sábado, 30 de noviembre de 2013

Viaje a Coahuila, cuarto día (Saltillo 3)

Noche de insomnio y pocas horas de sueño. Tuve que levantarme temprano de todos modos, ya que la sesión del curso era hoy a las diez de la mañana. Desayuné cualquier cosa y pasó por mí Alonso. Sólo asistieron tres alumnos y vimos los años noventa y lo que va del rock en México en este siglo. Final del curso. Por ahí estuvo Genaro, de la Secretaría de Cultura, a quien hasta ahora no había visto. Regreso al hotel para comer (una crema de poblano y un pollo a la vinagreta exquisitos, en el Pour la France) y luego de nuevo al centro de Saltillo que estaba atestado de gente y hasta congestionadas sus calles (algo al parecer insólito, según me contó Alonso), debido a que más tarde iban a inaugurar el árbol navideño en la Plaza de Armas (justo frente a donde queda la Secretaría de Cultura). Pero llegamos a tiempo para la presentación de la Mosca. Como era de prever, si en condiciones normales la gente no estuvo asistiendo, con el desmadre del centro, menos. Con todo, hubo ¡seis! asistentes. Mucho menos que en Torreón, pero con la misma emotividad. Al final nos tomamos fotos y todo fue amable y grato.
  Salimos y nos quedamos a ver la famosa inauguración del enorme pino artificial, por parte del gobernador del estado de Coahuila (Rubén Moreira). Me sentí como en una escena de aquella película Las fuerzas vivas de Luis Alcoriza (1975). Muy chistosa la cultura priista del culto a la personalidad, mucho más notoria en los estados (el maestro de ceremonias del acto se desgañitaba en sus loas y agradecimientos "al Señor Gobernador y a su Señora Esposa"). Simpático.
  Pude regresar al hotel sin muchas dificultades y llegué temprano. Volví a pedir cena al cuarto y pasé a la sala de negocios del hotel (o sea, donde se encuentran las compus con internet). Saludé a la bella recepcionista saltillense (Verónica López, dice su gafete). Fue el último día en la ciudad. Mañana emprenderé el regreso a mi amado DF.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Viaje a Coahuila, tercer día (Saltillo 2)

Dormí largo y tendido, para recuperar la mala noche en Torreón. La cama aquí está deliciosa. Como se me pasó la hora del desayuno (tiene que ser antes de las diez), fui al Starbucks por un café capuchino y un pan dulce. A las cuatro fue la segunda sesión del curso, ahora con sólo cuatro personas... Ni hablar. Pero estuvo bien. Vimos las décadas de los setenta y los ochenta. Me regresó Alonso al hotel y en realidad no hay mucho más que contar, salvo que mi cuarto, confirmo, está muy a gusto y que la recepcionista del hotel es muy amable y está muy linda.
  Por cierto, no he visto a ninguno de mis conocidos en Saltillo. De Sylvia y Prometeo (cada quien por su lado) ni sus luces. Lástima.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Viaje a Coahuila, segundo día (Saltillo 1)

Noche mala, de mucho frío y mal sueño. Me levanté temprano para desayunar con Alonso en el hotel (muy buen buffet en el Marriott) y partir de Torreón a Saltillo por carretera en un carro de la Secretaría de Cultura de Coahuila. Partimos a las diez y media. Dos horas y cuarenta minutos por una carretera de poco tránsito, largas rectas y paisajes desérticos por momentos aridísimos y por momentos de monumentales montañas rocosas. Fue entretenido e ilustrativo, gracias a las explicaciones de Alonso sobre los diferentes sitios. Se me pasó rápido.
  Llegamos a Saltillo cerca de la una y media y me instalaron en el hotel Quinta Dorada, muy diferente al Marriott, menos suntuoso pero mucho más acogedor y amable. El cuarto bastante mejor (aquí hay desde secadora del cabello hasta refrigerador y horno de microondas). Las habitaciones dispuestas en dos plantas alrededor de un jardín con alberca (que con el frío del clima nadie usaba cuando llegué). Las comidas serán en un restaurante de comida francesa aledaño al hotel: Pour la France, muy agradable y con muy buen menú. Me dio tiempo de comer (sopa de cebolla y un panini de queso y jamón) y a las tres y media pasó Alonso por mí para llevarme a la sede de la Secretaría de Cultura, en cuyo auditorio Emilio "Indio" Fernández iniciaría yo mi curso "Historia Crítica del rock mexicano". Sólo asistieron seis personas, pero estuvo entretenido y participativo. Vimos lo que fue el rockcito en las décadas de los cincuenta y los sesenta, con cerca de cuarenta ejemplos musicales. El auditorio, muy bonito; lástima que no acudió más gente (me dijeron que eso se debió tal vez a que más tarde iba a presentarse Molotov en la ciudad, dentro del marco del mismo festival Rockoauila). Regresé al hotel temprano, como a las ocho. Pedí la cena en el cuarto (una hamburguesa con papas, buenísima), vi tele, acudí a la sala de internet, leí y me dormí a buena hora.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Viaje a Coahuila, primer día (Torreón)

