sábado, 31 de mayo de 2014

Los empeños de una compu

Dicen que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Buenas intenciones como las del programa MiCompu.Mx, del gobierno federal, que busca dotar a los estudiantes mexicanos de quinto y sexto de primaria de laptops, con el fin de que se vayan integrando al mundo computarizado de hoy.
  Con lo que no contaban las autoridades que impulsan el programa es con la picardía de algunos tabasqueños –juro que esto no va contra don Peje–, quienes más tardaron en recibir las compus portátiles que en trasladarlas a las casas de empeño más cercanas a su tropicalísimo corazón.
  En efecto, una vez que sus hijos recibieron sus laps y las llevaron al seno de su sacrosanto hogar, varios padres de familia vieron en esos aparatos no un instrumento de superación tecnológica para sus hijos, sino un medio para conseguir una lanita extra mediante la clásica visita a los negocios que se dedican a otorgar prestamos mediante el empeño de una garantía y qué mejores prendas, pensaron, que las flamantes computadorcitas.
  Lo que los pícaros progenitores y los aprovechados prestamistas no sabían es que lo que hicieron es ilegal y la Procuraduría Federal del Consumidor tuvo que intervenir para rescatar las compus y devolvérselas a las chamacos.
  Claro que desde una posición políticamente correcta, uno intentaría buscar explicaciones en la pobreza del pueblo tabasqueño y en la necesidad de empeñar las laptops para agenciarse un poco de dinero que atempere sus necesidades económicas, fruto de la explotación del capitalismo salvaje, etcétera. Pero la neta es que esto parece más producto de la ignorancia o de una malicia digna del también tabasqueño Chico Che (aunque el “quén pompó” tendría que cambiarse a “quén empeñó”).
  Si Los empeños de una casa de Sor Juana Inés de la Cruz es una de las obras cumbres del teatro barroco en lengua española, algún dramaturgo actual podría escribir una farsa llamada Los empeños de una compu, con este barroquísimo caso que sólo parece posible en nuestro México fascinante, surreal y pignorante.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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