy Waters y otros, la rivalidad entre este último y Howlin' Wolf, la vida anárquica y llena de excesos de Little Walter, la visita de los Rolling Stones a la disquera -donde grabaron el histórico EP Five by Five-, los conflictos incluso sentimentales y sexuales suscitados con la llegada de Etta James, la manera como Leonard Chess usaba la payola para que las radiodifusoras aceptaran tocar a sus músicos, etcétera), la cinta es un deleite y debería ser obligatoria para todos aquellos que dicen hacer rock y necesitan con urgencia conocer sus verdaderas raíces.
  Esplendida.

martes, 29 de julio de 2014

Los sueños calientes de Timber Timbre

Hay cosas muy injustas en el mundo de la música. Cosas imperdonables. Por ejemplo que un proyecto tan espléndido y original como Timber Timbre permanezca en el más inaceptable de los ostracismos, en un cuasi anonimato.
  Se dirá que así debe ser con las propuestas de culto y tal vez sea cierto. Pero cada vez que escucho la música oscura, siniestra, ominosa y al mismo tiempo dulce, sensual y provocativa de este grupo canadiense, pienso que tendría que llegar a un mayor número de oídos, a un mayor número de mentes, a un mayor número, sí, de corazones.
  Con dos discos oficiales de larga duración en su haber (Timber Timbre de 2009 y el extraordinario Creep on Creeping de 2011, aunque antes grabó otros dos de manera independiente), la agrupación encabezada por el compositor, multiinstrumentista y crooner extraordinaire Taylor Kirk acaba de poner en circulación su flamante tercer álbum, una absoluta maravilla cuyo sonido resulta más davidlynchiano que el que existe en los discos del propio David Lynch.
  Hot Dreams (Art & Crafts, 2014) es un trabajo pleno de elegancia y sutileza, pero también de una fuerza soterrada que se va manifestando, poco a poco, de manera incisiva y fascinante, en cada una de las diez canciones que lo conforman. Desde la inicial y envolvente “Beat the Drum Slowly” hasta la concluyente y tétrica “The Three Sisters” (junto con “Resurrection Drive Part II”, las dos piezas instrumentales del plato), el cuarteto nos conduce por diversos estilos y atmósferas, ya sea el soul lujurioso de “Hot Dreams”, la acompasada psicodelia de “Curtains?!”, el cinemático cinematográfismo de “Bring Me Simple Men”, el ánimo como de spaghetti western de “Grand Canyon”, la intensidad clasicista de “This Low Commotion” (grandiosa composición) y “The New Tomorrow” o la belleza baladesca y elvispresleyana de “Run for Your Life” (otra joya, algo así como una “Love Me Tender” apocalíptica).
  Hot Dreams es una obra suprema, un álbum fuera de serie que debe ser escuchado con tanto placer como urgencia.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 28 de julio de 2014

Los 69 de Sergio

Si aún estuviera físicamente entre nosotros, mi hermano Sergio hubiera cumplido hoy sesenta y nueve años de edad. Estoy seguro de que el número le habría encantado. Vaya un nuevo recuerdo para mon frère, de quien en septiembre próximo se cumplirán cuatro años de su partida. Sigue estando muy presente y seguro continúa haciendo películas en algún lugar. Lo sé.

domingo, 27 de julio de 2014

Un domingo en familia

Myrna organizó hoy una comida familiar en honor a Alain y Hallet, por su regreso al país después del estupendo viaje que hicieron por las Uropas. Todo fue muy agradable y divertido. Invité a Marijó y allá gozamos de una deliciosa taquiza y una muy buena charla. Realmente una tarde grata y llena de calor y afecto. Myrna, por cierto, leyó en mi facebook que yo me negaba a buscar una lata de Coca Cola con mi nombre y me sorprendió con una. Queda la foto que me tomó Alain como testimonio.

sábado, 26 de julio de 2014

Los sopapos de “Mamá Rosa”

Soy de una generación para la cual los castigos físicos en las escuelas no eran cosa extraña. Cursé primaria y secundaria entre 1961 y 1969 y en aquellos años resultaba común que maestros y prefectos tuvieran manga ancha para aplicarnos lo que algunos llamaban violencia correctiva. “La letra con sangre entra” era frase común entre los docentes de aquel tiempo. En el colegio salesiano de Tlalpan donde cursé quinto y sexto de primaria, el maestro Pascual tenía un cable de la luz que usaba a manera de pequeño látigo contra nuestras piernas y el anciano maestro Calderón amenazaba con el puño cerrado, mientras miraba con ojos encendidos al alumno infractor y le espetaba un “¡Te voy a trompear!”. Otros castigos comunes: colocar a los estudiantes mal portados en el patio, a pleno rayo del sol, de rodillas y con los brazos abiertos, mientras sostenían sendos ladrillos o el más “inocente” de colocar la mano con los dedos juntos para recibir un golpe de borrador que dejaba las uñas adoloridas.
  Todo esto vino a mi mente luego de leer la entrevista que León Krauze le hizo a la famosa “Mamá Rosa” para Univisión. “Yo era muy buena para el soplamocos, para el sopapo”, dice ella muy oronda y justifica los golpes con un rotundo “si no pegas, no quieres”.
  La octogenaria dama me hizo recordar a un personaje de historieta de aquellos años sesenta: doña Eufrosina, la “Ma linda” de Memín Pinguín, quien solía castigar a su hijo con la temible “tabla con clavo” que dejaba caer sobre sus oscuras nalguitas… ¡y uno se reía de ello!
  Hoy las cosas han cambiado por fortuna y en las escuelas están prohibidos los castigos físicos. Sin embargo, en la casa de La Gran Familia, “Mamá Rosa” ejercía una serie de temibles puniciones sobre sus “hijos”. Ella creía (y aún cree, según se lee en la entrevista) que eso era lo correcto.
  No sé qué piensen ahora los intelectuales abajofirmantes que en un principio protestaron por el trato que se dio a esta versión femenina de Gabriel Lima (el personaje que interpreta Claudio Brook en El castillo de la pureza de Arturo Ripstein), pero no creo que sus iniciales simpatías se mantengan. Al menos eso espero.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 25 de julio de 2014