El taxi pasó por mí a las diez y media de la mañana y a las once ya estaba yo en la terminal 2 del aeropuerto (siempre me adelanto y luego paso demasiado tiempo en espera). Saqué en pase de abordar en una de las computadoras de Aeroméxico que están ahí ex profeso y me metí a desayunar al Wings. Malito el almuerzo pero robé tiempo. Finalmente fui a documentar mi equipaje y pasé a la sala de espera. El avión salió puntual a las doce y media del mediodía. Vuelo tranquilo y llegada a Torreón pasaditas las dos de la tarde. Un enviado de la Secretaría de Cultura de Coahuila estaba ahí para recibirme (Alonso). Muy buen tipo, muy amable. Me llevó al hotel Marriott (el mismo donde estuve hace un año, mas por suerte en un mejor cuarto). Me instalé y comimos juntos. A las tres y media nos lanzamos al Centro Cultural Pilar Rioja, situado en una colonia popular de la ciudad, en las faldas de un cerro rocoso. Me cuentan que hasta hace dos años, nadie osaba poner un pie en esos rumbos y los taxis se negaban a llevarlo a uno hasta allá, dada la violencia y la inseguridad que había. Me dicen que ahora las cosas han cambiado notablemente y que nada hay que temer. Ah bueno.
  Me recibió Gerardo Moscoso, el encargado del Centro, un hombre muy amable y dedicado a lo suyo. La presentación de la Mosca estaba anunciada, pero sólo había una persona que aguardaba, un chavo, lector asiduo de la revista, con el que me puse a platicar. Luego me hicieron un par de entrevistas (una para Milenio Laguna y otra para Milenio TV de la región lagunera).
  Como a las cinco y media comenzamos la presentación, con unas veinte personas presentes. Estuvo muy bien. Hablé sobre la historia de la revista y todos sus avatares y conté algunas anécdotas. La gente la pasó muy bien. Había como cinco ex alumnos del curso que di el año pasado en la propia ciudad. Vino la sesión de preguntas y respuestas y al final firmé algunos ejemplares moscosos y regalé otros de la nueva época. Un artista local me regaló un grabado muy bonito.
  Terminamos como a las siete y media y me invitaron a tomar unas cervezas a un bar local. Me despedí de Gerardo y le agradecí el magnífico trato, le avisé a Alonso que me iría con mis ex alumnos y en el carro de la novia de uno de ellos (Eduardo), nos fuimos al lugar, situado en el centro (éramos cinco: Eduardo, su novia, Fernando, Karla y yo). La pasamos muy bien. El lugar es un antro decorado con fotos de los Beatles y la chava que atendía estaba guapa. Como a las diez me llevaron al hotel, muy cerca de ahí. Mañana parto a Saltillo temprano.

martes, 26 de noviembre de 2013

Las (buenas) Guerras Civiles

No me refiero, por fortuna, a guerras civiles como esa que parecería estarse gestando en el estado de Michoacán entre los llamados grupos de autodefensa y los Caballeros Templarios, con las autoridades y el ejército como terceros en discordia. Nada de eso. Dado que esta es una columna de música, estoy hablando de un dueto que responde al nombre de The Civil Wars, cuya finísima propuesta se inscribe dentro de un alt-folk con un tinte retro y un apego a las tradiciones musicales del sur y el centro de los Estados Unidos, en especial del estado de Tennessee.
  Si ya con su álbum debut, el fenomenal Barton Hollow de 2011, este proyecto originario de Nashville había demostrado su gran calidad interpretativa (la conjunción de voces entre la bella y sonriente Joy Williams y el más bien circunspecto John Paul White resulta impresionante en sus bellísimas armonías), con su disco homónimo de 2013 no hace sino confirmarla.
  The Civil Wars (Columbia) es un trabajo contundente, de una belleza a la vez límpida y oscura. Fuertemente arraigado a la música de raíces, pero en especial al folk y el country, el sonido de este plato nos traslada a tiempos que se remontan a la primera mitad de la centuria pasada e incluso hay ecos del siglo XIX, pero sin que en momento alguno llegue a escucharse como una curiosidad plena de polvorientas antiguallas. Todo lo contrario, cada canción está elaborada con un cuidado de orfebre y con una sensibilidad exquisita, tal como se puede escuchar en finas gemas musicales como “The One That Got Away”, “I Had Me a Girl”, “From This Valley”, “Same Old Same Old”, “Dust to Dust” y “Oh Henry”, por sólo mencionar a cuatro de los doce temas que conforman el disco.
  Aparte de las deliciosas voces (en especial la de Williams), los arreglos dotan a cada pieza de la atmósfera justa. Las instrumentaciones son austeras pero precisas, sencillas pero generosas. Hay una gran fuerza interpretativa en The Civil Wars, nada de concesiones blandengues o nostalgias baratas disfrazadas de “romanticismo”.
  Una joya.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orifico" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un aniversario que no fue... y sí

Bosques de Tetlameya.
Si Rosa, la madre de mis hijos, y yo no nos hubiéramos divorciado en 1992, hoy hubiéramos cumplido treinta y nueve años de relación. Uf, cómo pasa el tiempo desde aquella tarde de 1974 en que me le "declaré" en una calle de Bosques de Tetlameya (una colonia que a mediados de los noventa iba a volver a cobrar mucha relevancia para mí y por motivos más o menos parecidos). Lo bueno es que después de mil avatares y circunstancias de todo tipo (más dos hijos maravillosos), hoy Rosa y yo nos llevamos muy bien y somos  buenos amigos. Obvio que el cariño permanece. Treinta y nueve años ya.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Agripado

Bueno, tampoco me veo así, eh.
Creo que la pesqué el martes o el miércoles y aunque luché de manera denodada en su contra, esta vez no la pude vencer. La gripe me tomó de las solapas y me sentó este fin de semana. Ni hablar. Reposo, agua, poca comida, medicamentos... De la patada y con un viaje en puerta la semana próxima, pero bueno, ya pasará.
  Ayer vinieron un rato Alain y Hallet. Me trajeron una medicina que les encargué y les pasé cuatro ejemplares de la Mosca para que se los den a Liza, la novia de Jan, quien habrá de llevárselas hasta lejanas tierras de Oriente.
  Vi mucha tele, leí bastante, dormité por ratos y trabajé un poquitín.
  Mugre gripe.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Por qué me afilié al PRD

