sábado, 21 de junio de 2014

Entre la FIFA y un senador obcecado

“La moral es un árbol que da moras”, decía socarrón el legendario e impresentable cacique potosino Gonzalo N. Santos. Una declaración cínica si las hay, pero que hoy resulta hasta refrescante ante los embates híper reaccionarios de los moralistas conservadores y neoconservadores.
  Moralistas conservadores como el senador panista José María Martínez, quien preside la recién creada y muy decimonónica Comisión de la Familia y Derechos Humanos, cuya finalidad expresa es la de imponer una sola perspectiva de lo que debe ser la familia mexicana, es decir, esa estrechísima visión que nos recetaron durante décadas el cine mexicano más rancio y las telenovelas más cursis. Don Chema no reconoce la posibilidad de que haya otra clase de familias, como las compuestas por padres adoptivos del mismo sexo, y se autonombra paladín de las buenas costumbres (es decir: el padre autoritario, la madre sumisa y resignada, los hijos machitos, las hijas educadas para ser esposas y amas de casa, etcétera). No es posible que a estas alturas y en pleno siglo XXI exista una aberración semejante a la de esa retrógrada comisión senatorial, digna de aquel Cruz Treviño interpretado ¡en 1949! por Fernando Soler en La oveja negra de Ismael Rodríguez.
  Moralistas neoconservadores como aquellos que profesan la corrección política y que lo quieren prohibir todo –desde el tabaco hasta los circos– a partir de una posición supuestamente progresista. A ellos se suma ahora nada menos que la FIFA, con la idiota ideota de censurar que el público mexicano lancé el inocuo grito de ¡Puuuutoooo!”, cada vez que el portero del equipo contrario realice un despeje de meta. Dice la gente de Joseph Blatter que es una expresión homofóbica, como si la palabra no tuviera otras acepciones, entre ellas la de cobarde y pusilánime o la de payaso y sangrón. Decir que es un insulto a los homosexuales resulta tan ridículo que sólo a los políticamente correctos se les podría ocurrir.
  Si la FIFA en verdad quiere proteger a la comunidad gay, entonces que le quite la sede del 2018 a Rusia, donde el gobierno persigue a los homosexuales. Eso sí sería congruente.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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