Sky

No he comentado aquí que, desde hace justo una semana, me cambié de sistema de televisión de paga. Tras de catorce años abonado a Cablevisión, de la que no tengo la menor queja, decidí cancelar su servicio y pasarme a Sky, a pesar de que me había prometido no hacerlo nunca, ofendido como estaba porque el sistema satelital de TV se llevó a la Liga Premier de Inglaterra como exclusiva y me impidió verla a lo largo de toda la anterior temporada. Eso para no hablar de la Liga Española, de la que por Cable sólo se pueden ver dos juegos -y a veces no los mejores- por TDN. Así que me tragué mis promesas y decidí quitarme las telarañas y suscribirme a Sky, con la ventaja de que voy a pagar doscientos pesos menos cada mes.
  Lo anterior se explica porque con Cablevisión tenía contratado el paquete más caro, el que trae la programación premium que incluye a HBO y Movie City. La verdad es que ni veía ya esos canales, sobre todo porque me habitué a ver series y películas por internet, a la hora y con la frecuencia que yo quería. Con Sky me aboné a su segundo paquete más barato (Fun) y sólo le añadí la programación en Alta Definición. Fun incluye a Planeta Futbol y es ahí donde pasan todos los partidos de mis dos ligas favoritas de Europa: la inglesa y la hispana.
  Así que maté dos pájaros de un tiro: veré el fut que me interesa (y eso incluye otras ligas, como la alemana, la italiana, la francesa, la holandesa y, claro, la mexicana) y pagaré menos por ello. Aparte de que ya puedo ver mis series y filmes de Netflix o Cuevana en la tele nueva.
  Buenísimo.

jueves, 24 de julio de 2014

Days of Being Wild

Imposible no remitirse a Elliott Smith al escuchar “The First Time”. la pieza que abre éste, el segundo álbum de Matt Kivel. Conforme el disco transcurre, los vientos de la música nos llevan por otros lares, pero la influencia del malogrado autor de Either/Or (1997) y Figure 8 (2000), entre otros grandes trabajos discográficos, continúa presente.
  Ex integrante de ese estupendo trío que fue Princeton (un proyecto casi de adolescencia que formó en 2005 junto a su hermano gemelo Jesse, cuando ambos estudiaban en la ciudad de Londres, y que grabó un par de platos muy recomendables) y de Gap Dream (el grupo indie-electrónico encabezado por Gabe Fulvimar), Matt Kivel ha logrado escribir una serie de canciones que van de lo etéreo y lo minimalista a un rock más, digamos, fuerte, aunque quizás habría que entrecomillar este adjetivo, ya que el cantante y guitarrista nunca llega a producir algo aproximado al estruendo.
  Days of Being Wild es un trabajo de apacible belleza, una obra que transcurre por parajes y atmósferas tan cercanas al folk como al dream pop. Producido y mezclado por Paul Oldham (quien además funge como ingeniero), en el disco resaltan la economía instrumental y las diferentes modulaciones vocales de Kivel, dueño de una garganta dúctil aunque de escasa potencia, de ahí que privilegie el canto tranquilo, casi murmurado, que alterna con su gusto por los falsetes, característica que de alguna manera lo hermana con Bon Iver.
  Catorce son los cortes que conforman al álbum y si hay algo que los asemeja es la facilidad melódica del compositor, algo que ya había mostrado en su larga duración anterior, el aún más tranquilo Double Exposure de 2013. Los aires melancólicos campean a lo largo de piezas como las hermosas “Blonde Boy”, “A Couple Hours” y “Only with the Wine”, en las que Kivel logra una expresividad altamente conmovedora y sutil. La elegancia esplende en “You and I Only”, en “End of Adventure” o en ese puente exclusivamente guitarrístico que es “Dolphins”, mientras que la emoción brota en la final y contenida “Waving Goodbye” o en las brevísimas “Little Girls” (apenas un minuto y medio de gran belleza armónica) y “Twins” (cincuenta segundos de figuras dulces con la guitarra acústica).
  Cuando el músico requiere de cierto poderío roquero –siempre relativo– y para ello aumenta –sólo un poco– la intensidad instrumental y los decibeles, crea temas tan buenos como “Open Road”, “Days of Being Wild”, “Underwater” y esa otra joya que es “Insignificance”.
  Days of Being Wild representa un importante paso en la carrera solista de Matt Kivel. Si su trabajo con Princeton lo había situado como un cantautor más que prometedor, con este flamante opus no hace sino consolidarse como lo que es: un artista en toda la extensión de la palabra.
  Un disco francamente recomendable.

(Publicado en la sección de reseñas discográficas del sitio de la revista Marvin)

miércoles, 23 de julio de 2014

RocknRolla

Divertidísima película de Guy Ritchie que repite la fórmula de sus anteriores Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), en cuanto al enfrentamiento de diferentes grupos de delincuentes, bandas y mafias que pelean todos contra todos por algún botín. En el caso de RocknRolla (2008) la manzana de la discordia es la riqueza inmobiliaria de Londres y un cuadro antiguo que subitamente desaparece.
  Como casi siempre en Ritchie, la habilidad narrativa es magnífica y los apuntes irónicos resultan en verdad delirantes. El retrato de personajes es francamente espléndido, con tipos (y tipas, en el caso de la sensual y desalmada Stella, la temible y fría contadora interpretada por la guapísima morena Thandie Newton) entrañables en su intrepidez o su torpeza, en su maldad o su simpatía, en su inteligencia o su estupidez.
  Violenta, hiperquinética, complicada, brillante, la cinta no da tregua y nos lleva de un lugar a otro, de una situación a otra con un vértigo infernalmente jocoso y brutalmente sardónico, hasta su repentina conclusión. Destacan personajes magníficos, como ese Archy (Mark Strong) flemático e implacable, ese Lenny Cole (Tom Wilkinson) corrupto y soberbio, ese Johnny Quidd (Toby Kebbell) punketo y lamentable (el único y verdadero RocknRolla), ese Uri Omovich (Karel Roden) mafioso y sofisticado o ese One Two (Gerald Buttler) que es el antihéroe supuestamente galano de la historia.
  Cada que veo los filmes de Guy Ritchie sigo sin entender cómo pudo realizar ese bodrio que es Swept Away (2002), con su entonces esposa, Madonna. Bueno, creo que con mencionar este último nombre yo mismo me respondí.