Me afilié al Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuando este se fundó, en 1989. Lo hice porque había militado en el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) desde 1976 hasta 1985 y aunque había sufrido algunas decepciones, seguía creyendo en la necesidad de constituir una organización partidista de izquierda verdaderamente fuerte y que unificara a todas las desperdigadas fuerzas de ideología socialista que hasta entonces habían sido especialistas en algo que les parecía sustancial: la división y el sectarismo.
  Por eso, cuando en 1989 se convocó a la constitución del PRD, me entusiasmé, en especial por la estatura política y moral de dos personajes a quienes admiraba y sigo admirando, ambos ingenieros: Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas. También en esa época y por razones personales, me caía muy bien Porfirio Muñoz Ledo, al cual había conocido un año antes, cuando aceptó presentar mi libro Más allá de Laguna Verde y quien me pareció un tipo muy brillante y simpático.
  Me afilié en una reunión en Coyoacán, a la que asistieron el Negro Ojeda y su esposa Mila, además de otros personajes de la intelectualidad coyoacanera. Todo muy bien: grandes planes, grandes expectativas. Firmamos las hojas de afiliación y… hasta ahí. No hubo más reuniones, jamás nos entregaron nuestras credenciales, no se organizaron comités delegacionales o de barrio. Yo que venía de una experiencia organizativa casi impecable como la del PMT (que en gran parte se debía a la labor de ese otro notable personaje que fue Demetrio Vallejo, a quien, como a Heberto, tuve la fortuna de conocer de cerca), me di cuenta de que acá las cosas eran diferentes y terminé por alejarme. Fue mi debut y despedida del PRD, aunque en las subsiguientes elecciones voté siempre por sus siglas, hasta que el ex priista Andrés Manuel López Obrador se apoderó de él para sus fines personales... y adiós que te vaya bonito.
  Ahora que Cárdenas sonaba para volver a ser presidente perredista, pensé que las cosas ahí podrían mejorar un poco. Pero al parecer ya declinó (o sea que eso ya valió).
  Ni modo, ya será para la otra.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 22 de noviembre de 2013

The Velvet Underground (a propósito de la muerte de Lou Reed)

Pocas agrupaciones tan oscuramente influyentes como The Velvet Underground. Mientras los Beatles, los Rolling Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd y hasta Nirvana fueron fenómenos masivos que lograron una abierta penetración entre las masas de escuchas, el cuarteto conformado por Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker siempre mantuvo una especie de bajo perfil, de discreto comportamiento. Grupo de culto si los hay, el Velvet surgió como una banda de élite, para francas minorías. Su música no fue fácilmente comprendida en un principio y de hecho su relativa popularidad comenzó cuando el proyecto ya no existía. De ahí en adelante, fue creciendo poco a poco, como una peculiar bola de nieve, aunque en este caso la nieve tenga otra connotación muy ajena a la inocencia. Drogas, sadomasoquismo, sexo, homosexualidad, crímenes, sordidez: he ahí algunos de los temas que tocaba el grupo en sus letras, siempre acompañadas por una música que coqueteaba con el minimalismo. La historia del Velvet Underground resulta fascinante y en ella se entrecruzan personajes y circunstancias que le dan un cariz de novela negra. Ahí están Andy Warhol y The Factory, la enigmática Nico, el Nueva York de mediados de los sesenta, el arte pop, el cine experimental, las drogas -siempre las drogas- y el sexo –siempre el sexo. Hoy día, géneros como el punk, la new wave, el goth, el noise y otros serían inimaginables sin la existencia del Terciopelo Subterráneo. De ahí la importancia de retomar su legado, de volver a escuchar su música, de dejarse envolver por la negra magia de “Venus in Furs”, “I’m Waiting for the Man”, “Sweet Jane”, “Heroin”… Pocas agrupaciones tan oscuramente influyentes como The Velvet Underground. Bendito sea su maldito influjo.

(Prólogo que escribí para el Especial de la Mosca No. 29 de marzo de 2006)

jueves, 21 de noviembre de 2013

¿Adiós al "Negrito" Bimbo?

Escuché por ahí que le van a cambiar el nombre a esos panecitos secos cubiertos de chocolate que elabora desde años la Bimbo y que siempre se han llamado "Negritos". La razón parece ser por corrección política, porque es un nombre "discriminatorio contra la gente de raza negra". Hasta ese grado de idiotez hemos llegado. O sea, cuando uno compra un "Negrito" en lo que menos piensa es en odiar a los negros (¿o gente de color?). Se lo come y ya. Pero así andamos en eso de ser tan correctos.
  Mi duda es: ¿cómo se llamarán ahora los ¨Negritos"? ¿Acaso "Afroamericanitos" Bimbo? ¡Son capaces!

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Diez aforismos de Oscar Wilde

-El egoísmo no consiste en vivir como uno quiere sino en exigir que los otros vivan como queremos nosotros.

-¿Te gustaría saber cuál es el gran drama de mi vida? Que he puesto mi genio en vivir y en mis obras sólo el talento.

-Vivir es lo más raro del mundo. La mayor parte de la gente apenas si existe.

-Felizmente, creo que no soy un ser normal.

