sábado, 5 de abril de 2014

El harem del Cuauh

El tipo es impresentable. Lo ha sido desde hace muchos años (aunque las siempre histéricas redes sociales apenas lo hayan descubierto). La fama que arrastra por sus desmanes no le ayuda ni tantito. Es un sujeto que se había eternizado en su puesto y parecía que nada lo movería de ahí. Hasta su facha va en contra suya. Es como un Jabba the Hutt Región 4. Por eso, la trampa que le puso la gente de Carmen Aristegui funcionó tan bien.
  Aun cuando afirmar que el hombre manejaba una red de prostitución suena un tanto desproporcionado, lo que hacía, a decir del reportaje hoy tan conocido, es una absoluta infamia, algo que no se debe pasar por alto sin castigo. Esa clase de abusos no pueden ser permitidos y mucho menos desde una posición de poder. Él se defiende y dice que hasta le pidieron dinero para detener la campaña en su contra. Vaya uno a saber si eso es verdad.
  Pero yo trataría de ver el asunto un poco más allá del mero hecho de nota roja y desde una perspectiva más política. Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, como dije arriba, llevaba largo tiempo como líder del PRI capitalino y su etiqueta de reventador y manejador de grupos de choque tiene ya buen rato, sin que alguien pudiese ponerle un alto. Era una especie de líder charro, un representante de lo peor y más rancio de su partido.
  Por eso su renuncia le cae como anillo al dedo al propio PRI, el cual ni por asomo ha salido en su defensa. El escándalo por presuntos abusos laborales y sexuales ha puesto en predicamento a Gutiérrez y ha terminado de facto con su temible liderazgo. Es una piedra en el zapato que se quita el PRI actual, en su idea de mostrarse con un look distinto, modernizador, reluciente, mientras el Cuauh representa todo lo contrario.
  Desconozco los motivos de Aristegui para lanzarse contra el líder incómodo (a Carmen sólo le faltó gritar: “¡que pase el desgraciado! ”), pero –paradojas de la vida–, la periodista le ha hecho un enorme favor al Partido Revolucionario Institucional.
  Si esa era o no su intención, sólo ella lo sabe. Cosas de la vida… y de la polaca más oscura.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

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