martes, 22 de julio de 2014

Morrissey y la paz mundial

Jamás he sido seguidor de Morrissey. Su música, solo o con los Smiths, jamás me ha llegado, hay algo en ella que no acaba de conmoverme, no la entiendo, no la siento. Tal vez sea esa manera manierista de cantar, esa afectación teatralizada de la voz, esos subeibajas melódicos que no tienen asidero. Me resulta por completo neutra y no la disfruto.
  Sin embargo, he estado escuchando el muy reciente álbum de este británico y debo decir que me gusta, me mueve y me conmueve.
  World Peace Is None of Your Business (Virgin EMI, 2014) es el título del flamante disco (su décimo como solista), un trabajo fino y elegante, con una docena de composiciones variadas y de espléndida factura. Hay una gran intensidad en la interpretación, los arreglos son casi siempre precisos y preciosos (aunque de pronto se apela quizás en demasía a guitarreos de estilo español) y las letras acuden en buena parte, cosa normal en Morrissey, a tópicos políticos y sociales, como el sencillo “The Bullfighter Dies” en el que se dicen cosas tan crudas y crueles como “¡Hurra, hurra!, el torero muere y nadie llora, porque todos queremos que el toro sobreviva” (palabras que harán felices a los enemigos de la llamada fiesta brava).
  No se si se trate de la producción de Joe Chiccarelli (quien trabajó con Frank Zappa, Oingo Boingo, American Music Club y otros). No se si sea la estructura de las canciones. Lo que sé es que escucho a un Morrissey más concreto, más austero, más profundo, con menos florituras vocales, cosa que en lo personal agradezco, aunque no sé cómo lo aprecien sus seguidores más empedernidos (que los hay de sobra: cuando menciono que nunca me han gustado los Smiths o el famoso Moz, suelen mirarme como se mira a un apestado).
  Si de destacar algunas canciones se trata, mencionaré piezas como “I’m Not a Man”, “Smiler with Knife”, “Istanbul” y “Mountjoy”. Pero en general se trata de un larga duración en verdad excelente. De lo mejor en lo que va del año.
  Hace dos años se hablaba del retiro de Morrissey y de que no volvería a grabar. Debo decir que por fortuna no fue así y que su regreso discográfico ha sido suntuoso.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 21 de julio de 2014

Con Alain y Hallet

Hoy en la tardenoche vinieron Alain y Hally a visitarme, luego de su padrísimo periplo europeo. La pasamos muy bien, viendo un montón de preciosas fotos de su estancia en París, Berlín y Atenas. Fue uno de esos viajes en que todo les salió a pedir de boca y eso los hizo retornar muy felices y con muchas ganas de regresar pronto al viejo continente. Me dio gusto verlos tan contentos. Pasamos un rato delicioso.

domingo, 20 de julio de 2014

La mujer de Benjamín

Yo juraba que ya la había visto, pero creo que no. Al menos no recordé una sola escena al verla anoche en MUBI. La mujer de Benjamín, realizada por Carlos Carrera en 1991, célebre película del cine nacional de esa década; retrato de un pueblo en una provincia mexicana entre creíble e inverosímil; historia que remite a la de La bella y la bestia (Jorge Ayala Blanco dixit) pero en versión condechi; fábula apanicada sobre un hombre gordo, feo e imbécil que se enamora de una joven hermosa, sensual y cabrona y la obliga (otra vez inverosímilmente) a vivir con él en su casa; cuento moral sin moraleja clara que sin embargo nos lleva a la conclusión de que secuestrar a alguien "por amor" a lo único que lleva es a ser humillado, burlado, manipulado, robado, ridiculizado y simbólicamente raptado.
  Protagonizada por Eduardo López Rojas (Benjamín) y una muy guapa, cachonda y joven Arcelia Ramírez (Natividad), la cinta se deja ver, es divertida, pero no puede escapar de todos esos afanes pretensiosos de intelectualidad que desde hace ya mucho tiempo padece la cinematografía mexicana.
  Varios personajes caen en el cliché y se les mira de manera un tanto prejuiciosa y esquemática. Falta en el director una mayor identificación con ellos: ya sea con la hermana de Benjamín y su constante amargura y mal carácter que esconden un corazón sensible y débil o con la madre de Natividad y su carácter regañón pero imposibilitado de imponer disciplina y respeto o con el tío desmadroso que es capaz de aconsejar a un cuasi oligofrénico que se lleve a vivir a su sobrina con él sin importar que para ello deba robársela o el curita de pueblo, libidinoso, cínico y demagógico, que juega con los deseos ocultos de las mujeres beatas para que le llevan de comer o hasta le alivien sus calenturas o el comerciante camionero galán y pagado de sí mismo que cree que todo lo puede y al final es madreado por el personaje más improbable.
  Vale la pena ver La mujer de Benjamín, pero no es ni por asomo la película más gozosa de nuestro cine. No sé si con el tiempo perdió la frescura... o si alguna vez la tuvo.

sábado, 19 de julio de 2014

“Mamá Rosa” y la vida en blanco y negro

Los seres humanos solemos mirar las cosas en dos dimensiones, en dos colores que ni siquiera son colores, en blanco y negro. El maniqueísmo nos parece cómodo, implica mínimos esfuerzos mentales, nos facilita la visión de lo que nos rodea, aunque esa visión sea incompleta, injusta, parcial, prejuiciosa. Entre menos matices tengamos que contemplar, mejor será: nos quitaremos de encima el tratar de entender con mayor profundidad nuestro entorno; tendremos fórmulas elaboradas de antemano, como cristales bifocales a través de los cuales observaremos todo de la manera menos caleidoscópica posible.
  En lo que va del presente siglo, pero en especial del 2006 al presente, los mexicanos nos hemos especializado en ese maniqueísmo confortable y prejuiciado. Paradójicamente, en el sector en el cual se supone que debería campear el espíritu crítico, en el lado izquierdo del espectro político, es donde más se han profundizado los puntos de vista cerrados, bidimensionales, dogmáticos. Para una buena parte del progresismo nacional, la vida se divide en buenos (ellos) y malos (sus contrarios). No sólo eso: de unos años a la fecha, existe  una buena cantidad de tópicos que no admite discusión acerca de quiénes son los héroes y quiénes los villanos.
  Por ejemplo, dentro de los medios de comunicación ya está dictado cuáles de ellos son los malvados y cuáles los puros. También en cuanto a los partidos políticos o los personajes públicos: unos son malos-malos y otros buenos-buenos. No hay para qué pensar, meditar, matizar: el dogma está para ser aceptado, sin discusión o cuestionamientos.
  En temas internacionales, desde esa óptica, en Medio Oriente los judíos son los malos y los palestinos los buenos. Hamas es una organización buena porque ataca a los israelíes. No importa que sea terrorista y lance bombas.
  Por eso en México, en estos momentos, resulta tan difícil dilucidar si en el sonado caso de “Mamá Rosa”, la mujer es buena o es mala (claro, como Vicente Fox la defendió, entonces debe ser peor que Cruela de Vil).
  En síntesis, los de acá somos unas hermanitas de la caridad y los de allá son unos hijos de puta. Punto.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 18 de julio de 2014