-El arte no debería jamás intentar hacerse popular. Es el público quien debería intentar hacerse artístico.

-Una idea que no es peligrosa no merece de ninguna manera el nombre de idea.

-Amarse a sí mismo supone el comienzo de un romance eterno.

-La popularidad es el único insulto que no he sufrido nunca.

-La tragedia de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven.

-El verdadero fin de la educación es el amor a la belleza.

martes, 19 de noviembre de 2013

Lúgubre belleza

No resulta del todo habitual que una cantautora de escasos veintisiete años escriba canciones con tan siniestros títulos como “Funeral for My Future Children” o “Epitaph of Daniel”. Tampoco es habitual que en lugar de acompañarse con una guitarra, un piano o incluso un ukulele, la cantautora en cuestión se acompañe con un imponente órgano de iglesia como instrumento principal.
  Estoy hablando de una compositora e intérprete tan excepcional como singular, nacida en Gotemburgo, Suecia, en 1986, y quien responde al nombre de Anna von Hausswolff. Hija del artista de vanguardia Carl Michael von Huasswolff y con un disco anterior intitulado Singing from the Grave (2010), Anna acaba de poner en circulación su segundo opus, Ceremony, un trabajo sorprendente y de una belleza tan oscura como atrapante y seductora.
  Con una voz espléndida que lo mismo puede recordar a Diamanda Galas que a Kate Bush y con una música que lo mismo abreva del metal gótico que del folclor europeo y el rock progresivo, Von Hausswolff captura al escucha desde la primera pieza del álbum (“Epitaph of Theodor”), un corte instrumental que estremece en su solemnidad de catedral gótica. Pero el resto de las trece (¿qué otro número podía ser?) composiciones resulta igualmente impactante. Es como si Luzbel y no Lucifer hubiese escrito temas como “Liturgy of Light”, “Mountains Crave”, “Ocean” o “Harmónica”. El origen parecería ser igualmente diabólico en su irresistible y misteriosa lascivia, pero el golpe de belleza musical y letrística (una poética en la que el tema de la muerte aparece constantemente) es tal que tenemos que absolver cualquier tentación de condena.
  Los arreglos instrumentales son otro punto a resaltar. Si bien el órgano es el elemento dominante en casi todas las piezas, las guitarras, el piano y sobre todo las percusiones juegan un papel de apoyo fundamental. Pero es la bellísima y épica voz de Anna von Hausswolff lo que mayormente impacta. Una voz que parece surgida de una historia de Poe o de Mary Shelley
  Ceremony es un gran disco. Un hallazgo apabullante.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 18 de noviembre de 2013

¿Caí en lo del Buen Fin?

Puede ser, no lo sé. Lo que sí sé es que si no compraba hoy el colchón que tanto me urge ya (mi espalda lo reclama), no podría hacer efectiva en mi tarjeta la posibilidad de comprarlo a quince meses sin intereses. Así que me lancé a adquirirlo y lo hice. A principios de diciembre podré volver a dormir sin hundirme en los agujeros negros que ya tiene el actual (mismo que compré hace tres años en Suburbia y me salió bastante malito; el nuevo se ve mucho mejor y tiene diez años de garantía, contra únicamente un año del que aún está en mi cama). ¿Cuántas mujeres llegaron a dormir o al menos a acostarse sobre el colchón que estoy a punto de jubilar? No tantas como hubiera querido, pero tampoco es una cantidad despreciable. Buena cuestión.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿El filme maldito de Steven Soderbergh?

Cuando apareció en las pantallas, en 2002, Full Frontal de Steven Soderbergh fue hecha puré por prácticamente toda la crítica del planeta. La acusaron de incomprensible, pretensiosa, fallida, absurda, confusa, sin pies ni cabeza: en una palabra, de ser prácticamente una chaqueta mental del director de Sexo, mentiras y video (1989) y Out of Sight (1993). Nunca la vi, hasta hoy... y debo decir que no me pareció tan mala. Es más, me agradó y se me hizo interesante ese juego de realidades cinematográficas en las que uno no sabe cuándo los actores están en la "vida real" del filme o en otra película dentro de la misma película.
  Con un cuadro de actores notable (Julia Roberts, Catherine Keener, David Hyde Pierce, David Duchovny y hasta Brad Pitt en una pequeña intervención) y una historia ciertamente real-irreal, filmada en partes en cinemascope y en partes en video digital con filtros que le dan una textura como de cine documental, la cinta termina por atrapar o, supongo, por aburrir. A mí me atrapó y en verdad me gustó. Pero bueno, a veces me da por gustar de cosas que para la mayoría resultan unos bodrios. Cuando menos me gustó más que una de las obras más recientes del propio Soderbergh: Side Effects (o Terapia de riesgo) de 2013. Cuestión de apreciaciones.

