lunes, 30 de junio de 2014

House of Cards

Hace unos días terminé de ver en Netflix las dos temporadas de esta serie impactante, durísima, espléndida, extraordinaria.
  House of Cards es la mejor lección sobre la política real que puede concebirse. Es algo así como el equivalente televisivo de El Príncipe de Maquiavelo. Protagonizada por un grandioso Kevin Spacey, narra las aventuras (porque eso son) de un político de altos vuelos en los Estados Unidos actuales. Centrada en la ciudad de Washington DC, la emisión nos va dando cuenta de la manera como un diputado voraz, implacable, ególatra, ambicioso y lleno de instinto, inteligencia y astucia va ascendiendo en la escala del poder hasta alcanzar su máximo anhelo. Para lograrlo, no le importará pasar por encima de quien sea y para ello no tendrá el menor escrúpulo a la hora de cometer toda clase de delitos, incluido el asesinato.
  Con un guión impecable y una trama perfecta aunque intrincada, House of Cards nos revela la personalidad de un político que es todos los políticos del planeta. Aquí las lealtades no valen si no son con uno mismo y sus propósitos. Incluso con su esposa Claire (una asombrosa Robin Wright), Frank Underwood (Spacey) desarrolla una relación de amor-odio y de fidelidad-infidelidad, pero con constantes complicidades que los hacen inseparables a pesar de los pesares.
  Las dos temporadas son espectaculares y uno termina sin aliento. Con un nivel de calidad que la iguala a obras supremas como Breaking Bad o True Detective, esta serie, en cuya producción está nada menos que David Fincher, es un imprescindible para todo aquel que guste de la televisión del más alto nivel. Impresionante en verdad.

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