Elogio del futbol mexicano

Tiro de Horacio Casarín.
Acaba el Mundial y al siguiente fin de semana comienza la Liga MX. Demasiado pronto, se dice. No lo sé. El caso es que hoy hay dos partidos para inaugurar el Torneo de Apertura y sobran los que hacen comparaciones entre nuestro singular balompié y el de ligas poderosas como la inglesa, la española, la alemana o la italiana.
  Es claro que no existe punto de comparación en cuanto a calidad o velocidad, en cuanto a espectacularidad e intensidad. Sin embargo, nuestro fut tiene lo suyo y hay algo que lo hace muy particular. No sé si es cosa de idiosincracia (bueno, más bien si lo sé), pero el futbol (palabra aguda, como la pronunciamos en México) nacional posee un encanto y una larguísima tradición que nos gusta y nos emociona tanto como si aquí jugaran el Barcelona o el Bayern Munich.
  Cierto que en cada jornada del campeonato regular hay varios partidos infames y que a veces se juega con una lentitud exasperante, pero también se dan grandes juegos y ya en la liguilla podemos ver encuentros memorables. Pero lo que seduce de este deporte en México es su folclor, su cariz un tanto caótico, su teatralidad. Insisto: el soccer en estos lares es un reflejo del ser nacional. Por eso no puede ser como el de Europa. Ni siquiera como el de Sudamérica (que en general resulta bastante aburrido).
  Desde sus orígenes, con toda esa mitología compuesta por legendarios equipos y jugadores de apodos rimbombantes (el "Trompo" Carreño, la "Marrana" Castañeda, el "Jamaicón" Villegas, el "Chato" Ortiz, el "Pirata" Fuente, el "Piolín" Mota, el "Tubo" Gómez, el "Cura" Chaires, el "Sobuca" García, el "Harapos" Morales y un largo etcétera que incluye a "los once hermanos" del Necaxa), nuestro futbol posee una muy larga historia de triunfos escasos y derrotas aplastantes que lo hacen tan interesante como fascinante. Sólo en un pambol como el nuestro pudo existir, por ejemplo, un delantero como el "Manquito" Villalón del Morelia a quien, en efecto, le faltaba un brazo o un arquero tan estrambótico como Jorge Campos. Pero también ha habido grandes ídolos, como Horacio Casarín o Enrique Borja, y narradores de antología, como Fernando Marcos o Ángel Fernández.
  Tenemos una infraestructura que ya quisieran muchos países, hay una enorme afición, mucho dinero se mueve entre los equipos más poderosos y aun así no hay manera de que aspiremos a alcanzar el nivel de calidad del futbol que se juega en algunos países del viejo continente. Pero ni falta hace: el fut mexicano es como es y así seguirá siendo, por la sencilla razón de que lo hacemos los mexicanos y en ello incluyo a jugadores, directores técnicos, directivos, árbitros, periodistas, medios de comunicación y aficionados. Somos como somos y así seguiremos siendo. Por los siglos de los siglos. Qué bueno.

jueves, 17 de julio de 2014

La bluesología de Gil Scott-Heron

“La revolución no será televisada”, reza la frase más célebre de este poeta y músico de soul-jazz, título de su composición homónima, contenida en su primer álbum, Small Talk at 125th and Lenox, de 1970. No se trata sin embargo de una sentencia suya, pues era un eslogan común entre los grupos militantes del Black Power de la época, para cuestionar a quienes predicaban la revolución desde la comodidad de las aulas, los cafés y la prensa (algo semejante a lo que sucede hoy con los “revolucionarios” de la laptop, el celular y las redes sociales).
  Pero Gil Scott-Heron fue mucho más que aquella provocadora frase. Con su propuesta política de escribir poesía crítica y su estilo spoken word para interpretarla, se trata de uno de los pioneros del rap y el hip-hop, así como también de un músico y escritor de primer orden, hombre de su época que puso los cimientos del neo soul y mantuvo su congruencia artística y social a lo largo de más de cuarenta años.
  Nacido en Chicago en 1949, Gil fue hijo de una cantante de ópera y un futbolista jamaiquino, extraña combinación si las hay. Rebelde y talentoso desde sus años de estudiante, a fines de los sesenta publicó sus dos primeras novelas, The Vulture y The Nigger Factory, y por esa misma época formó a su primer grupo musical, Black & Blues, al lado de su desde entonces inseparable amigo Brian Jackson. Inspirado en la agrupación The Last Poets (e influenciado, según escribió él mismo, por Richie Havens, John Coltrane, Billie Holiday y Malcolm X). Scott-Heron sacó en 1971 su segundo álbum, Pieces of a Man, en el cual había menos spoken word y más canciones estructuradas como tales. Este plato, junto con el impresionante Winter in America de 1974, resultaría por demás influyente dentro de la música y la poesía negras de años posteriores.
  Durante los años ochenta, el artista fue uno de los más acérrimos críticos de la presidencia de Ronald Reagan y participó activamente en el movimiento antinuclear, sobre todo después del accidente en la planta atómica de Three Mile Island. Su actuación en 1979, durante el concierto No Nukes, con el enorme tema “We Almost Lost Detroit”, es histórica y quedó registrada en el disco que sobre ese concierto se grabó al lado de gente como Jackson Brown, James Taylor y Crosby, Stills & Nash, entre otros.
  Conocido por muchos como “El padrino del rap” (y yo especificaría: del rap politizado), Scott-Heron fue no obstante un crítico de los raperos, a quienes reclamaba no sólo su falta de compromiso, sino incluso su falta de preparación musical.  Militante antirracista hasta su muerte, estuvo en prisión en varias ocasiones por posesión de drogas y en 2008 declaró públicamente que era portador del virus VIH.
  Sin embargo, no dejó de escribir música y poesía. Autodefinido como bluesólogo siguió presentándose en concierto y en 2010 grabó el extraordinario I’m New Here que representaría su último legado, ya que falleció un par de años después, sin que se revelara la causa de su muerte.
  La revolución, sobra decirlo, aún no ha sido televisada.

(Publicado el pasado sábado 12  en el suplemento cultural "Laberinto" de Milenio Diario).

miércoles, 16 de julio de 2014

Beta y VHS

En una época en la cual imperan las televisiones inteligentes y los reproductores de blu-ray, guardar como reliquias los viejos aparatos de video Beta y VHS parecería un anacronismo insano. Más aún si ambos están descompuestos. Pero ahí los tengo y no sé qué demonios hacer con ellos. No sólo con ellos, sino con decenas de cassettes en ambos formatos que ocupan mucho lugar y no pueden ser reproducidos.
  ¿Venderlos? No creo que haya interesados en hacerse de ellos (¿o sí?). ¿Regalarlos? Quién podría quererlos. ¿Tirarlos a la basura? Parece lo más indicado, pero...
  Por una u otra razón, no he tenido la disposición de ánimo como para deshacerme de esas antiguallas que ni a vintage llegan. A ello puedo añadir mi tele Panasonic (en perfecto estado, por cierto) que con su obeso tamaño sólo me roba espacio y ya no veo y por la que en Mercado Libre me darían apenas cuatrocientos pesos (es real).
  En fin. Si alguien lee esto y tiene alguna idea que darme, le estaré muy agradecido. ¿Tiro mis reproductores de Beta y VHS? ¿Arrojo al bote de los desperdicios los cassettes respectivos? ¿Qué hago con la tele?
  Dilemas existenciales del consumismo rampante,