sábado, 16 de noviembre de 2013

De piojos y otras alimañas

No se piense que es este un artículo para denostar a Miguel El Piojo Herrera, al que aún recuerdo como rudo y no muy técnico lateral de Atlante y Toros Neza y quien acaba de salvar no sólo a la selección mexicana de fut de quedarse sin ir al Mundial de Brasil, sino al gigantesco emporio del panbol nacional de quedarse, a su vez, sin una tajada multimillonaria de dólares constantes y sonantes.
  Mi admiración por don Piojo y sus dotes de estratega, aunque luego de ver la nula calidad futbolística de Nueva Zelandia (sí, lo escribí bien: Zelandia), creo que incluso los Alebrijes de Oaxaca (hasta donde sé, ajenos a la CNTE) hubieran pasado por encima de los famosos kiwis.
  Sin embargo, habrá que hacer notar que el futbol mexicano sigue repleto de alimañas. Desde varios notorios dueños y directivos hasta una buena cantidad de mandos medios, directores técnicos, jugadores y promotores, todos ellos lo tienen sumido en ese subdesarrollo y esa mediocridad que también afecta a nuestra política, nuestra televisión, nuestro cine y hasta al rock que en estos rumbos se pergeña.
  Por ejemplo, cada vez que las cámaras de televisión tomaban el palco del estadio Azteca en donde se encontraba el inefable Justino Compeán, luego de alguno de los goles de los tricolores, daba pena ajena que el director de selecciones nacionales festejara como si estuviéramos ganando la copa del Mundo. Me remitió de inmediato al inolvidable Roque Villanueva en sus tiempos de diputeibol, mientras hacía la triunfante roqueseñal de todos tan recordada.
  Alimañas, pues, como las que siguen reptando dentro de los partidos políticos (ninguno se salva de tenerlas en gran número) y de diversas organizaciones “civiles” que, con el pretexto de la lucha social, sólo buscan medrar y seguir medrando del presupuesto .
  Pero de vuelta a lo que don Ángel Fernández llamaba el juego del hombre, mis felicitaciones al Piojo Herrera y a sus muchachos por sacar las papas del fuego (y a Christian Martinoli y Luis García por sus divertidas narraciones). ¡Nos vamos al Mundial! (ya casi).

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

viernes, 15 de noviembre de 2013

Alain y mis treinta y un años como padre

Como contaba ayer en este mismo blog,  mi hijo Alain hizo una fiesta para festejar por adelantado su trigésimo primer cumpleaños, mismo que se celebra justo hoy. El 15 de noviembre de 1982, mi adorado Mario Alain me hizo debutar como padre, al llegar al mundo muy temprano ese día, en el hospital San José, de la Colonia del Valle, donde fue recibido por el doctor Román Torres. Nació en un parto psicoprofiláctico (al igual que lo haría mi hijo Jan Sebastián cuatro años y diez semanas después, el 30 de enero de 1987, en el mismo sanatorio y con el mismo médico). Recuerdo perfecto el momento en que salió de su madre, Rosa Olivia, porque yo estaba presente en la sala de partos y hasta tomé fotos del maravilloso momento.
  Treinta y un años hace ya de eso (por cierto, el 15 de noviembre, pero de 1969, compuse mi primera canción, hace cuarenta y cuatro otoños).

jueves, 14 de noviembre de 2013

Fiesta de pre cumpleaños

Alain me invitó anoche a la celebración anticipada de su cumpleaños, en el Pata Negra de la colonia Condesa. Invité a María José y fui con ella. Alain se puso muy feliz al verme y pude estar con él ahora que está a punto de cumplir treinta y un años de edad. Claro, él era el DJ del lugar y tocó su magnífico set para las ya famosas Noches negras del lugar: soul, funk, hip-hop, rhythm and blues. Muy bueno. El lugar estaba repleto y pude saludar a Hallet, a Héctor Hellion (extraordinario bajista avecindado en Suiza y primo de mis hijos por el lado de su mamá y a quien no conocía en persona), a Hany y a otros amigos y amigas de mi amado hijo. Marijose debió irse y yo estuve ahí como hasta las once de la noche, hora en que regresé a casita (todavía alcancé metrobús). Una linda noche y una gran felicidad al ver tan contento a mi Aleno.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El último editorial de La Mosca en la Pared

Apasionantes. Fascinantes. Difíciles. Complicados. Esforzados. Divertidos. Amables. Tensos. Tersos. Contradictorios. Conflictivos. Sonrientes. Tristes. Vertiginosos. Exasperantes. Cálidos. Dubitativos. Feroces. Críticos. Honestos. Sufridos. Alegres. Musicales. Legítimos. Creíbles. Golpeantes. Vacilantes. Firmes. Sensuales. Recompensantes. Decepcionantes. Literarios. Irónicos. Absurdos. Esperpénticos. Revolucionarios. Revolucionados. Erráticos. Virtuosos. Mezquinos. Trabados. Fluidos. Estructurados. Desestructurados. Destructivos. Neuróticos. Delirantes. Convencionales. Anárquicos. Destemplados. Impuntuales. Agudos. Irrespetuosos. Altaneros. Antisolemnes. Inteligentes. Tontos. Irreverentes. Cabizbajos. Sorprendentes. Rocanroleros. Quijotescos… Así y más han sido estos catorce primeros años de La Mosca, con sus altas y sus bajas, con sus épocas buenas y malas, con sus vacas gordas y sus vacas flacas. Catorce años de trabajo (casi) continuo y que con imaginación y medidas refrescantes y arriesgadas esperamos alargar por mucho tiempo más.

