sábado, 22 de febrero de 2014

El bigote de Maduro

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, reza el dicho popular que en el caso de lo que está sucediendo en Venezuela podríamos cambiar, a manera de paráfrasis, por algo así como “Cuando veas el bigote de Maduro”…, etcétera.
  Es que lo que sucede en Venezuela puede servir como lección y, sobre todo, precavernos sobre lo que sucedería si un gobierno así de irresponsable y delirante llegara al poder en nuestro país.
  Grítenme piedras del campo y láncenme todo tipo de anatemas por lo que voy a escribir, pero me es imposible dejar de reflexionar en lo cerca que hemos estado en dos-ocasiones-dos de ser gobernados por políticos que guardan tantas similitudes con Hugo Chávez y su entenado (y ex chofer) Nicolás Maduro. Es de terror el sólo pensarlo. Con ideas pavorosamente parecidas, hay razones de sobra para creer que nuestra llamada izquierda habría instrumentado políticas económicas y sociales prácticamente iguales a las de los vesánicos chavistas venezolanos, políticas que tienen a ese sufrido país sudamericano con una inflación de más del cincuenta por ciento (acá nos quejamos del cuatro por ciento -y conste que no es consuelo de tontos), una escasez alarmante de productos de primera necesidad (ya es hasta lugar común mencionar la falta de papel higiénico), un mercado negro despiadado, largas colas para comprar lo que se pueda, un desempleo rampante, locas expropiaciones de empresas y una implacable represión en contra de cientos de miles de opositores (mientras que en nuestros lares, los manifestantes son los que golpean a los policías). Todo ello en nombre de una supuesta revolución socialista bolivariana fruto de un grupo de locos que se hizo del poder en algo que semeja una farsa que supera a la imaginación literaria de Ramón del Valle Inclán, Alejo Carpentier, Gabriel García Márquez y Jorge Ibargüengoitia juntos.
  Hay en México simpatizantes de Maduro que justifican sus trágicos alucines en nombre de un trasnochado antiimperialismo. Para desgracia suya, ahí está la triste realidad para desmentirlos.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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