martes, 15 de julio de 2014

Buen rock culichi

Conocí a Roberto Fernández Echeagaray en 2007, cuando me invitó a cubrir la décima edición del Festival de Rock Sinaloa que a lo largo de cuatro días se llevó a cabo en la ciudad de Culiacán, famosa por muchas cosas, entre ellas por la belleza –más que verídica, me consta– de sus mujeres.
  La experiencia resultó divertida, aleccionadora e ilustrativa, no sólo por el festival en sí (con una enorme cantidad de grupos de diferentes partes de la república, así como de la ciudad de Los Ángeles, como Resorte o Vodoo Glow Skulls), sino por algunos recorridos que el buen Roberto me brindó por los más insospechados rincones de la capital sinaloense, incluido el templo dedicado a Jesús Malverde.
  Mucho conversamos de música y al final me regaló no sólo una canasta de platillos típicos sinaloenses (como chilorio o frijoles puercos), sino copias de varios discos de su selecta colección (por él descubrí a los Black Keys, en aquel entonces un dueto incipiente).
  Creo que desde esos días me habló de su proyecto personal, la banda de blues y rock Malverde Blues Experience, cuyo primer disco acaba de aparecer y que ya se puede escuchar en Spotify.
  Doce son los temas que conforman este álbum que lleva como título el propio nombre del grupo, un cuarteto híper rocanrolero, con una calidad instrumental inaudita, que realiza un rock duro de gran densidad y potencia. Fernández Echeagaray es el encargado de la voz principal y lo hace desde una garganta desgarrada y visceral.
  El estilo de la agrupación remite al rock blues sureño de los Estados Unidos derivado de bandas seminales como los Allman Brothers o Lynyrd Skynyrd, aunque con un sonido más oscuro, más duro y más compacto.
  El único prietito en el arroz, para mí, es que Malverde Blues Experience sólo cante en inglés (incluso esa enorme pieza que es “La mala vida” es interpretada en el idioma de Bob Dylan), pero eso no es motivo para dejar de recomendar este gran disco de rock culichi que merece ser escuchado, apreciado y disfrutado por todo el mundo.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 14 de julio de 2014

Lock, Stock and Two Smoking Barrels

Había visto esta cinta años atrás, en Canal 11 (al igual que la buenísima serie de ocho capítulos derivada de la película y dirigida o al menos producida y escrita también por Guy Ritchie). Hoy que volví a verla me volvió a encantar y a divertir con su humor negrísimo y salvaje.
  Filmada en 1998, se trata del debut cinematográfico de Ritchie, un debut por demás poderoso y prometedor y que a lo largo de los años ha confirmado su calidad por medio de una obra casi siempre consistente, salvo ese tropiezo que fue Swept Away (2002) que realizó cuando estuvo casado con Madonna.
  Historia de gangsters londinenses de poca monta y alta intensidad y violencia, la cinta recuerda a Tarantino, pero con un estilo distinto y distintivo. Uno termina por sentir ternura ante las torpezas cometidas por la mayoría de los matones y asaltantes, sobre todo por Big Chris, el personaje interpretado por el ex futbolista escocés Vinnie Jones, un asesino a sueldo que lleva a cabo sus encargos acompañado siempre por su hijito de once o doce años. Genial.
  Aparecen como actores Sting y el debutante Jason Statham, quien después se haría famoso en diversas películas de acción.
  Estupenda cinta esta Lock, Stock and Two Smoking Barrels (ya no recordaba el por qué del nombre, pero la razón es muy jocosa).

domingo, 13 de julio de 2014

Alemania

Terminó el Mundial. El larguísimo torneo (creo que un mes es demasiado tiempo) llegó hoy a su conclusión, con la victoria de Alemania sobre Argentina en tiempos extras. Un gol a cero más que merecido, con una anotación de antología de Mario Goetze. El partido fue tenso y emocionante, a pesar de la escasez de goles. Argentina dio batalla, pero al final se impuso el poderío germano.
  Se fue pues la Copa del Mundo Brasil 2014, un campeonato que resultó muy bueno en general, lleno de anotaciones, jugadas espectaculares, fallas arbitrales, polémicas, hechos curiosos, cosas divertidas, en fin. Queda el gusanito de la suerte de México que no supo conservar el marcador frente a Holanda. Siento que si hubiera ganado ese juego, Costa Rica no hubiera sido obstáculo (Miguel Herrera los hubiera sabido vencer) y contra Argentina muy posiblemente se habría podido conseguir un buen resultado. Pero bueno, la eterna cantaleta de los hubieras...
  Buen sabor en general de todos modos, a pesar de la tristeza que dio la selección de Brasil. Fue el primer Mundial en el que veo a tantas mujeres interesadas en el fut, incluso algunas de mis amigas más intelectualizadas y políticamente correctas.
  Yo sigo amando al balompié y me dispongo a ver la Liga MX a partir del viernes (¡vamos, Pumas!). Además, ya no me resignaré a quedarme sin presenciar las ligas de España e Inglaterra, por lo que decidí cambiarme a Sky (a pesar de mis catorce años con Cablevisión, de la que no tengo queja alguna). Buenas se pondrán también la Bundesliga alemana y el calcio italiano, además de la próxima Champions League que empieza en septiembre.
  Así será a lo largo de los próximos cuatro años, hasta que arribe el Mundial de 2018 en Rusia (que coincidirá con las elecciones presidenciales en México). Ojalá que Herrera duré todo el proceso.