Editorial "Ojo de Mosca" que escribí para el No, 125 de La Mosca en la Pared, en marzo de 2008, sin imaginar que sería el último (y justo cuando festejábamos el décimo cuarto aniversario). A los pocos días, se me comunicaría que la revista iba a dejar de aparecer.

martes, 12 de noviembre de 2013

El rockcito ya tiene su día

Cuando leí la noticia, pensé que se trataba de una broma, pero luego me di cuenta de que todavía faltan algunas semanas para el Día de los Inocentes. Entonces vi que iba en serio. Aun cuando no medie decreto oficial alguno, a partir de este año, el 7 de noviembre será el Día del Rock Mexicano.
  Por supuesto que lo anterior no impide que se trate de una ocurrencia de risa loca que retrata a la perfección lo que es, ha sido y al parecer seguirá siendo por siempre nuestro movimiento roquero nacional-nacionalista. Tan surreal resulta la cosa que la declaratoria oficial la hizo nada menos que Armando Manzanero, enorme compositor, sin duda, pero cuya mayor aproximación al rock es la de ser el autor de “Eddy Eddy”, aquella baladita simpática que cantaba la gran Angélica María en sus años de adolescencia.
  Dijo don Armando: “El rock es una música que llegó para quedarse. Hoy se instala el 7 de noviembre como el Día del Rock Mexicano, el cual fue iniciativa de Alex Lora…”. Aparte de la chambonada que resulta decir que un género que surgió así casi sesenta años “llegó para quedarse”, la nota está en el hecho que revela el autor de “Esta tarde vi llover”: que la idea original fue del Fidel Velázquez del rock nacional-nacionalista, el inefable Alex Lora, quien año con año festeja el aniversario de “El Tri de México” (ya va para el medio siglo, más lo que se acumule). Vaya afán celebratorio.
  ¿Día del Rock Mexicano? ¿Cómo para qué? No sé si en otro país del mundo tienen su día del rock respectivo, pero hasta ahora no he escuchado que haya día del rock peruano, griego, mozambiqueño o mongol. Digo, si la iniciativa fuese para mejorar la calidad musical y literaria de esa música, estaría muy bien. Mas para lo único que servirá es para la autocelebración onanista y el mantener la falacia de que “estamos a la altura del rock internacional”.
  Tendremos, pues, nuestro día del chauvinismo y el autoengaño, el día del masiosare roquero. O para decirlo con elegancia y delicadeza: será una más de las chaquetas mentales del rockcito (hoy tan cumbianchero) que se hace en México.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 11 de noviembre de 2013

The Cure

A lo largo de más de veinte años, The Cure ha sido punto de referencia para comprender la historia del rock. Desde sus primeros balbuceos musicales a mediados de los setenta hasta la sofisticación conseguida durante las dos décadas siguientes, la agrupación lidereada por ese peculiar personaje que es Robert Smith logró lo que miles de bandas en el mundo anhelan y muy pocas consiguen: tener un sonido, un estilo y un sello propios.
  The Cure supo combinar dos géneros en apariencia opuestos: el gótico y el pop. Por un lado estaba esa vena oscura, misteriosa, esa tendencia a lo tenebroso que resaltaba en la música de tonalidades menores, con ritmos lentos, armonías densas y melodías que enfatizaban lo dramático, así como en las letras desgarradas, suplicantes, en ocasiones crueles y sangrientas. Pero estaba también la otra parte, la ligera, la suave, la de colores más o menos claros y hasta luminosos, la de la música pop y sus convenciones, con estructuras ortodoxas que se traducían en bellas y sencillas canciones de amor. Entremezclar esas dos vertientes tan ajenas entre sí y dar nacimiento a un híbrido que, no obstante su inusual naturaleza, resultaba tan natural y sin artificios es el mayor mérito de este grupo inglés absolutamente sui generis.
  Muchos fueron los cambios de alineación, los problemas internos, los escándalos, las depresiones, los odios, las pugnas que se dieron en el seno de The Cure. Sin embargo, consiguió mantenerse siempre presente, con una discografía fuera de serie y una profundidad artística que le aseguró para siempre un lugar destacado en el firmamento del rock.

(Prólogo que escribí para el No. 5 de los Especiales de la Mosca y que fue publicado el mes de noviembre de 2003, justo hace diez años).

domingo, 10 de noviembre de 2013

El tranvía

Mis primeros cuatro años de vida (es decir, de 1955 a 1958) viví en lo que en mi familia siempre llamamos "la casita de la vía", porque estaba justo a un lado de la vía del tren (en realidad tranvía) que iba de Tlalpan a La Villa de Guadalupe. La casa se encontraba en la calle de Coapa, casi esquina con Ferrocarril, en la colonia Toriello Guerra de Tlalpan, justo en el predio donde hoy está la escuela activa Bartolomé Cossío.
  Durante 1959, vivimos en calidad de refugiados en la casa de mi abuela materna, en la colonia Del Valle (calle de Roberto Gayol), para regresar a Tlalpan en 1960, a una casa en la calle de Magisterio Nacional, donde viví el resto de mi infancia y prácticamente toda mi adolescencia. En esos años, el tranvía fue muy importante para mí, sobre todo en 1965 y 1966, ya que era el medio por el cual me trasladaba diariamente a mi escuela, el colegio Espíritu de México (de sacerdotes salesianos, conocida también como La Ciudad de los Niños), situada en la confluencia de las calles Ferrocarril (hoy Renato Leduc) y Puente de Piedra.
  Para abordar el tranvía (cuyo boleto salía en treinta y cinco centavos, aunque se podía comprar el abono semanal que costaba un peso veinte), caminaba cuatro cuadras desde mi casa hasta la estación, que estaba en Madero y San Fernando. De ahí a mi escuela se hacían escasos diez o quince minutos (de hecho, muchas veces me gustaba ir a pie y seguir la vía del tren, caminando sobre los durmientes de madera que unían a los rieles). En ocasiones, llegaba a utilizar el tranvía hasta cuatro veces al día, ya que los horarios del colegio eran matutinos y vespertinos (iba de ocho y media a doce y media, salía a comer y regresaba de dos y media a cuatro y media; a veces, llevaba almuerzo y me quedaba en el comedor de la escuela).
  El tranvía estuvo ahí hasta mediados de los años setenta, cuando hicieron el tren ligero que va de Taxqueña a Xochimilco. Todavía por un tiempo hubo servicio de Tlalpan a Huipulco, pero al final nos quitaron aquellos hermosos trenecitos (ver foto) que tan buenos recuerdos me traen.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Ibargüengoitia y la CNTE

Para Gustavo García, in memoriam.

“Habría que prohibir la entrada a nuevos aspirantes a habitantes de la ciudad de México o declarar esta condición fuera de la ley. Establecer un campo de concentración en el lago de Texcoco, meter allí a todos los aspirantes y dejarlos que se mueran de sed”.
  ¿Quién propuso semejante cosa? ¿Un integrante del sector más derechoso del PAN? ¿Algún miembro fascistoide de la Coparmex? ¿Un viejo tránsfuga de aquella antigua organización de ultraderecha estudiantil conocida como el MURO (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación)? Pues no: el que escribió esas líneas llenas de sarcasmo fue nada menos que Jorge Ibargüengoitia, de cuya muerte este mes se cumplen ya treinta años.
  ¿Qué opinaría hoy el autor de Maten al león y Dos crímenes sobre el descarado cachondeo que se trae desde hace meses la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, la dichosa CNTE, convertida en el objeto más odiado por la mayoría de los habitantes del Distrito Federal? Sería una delicia leer sus sugerencias para acabar con el problema y creo que los comerciantes, hoteleros y restauranteros aledaños al Monumento a la Revolución (más los empleados de estos) secundarían con gusto el párrafo con que inicié la columna, para aplicarlo a tan singulares profesores.
  Porque hay cosas ridículamente ibargüengoitianas en este problema. Desde la endeble e indecisa actitud de las autoridades capitalinas –mismas que se la pasan declarando que antes que nada quieren proteger “a la ciudadanía”, pero que no se atreven a tocar a los maestros (sic) ni con el pétalo de un empujón–, hasta las evasivas de los líderes de los profes –quienes frente a cada decisión a tomar dicen siempre que primero tienen que consultar a “las bases”, ese término viscoso e inasible que acaba por querer decir absolutamente nada.
  Es un juego de nunca acabar que significa mucho más que dos crímenes contra la ciudad y que no se resolverá mientras la jefatura de gobierno no cumpla con su deber y mate al león de la impunidad. De no ser así, todo quedará en calidad de estas ruinas que ves.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Prêt-à-Porter

Amo el cine de Robert Altman (1925-2006). Su extraordinario manejo de multitud de personajes, sin perder jamás el control, nunca ha dejado de asombrarme desde Mash (1970) y Nashville (1975) hasta Beyond Therapy (1987), Kansas City (1996) y Gosford Park (2001), entre muchas otras. No había tenido oportunidad de ver Prèt-è-Porter, su película de 1994, en la que toca con deliciosa ironía el mundo de la moda y de la alta costura con todos sus pormenores.
  A la cinta no le fue muy bien en su momento y muchos críticos la consideran como una obra menor dentro de la filmografía de Altman. Puede ser. Sin embargo, a mí me pareció una absoluta delicia. La forma como el realizador estadounidense narra las diferentes historias me parece fascinante y su finísimo sentido del humor es un agasajo. Eso para no hablar del extraordinario reparto de actores que incluye a los maravillosos Sophía Loren y Marcello Mastroianni, a leyendas como Lauren Bacall y Anouk Aimee y a figuras tan importantes como Tim Robbins, Julia Roberts, Danny Aiello, Teri Garr, Forest Whitaker, Tracey Ullman, Kim Bassinger, Lyle Lovett y Stephen Rae.
  La anécdota de la muerte de un diseñador francés (a quien se le atraganta un sandwich) en vísperas de una importante exhibición de modas en París es lo que da pretexto a todo lo que acontece en el filme: lo que hay tras bambalinas, los conflictos, las pequeñas intrigas, los rencores, los amores clandestinos, los engaños, las trampas, los malos entendidos, las rivalidades, el falso glamour, la estupidez, el chantaje, el peso del pasado, las apariencias... Todo un mundillo de ambiciones y corrupción, oculto detrás de los grandes desfiles y las portadas de las revistas de moda, visto por el ojo clínico y cínico de Robert Altman y su sarcasmo (el gag recurrente -y muy antiparisino- sobre el excremento de los perros que todo el mundo pisa en las calles resulta hilarante).
  Insisto: una pieza cinematográfica que me encantó y que volvería a ver con gusto, como la obra toda de este grande y añorado realizador.