sábado, 12 de julio de 2014

Morena, marca registrada

Tanto que nos quejamos de los partidos pequeños, de la chiquillada partidocrática, y, ¡zaz!, que el flamante Instituto Nacional Electoral (el INE –y sigo sin entender por qué nos cambiaron al IFE) no sólo deja seguir con vida al Verde, el PT, el Panal y el MC, sino que ahora nos receta a otros tres nenes politikones: el ya famoso Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y dos entes surgidos como de la nada: el Partido Encuentro Social (PES) y el Partido Humanista (PH). Sólo les faltó otorgar el registro al Partido México-Croacia (PMC) porque fue un partidazo.
  Dado que el PES y el PH suenan a mala broma (peor que la que acabo de hacer dos líneas arriba), concentrémonos en Morena, el partido personal de Andrés Manuel López Obrador.
  Para empezar, la aprobación oficial de este nuevo instituto favorece esencialmente al PRI y de refilón al PAN, mientras que al PRD –tan golpeado y revuelto en estos días por la crisis interna que se dio a raíz de la aprobación de la Ley Telecom– le da en toditita su máuser. La izquierda mexicana siempre ha estado dividida, pero ahora lo estará de manera institucional y eso se verá en los meses previos a las elecciones intermedias de 2015 y, muy especialmente, en las de 2018, cuando AMLO se proclame candidato a la presidencia de la república por tercera-ocasión-tercera.
  Yo me pregunto si ese buen pastor que es don Andy realmente cree que llegará a la primera magistratura dentro de cuatro años o si desde ahora piensa que eso no sucederá, pero que al contar con un partido todo suyo la revolución al fin le ha hecho justicia. Porque, demonios, es bien sabido el caudal de recursos económicos que en México se le entrega a ese tipo de organizaciones políticas, por muy pequeñas que éstas sean, y cómo algunas familias se han apoderado de estas generosas concesiones para asegurar la papa.
  Otorguemos a Morena el beneficio de la duda y dejemos los sospechosismos a un lado. A final de cuentas, será el tiempo el que confirme si sus intenciones son legítimas o si lo que se otorgó fue una pensión vitalicia para otro grupo de políticos más.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 11 de julio de 2014

El esperado amor desesperado

Había visto esta película de Julián Pastor en su momento, en los años setenta (la cinta es de 1976). La recordaba con especial cariño, pues cuando la vi me pareció muy dulce y entrañable. Ahora que he vuelto a ella, después de tantos años, la impresión sigue siendo la misma: El esperado amor desesperado es un filme cálido, tierno y sí, entrañable.
  Protagonizada por las unas magníficas Ofelia Guilmain y Sonia Furio y basada en una historia de Emilio Carballido, la película narra la historia de dos hermanas solteronas que viven en Córdoba, Veracruz, y atienden una pequeña tienda que les puso su hermano mayor (un muy divertido Víctor Junco). El enamoramiento equívoco de una de ellas es lo que da sustancia a la anécdota principal y no contaré detalles por si la quieren ver (está en YouTube en una copia muy decente). Pero lo más disfrutable de la cinta es el retrato de costumbres provincianas que hace, con un sentido del humor muy fino y a la vez filoso, con diálogos de antología y una atmósfera placentera y llena de simpatía.
  Si bien la trama podía haber caído fácilmente en el melodrama ramplón, Pastor tiene la suficiente sabiduría como para mantener un tono de suave ironía (ligeramente ibargüengoitiana) y amable distancia.
  Una obra cinematográfica casi tan buena como la adaptación del mismo Julián Pastor de Estas ruinas que ves (1978) del propio Jorge Ibargüengoitia. Se las recomiendo.

jueves, 10 de julio de 2014

Un jueves muy grato

En la azotea (Foto de Tomás Canchola).
A mediodía vinieron Antonieta López, Tomás Canchola y otro compañero suyo de Canal 11, para hacerme una entrevista acerca del grupo Belafonte Sensacional, para el programa de rock de la emisora. Dado que cada vez que alguien me viene a entrevistar con cámaras, siempre termino sentado en el mismo sillón y con el librero de la sala de fondo, esta vez sugerí hacer la charla en la azotea del edificio, para darle un toque más urbano a la misma, y la idea funcionó de maravilla. Me entrevistaron, me tomaron fotos y resultó muy divertido. Me cayeron muy bien todos.
  Ya por la tarde, vino a visitarme mi querida y guapísima amiga Alejandra Reyes. Al fin se nos hizo vernos aquí y la pasamos muy bien. Abrí un vinito y pusimos música. Al final nos tomamos unas fotos y quedamos en vernos pronto otra vez. Realmente fue un día muy agradable.

miércoles, 9 de julio de 2014

Adiós al maracanazo

Festejo alemán en el 7 a 1
Lo de ayer en Belo Horizonte fue inaudito, fuera de cualquier cálculo. Por más que Brasil no sea el equipo que se esperaba y por más que Alemania sea la mejor escuadra del torneo, no se veía de qué manera los germanos le clavaran siete goles a los brasileños, en su propio Mundial, en su propia casa. Pero sucedió. De la manera más efectiva y despiadada. La selección carioca no metió las manos ante el poderío alemán que en los primeros cuarenta y cinco minutos anotó cinco tantos. Brasil hizo agua por todos lados: pésima defensa, inexistente media y nula ofensiva. En cambio, Alemania jugó como una maquinaria perfectamente aceitada. Fue una masacre. El famoso maracanazo de 1950 ha sido superado, en el peor sentido del término. Siete a uno. Increíble.
  En la semifinal de hoy, la defensa argentina soportó los embates holandeses (clavados de Argen Robben incluidos) durante los noventa minutos reglamentarios, más los treinta de los tiempos extras, y en penales logró el pase a la final, con su arquero en grande.
  Alemania-Argentina el domingo (y Brasil-Holanda, por el tercer lugar, el sábado).
  Nos espera un gran cierre de Mundial.

martes, 8 de julio de 2014

Pinches holandeses

Dicen que ha sido lo mejor del Mundial y estoy de acuerdo. La canción de protesta (literalmente) “Pinches holandeses” superó el millón de visitas en menos de una semana, traspasó fronteras, fue subtitulada en varios idiomas y causó un furor inusitado.
  Pero esto no fue gratuito. Más de uno hubiera podido escribir una pieza musical con el mismo tema y no por ello habría logrado el éxito de aquella. ¿Qué fue entonces lo que hizo que la canción lograra tal impacto? Son varios los factores y algunos de ellos tienen que ver con el arte de la composición.
  Resulta claro que el encanto de la joven que la escribió es un gran punto a su favor. La chavita es muy linda y posee una personalidad singular, además de una gran expresividad y una gracia deliciosa. Pero no sólo eso.
  Musicalmente, la obra de escasos tres minutos está perfectamente estructurada. Tocada con un ukulele, en tono de Do mayor, sus armonías son sencillas y están basadas en sólo tres acordes, como los que suele haber en la generalidad de la llamada música popular. Se inicia con una introducción que da paso al tema y a las primeras estrofas que se conectan con el coro mediante un puente simpatiquísimo, en el que la cantante exclama el ya clásico “¡Eeeeeeeeeeh, puto!”. La fórmula se repite, pero la canción finaliza con un cambio armónico de acordes secos que recuerdan a la intro y le dan un terminado más o menos circular.
  El ritmo tiene algo de son veracruzano, mientras que la melodía es tan simple como pegajosa, en especial en la parte del coro.
  En cuanto a la letra, es muy ingeniosa y sabe utilizar las palabras “altisonantes” con gran habilidad y simpatía. Jamás se escucha grosera a pesar de la rabia que manifiesta, a lo cual ayudan su sentido del humor y su más que saludable incorrección política.
  Ya una niña holandesa quiso contestar, pero lo hizo desde una posición regañona de absoluta flojera.
  Estamos pues ante una canción impecable y frente a una joven cantautora (nadie conoce su nombre) de enorme talento y prometedor futuro, si es que decide dedicarse a la música. Ojalá.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

lunes, 7 de julio de 2014

El Gran Hotel Budapest

Me gusta el cine de Wes Anderson. Lo descubrí tardíamente, pero a partir de entonces lo he frecuentado con mucho gusto. Me encantaron Rushmore (1998), The Royal Tenenbaums (2001) y The Darjeeling Limited (2007), pero no tanto Fantastic Mr. Fox (2009) que me resultó un poco aburrida. También vi su estupendo corto Hotel Chevalier (2007). Me faltan tres cintas suyas (Bottle Rocket de 1994, The Life Aquatic with Steve Zissou de 2004 y Moonrise Kingdom de 2012), pero la que vi hoy, The Great Hotel Budapest (2014), me encantó en verdad.
  Exuberante y excéntrica como el estilo mismo de Anderson, la película es una preciosidad estilística, pero la historia (fantástica y fascinante) también atrapa y mete al espectador -o al menos a mí como tal- en un mundo irreal, como de historieta o cuento, ese mundo tan del realizador tejano. Llena de colores apastelados y de personajes sorprendentes y entrañables, El gran Hotel Budapest cuenta con un reparto espléndido (desde el gran Ralph Fiennes hasta el debutante Toni Revolori, pasando por actorazos como F. Murray Abraham, Mathieu Amalric, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Jude Law, Edward Norton, Léa Seydoux, Tilda Swinton y Tom Wilkinson, así como los actores insignia de Wes Anderson: Bill Murray, Owen Wilson, Adrien Brody y Jason Schwartzman).
  No narraré la historia del filme, pero las aventuras, los escenarios, el ritmo, la fotografía, el sentido del humor, la ambientación de época, todo se conjunta para hacer del mismo una experiencia magnífica.
  No dejen de verla, en especial si son seguidores del cine de este singular director.

domingo, 6 de julio de 2014

Listas ya las semifinales

Brasil despachó a Colombia (2-1), Alemania a Francia (1-0), Argentina a Bélgica (1-0) y Holanda a Costa Rica (0-0 y 4-3 en penales). Los juegos bajaron mucho en calidad con respecto a lo que hasta ahora había sido el torneo (demasiadas precauciones defensivas en los equipos). Quedan pues listas las semifinales para el martes y el miércoles próximos: Brasil contra Alemania y Argentina contra Holanda, respectivamente. Hagan sus apuestas.

sábado, 5 de julio de 2014

Teorías sobre la eliminación de México

Luego de un exhaustivo análisis, basado en una metodología estrictamente científica, se me ocurren algunas teorías que explicarían la razón por la cual la selección mexicana de futbol fue eliminada por Holanda del Mundial de Brasil, lo que provocó nuestra actual depresión nacional.

–La teoría del complot. Es parecida a la que en un principio manejó Miguel Herrera, convertido de “Piojo” en “Pieje”, y tiene que ver con una confabulación de la FIFA, el Comité Organizador, la Comisión de arbitraje y los Iluminatis, quienes habrían decidido que México no ganara ese juego, porque se habría enfrentado a Costa Rica y un partido con dos equipos de la Concacaf no garantizaba el debido rating.

–La teoría del Maracanazo. Los brasileños temían al seleccionado mexicano porque ya les tomó la medida y a lo largo del torneo hicieron todo lo posible (anularle goles, no marcarle penales a favor y sí en contra, amonestar con dos amarillas y provocar la suspensión del “Gallito” Vázquez, nuestro jugador más importante en la media cancha) para que no avanzara y no llegara a la final, en la que sería capaz de producir un nuevo Maracanazo.

–La teoría de las cámaras legislativas. Celosos por la falta de atención que la gente les presta cuando están a punto de aprobar las leyes secundarias de las reformas energética y de telecomunicaciones, los legisladores mexicanos se movieron por debajo del agua para comprar a los árbitros y buscar así que la gente encendiera el Canal del Congreso.

–La teoría del mal fario. Es la teoría de Fernando Marcos (“¡¿Por qué nos tiene que pasar esto, por qué siempre a nosotros?!”). La mala suerte nos persigue y no podemos escapar de ella. Por eso la selección está como está, por eso el país está como está. La historia patria confirma ese mal fario que se refleja en todo.

–La teoría del árbitro acalorado. El árbitro portugués marcó el penal para evitarse los treinta minutos de los tiempos extras bajo el sol inclemente, el calor insoportable y la humedad asfixiante de la ciudad de Fortaleza. “¡Que se jodan! Yo quiero una chela helada en la sombrita y con aire acondicionado”, debe haber pensado el nazareno a la hora de pitar la pena máxima contra México.

  Esas son mis cinco teorías. Si no comparte alguna de ellas conmigo, entonces al menos repita el nuevo mantra mexicano: “¡No era penal!”.

PD: Loor a la genial chavita que hizo lo mejor del Mundial: componer la canción “Pinches holandeses”. Una gloria.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 4 de julio de 2014

Corte de cabello

Ya tenía algunos meses (¿dos, tres, cuatro?) sin cortarme el cabello y ayer finalmente me decidí y fui en la tarde a la "estética unisex" a la que acudo desde que me mudé por estos lares. ¿Es lo único que hice este jueves? No, en realidad también hice una adquisición que me tiene como niño con juguete nuevo. Quizás otro día cuente de qué se trata. Por lo pronto, estoy muy divertido y con el cabello menos largo.
  Ya hoy viernes, fui a Milenio, para grabar una entrevista que me hizo Roberto López en su programa Ajuste de notas de Milenio TV que se trasmitirá este fin de semana.

jueves, 3 de julio de 2014

Bobby Womack, un hombre con soul

Fue un hombre muy cercano a leyendas como Wilson Pickett, Sam Cooke, Sly Stone e incluso Jimi Hendrix. Compositor, cantante, guitarrista y productor, Bobby Dwayne Womack (Cleveland, marzo 4 de 1944) perteneció a la gran generación que surgió artísticamente durante los años sesenta del siglo pasado y aunque durante largos años permaneció en una posición más bien discreta, sus logros poco a poco lo fueron llevando al estrellato, hasta ser plenamente reconocido en toda su valía ya en esta centuria.
  Aunque comenzó a trabajar en la música desde finales de los cincuenta, fue en 1964 que logró su primer golpe, cuando los Rolling Stones grabaron su composición “It’s All Over Now”, lo que les significó su primer No. 1 en las listas de popularidad británicas y a Womack su primer reconocimiento como autor, aparte del buen dinero que se llevó con las regalías generadas por el tema.
  Antes de eso, Bobby había formado con sus hermanos el grupo de gospel The Womack Brothers, gracias al cual conoció a Sam Cooke, quien los convenció de mudarse a Los Ángeles, abordar el rhythm and blues y cambiar de nombre. Fue así como nacieron The Valentinos. Aunque en 1962 lograron una buena aceptación con la melodía “Lookin’ for a Love” (escrita por el propio Bobby), lo que les valió acompañar a James Brown en una gira, no fue sino dos años más tarde que dieron el gran paso, cuando grabaron “It’s All Over Now”, la cual, como decíamos atrás, fue tomada por los Rolling Stones para hacer el cover que la volvería célebre.
  Por desgracia, en diciembre de ese mismo año sobrevino la muerte de Sam Cooke, el mentor de Womack, y los Valentinos quedaron a la deriva. Bobby estaba tan deprimido como la viuda de Cooke, Barbara Campbell, y tanto se consolaron juntos que terminaron por enamorarse y casarse. Muchos acusaron al músico de oportunista y de querer apropiarse del legado de Cooke, empezando por su esposa. Fue una época de rechazo general para él. Aunque siguió componiendo y tocando con el grupo, la comunidad soulera lo rechazaba y tuvo que conformarse con entrar como guitarrista en la orquesta de Ray Charles, al menos mientras amainaba la tormenta. Luego se mudó a Memphis y se convirtió en músico de sesión, actividad con la cual participó en discos de Aretha Franklin, Joe Tex y King Curtis. Pero la suerte volvió a sonreírle cuando Wilson Pickett descubrió sus habilidades como compositor y le pidió algunas canciones para incluirlas en su repertorio. “I’m in Love” y “I’m a Midnight Mover” estaban entre esas piezas de fino R&B.
  En 1968, decidió retornar a los escenarios, ahora como solista, y aunque su tema “What Is This?” resultó más o menos exitoso, no lo fue tanto como el precioso “Trust Me”, incluido por Janis Joplin en su grandioso album Pearl de 1971. Pero ese mismo año, Womack fue firmado por la disquera United Artists y actuó como guitarrista de Sly Stone en su clásico plato There’s a Riot Going On, con lo que descubrió las posibilidades de la música funk, misma que empleó en su estupendo disco debut, Communication, de aquel mismo año 71, en el que venía incluido su primer gran éxito popular como artista en solitario, esa preciosidad que es “That’s the Way I Feel About ‘Cha”.
  Vendrían muchos álbumes en adelante, entre los que destacan Understanding (1972), The Facts of Life (1973), The Poet (1981), Last Soul Man (1987), Resurrection (1994, grabado para el sello de Ron Wood y con músicos invitados como el propio Wood, Keith Richards, Stevie Wonder y Rod Stewart) y Back to My Roots (1999). Se dice que preparaba un disco que aparecería este año y que llevaría el paradójico (y sin duda triste) título de The Best Is Yet to Come (Lo mejor aún está por venir).
  En 2012 grabó un trabajo excepcional, The Bravest Man in the World (XL Recordings), un larga duración producido por Damon Albarn (con quien Bobby colaboró en 2010, en el Plastic Beach de Gorillas) y que presenta una faceta distinta de Womack, ya que si bien la música soul está presente, los arreglos y la grabación llevan el sello experimental del líder de Blur, lo que se traduce en un sonido ciertamente peculiar. Austero y casi podríamos decir que modesto, el álbum hace lucir la voz impecable y el hondo sentimiento del cantante, quien por ese entonces tenía sesenta y ocho años y acababa de superar un problema de cáncer en el colon.
  Bobby Womack falleció mientras dormía, el pasado 27 de junio. Las causas de su muerte no se han dado a conocer todavía, pero todo indica que se fue en paz y sin sufrimientos. Que así haya sido.

(Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario).

miércoles, 2 de julio de 2014

O sea...

"América para los americanos" claman quienes desean que la Copa del Mundo se quede en este continente. La verdad es que nunca me he creído eso de la unidad iberoamericana, cuando en la vida real uno ve el odio que hay entre argentinos y brasileños o entre peruanos y chilenos o cómo a los mexicanos nos aborrecen en Centroamérica o de los rencores entre la gente de Uruguay y la gente de Argentina o de cómo los colombianos recelan de los venezolanos y los salvadoreños de los hondureños. ¿Unidad iberoamericana? Ese es un mito. Por ello -y lo digo estrictamente desde un punto de vista futbolero-, una vez que México y Francia han quedado eliminados, me da igual quien salga campeón.

martes, 1 de julio de 2014

Jack White ataca de nuevo

Si con su primera incursión como solista, el extraordinario Blunderbuss de 2012, Jack White nos entregó una obra a la altura de lo mejor que hizo con The White Stripes, The Raconteurs o The Dead Weather, su segundo álbum en solitario, el esplendoroso y a la vez tétrico Lazaretto (Columbia/Sony/Third Man Records, 2014), no se queda atrás.
  White es un hombre sabio. De eso no me queda la menor duda. Pocos como él han sabido amalgamar a la llamada música de raíces de los Estados Unidos (el blues, el country, el folk, etcétera) para darle un toque novedoso y perfectamente actual. El amor y el respeto que este artista (en el mejor sentido del término) profesa por esos géneros no puedo ser puesto en duda (su disquera Third Man se especializa, entre otras cosas, en la reedición en vinil de antiquísimos álbumes de oscuros blueseros y ha producido trabajos discográficos de glorias de la música campirana como Loreta Lynn) y es en ellos que se basa para crear sus propias composiciones y vaciarlas en el mencionado par de platos solistas.
  Lazaretto es una obra impecable. Una colección de once canciones magníficas con las que lleva más allá esa extraña mezcla de dureza y dulzura, de acidez y ternura, de fuerza y suavidad que había mostrado en Blunderbuss. Esto queda muy bien ejemplificado con el tema abridor del disco, el genial “Three Women”. Más allá de la irónica letra, es en la asombrosa construcción musical, en la intrincada estructura de la pieza, que descubrimos el talento del músico para edificar una maravilla de escasos cuatro minutos, en los cuales nos muestra todos y cada uno de sus recursos actuales como autor, arreglista y ejecutante.
  Lo mismo puede decirse de otros cortes, como el homónimo “Lazaretto”, el precioso “Alone in My Home”, el provocativo “Just One Drink”, el apacible “Entitlement”, el instrumental “High Ball Stepper”, el melancólico y final “Want and Able” o el solemne y poderoso “Would You Fight for My Love?”.
  Jack White sigue imparable y en plenitud de forma creativa. Su fantástico Lazaretto es la mejor prueba de ello.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).