jueves, 7 de noviembre de 2013

El silencio es oro

“Calladito te ves más bonito”, suelen decirme con cierta asiduidad aquellos que no gustan de mis opiniones políticas y musicales. Quisieran que mis palabras se mantuviesen dentro de los límites de lo políticamente correcto y que no fuera yo tan contreras (para decirlo con finura). Pero como jamás les hago caso, terminan por desear y hasta exigir que calle lo que digo y lo que escribo. En una palabra: que mi destino sea el silencio. El silencio como sinónimo de censura.
  “Silence is Golden” se llamaba una canción que fue un gran éxito de los Tremeloes a mediados de los años sesenta (claro, del siglo pasado). Se trata de una vieja frase que supuestamente contiene una gran sabiduría: el silencio es oro. Esto puede ser cierto… y no. Por supuesto que saber callar a tiempo nos salva de problemas con los demás. Muchas veces la imprudencia nos hace hablar más de la cuenta y meternos en dificultades. Sin embargo, la audacia de los imprudentes es necesaria y muchos avances de la humanidad se deben precisamente a esos imprudentes.
  Oscar Wilde fue un gran imprudente, un hombre que nada se callaba y hoy no podemos concebir a la cultura occidental sin sus aportes. Lo mismo podemos decir de Voltaire, de Emil Cioran, de Charles Bukowski o de Frank Zappa (quien este diciembre cumple veinte años de muerto). Magníficos imprudentes todos, para quienes el silencio habría significado óxido en lugar de oro.
  “The Sounds of Silence” es otra composición sesentera, debida esta al talento del gran Paul Simon y cuyo título esconde una paradoja filosófica y hasta metafísica. ¿Cómo suena el silencio? Si el silencio es la ausencia de sonido, ¿suena a algo de todos modos? Yo diría que no sólo suena, sino que hasta puede ser ruidoso, estruendoso. Recordemos aquel hecho histórico impresionante que fue la manifestación del silencio, durante el movimiento estudiantil de 1968 en México. Al contrario de las marchas escandalosas y hasta violentas que últimamente hemos padecido sobre todo en el Distrito Federal, aquella manifestación multitudinaria que avanzó por Paseo de la Reforma en el más absoluto de los silencios fue algo que retumbó en todos los ámbitos de la sociedad mexicana y aún se le recuerda con emoción. Fue un acontecimiento trascendente, una muestra de imaginación, de esa facultad del cerebro de la cual tanto se carece hoy. Esa vez, los sonidos del silencio resultaron atronadores y sacudieron hasta sus cimientos a las enmohecidas estructuras del cerrado sistema político y social que padecíamos.
  Entonces, ¿el silencio es recomendable o indeseable? Depende de las circunstancias. Guardar silencio por obligación o por censura es cosa despreciable. Guardarlo con inteligencia (y en esto las filosofías orientales son muy sabias) muchas veces puede ser lo más efectivo y saludable.
  Mencioné dos canciones que hablan acerca del silencio, ambas por cierto muy hermosas. Ello me hizo recordar, por contraste, que en el ya mencionado año 68 del siglo veinte, John Lennon y Yoko Ono grabaron su álbum Unfinished Music No. 2: Life with the Lions que aparecería en mayo del año siguiente y cuyo cuarto track se intitulaba “Two Minutes Silence”. Eso era precisamente: dos minutos de absoluto silencio en el LP, en los que lo único que se escuchaba era el ruido de la aguja del tocadiscos sobre la superficie del acetato. Aunque hoy pueda provocar una sonrisa y parecernos un acto naïve, en su momento fue toda una provocación vanguardista que causó fuertes críticas de los reseñistas más convencionales, mientras que el sector avant-garde aplaudió tan revolucionaria osadía.
  Así pues, el silencio puede ser un arma de doble filo, un objeto a veces peligroso e indigno y a veces provocador e imprescindible. Yo, por ejemplo, esta vez he escrito mi columna rodeado por un profundo silencio ambiental, sin la música con que suelo acompañarme cuando trabajo ante el teclado de mi computadora. Debo decir que eso me ayudó a concentrarme mejor y a disfrutar de la escritura.
  El silencio.

(Mi columna "Bajo presupuesto" de este mes en la revista Marvin)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La Mosca y yo: Rafael Tonatiuh

Dicen que la mosca tiene cerca de dos mil ojos, lo cuál es una soberana tontería, pues cualquiera que se haya topado con una mosca en la sopa se habrá dado cuenta de que más bien tiene dos ojos saltones, como los de Yoko cuando vio encuerado a John (o como los de Paul cuando vio desnudos a los dos). Lo que sí me consta es que tiene oídos, aunque carezca de orejas (pues orejona y con alas más bien sería informante de gobernación), ya que los cerca de dos mil ojaldras que colaboran en ella, al parecer no tienen otra cosa que hacer más que estar oyendo babosadas ruidosas y sentimentaloides. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que La Mosca no es tan nociva como dicen los biólogos, pues hay un buen de gente que la compra y hasta la lee.

Rafael Tonatiuh

(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).

martes, 5 de noviembre de 2013

El blues sefardí de Dora Juárez Kiczkovsky

Hay mucho de blues en el antiguo canto sefardí. Están la tristeza y la nostalgia. El sufrimiento y el dolor. La esclavitud y la discriminación. El desarraigo y la raigambre. La identidad y la solidaridad. La rebeldía y el orgullo. La hondura y el alma. Alma negra en el blues, alma judía en el cantar de los sefardíes.
  Dora Juárez Kiczkovsky, mexicana nacida en Argentina, nieta de polacos y con profundas raíces judías, tiene ya una notable carrera dentro del canto. Música y cineasta, integrante del extraordinario trío vocal femenino Muna Zul (al lado de Sandra Cuevas y Leika Mochán), acaba de poner en circulación un disco excepcional: Cantos para una diáspora, editado nada menos que por John Zorn en su prestigiosa disquera Tzadik. Este no es un dato menor, ya que Zorn, además de ser un inenarrable artista de vanguardia y un jazzista de primera línea, ha tomado a mucha de la música judía para fundirla en su propia obra y el hecho de que haya publicado bajo su sello este disco (que originalmente se grabó en nuestro país, bajo la producción de Fernando Vigueras y de la propia Juárez Kiczkovsky), habla de la enorme calidad del mismo.
  Acompañada por diversos músicos (entre ellos Francisco Bringas, Juan Pablo Villa y el ya mencionado Vigueras), la intérprete nos regala una oncena de bellísimas canciones sefardíes, cuyos orígenes se remontan a la edad media española, antes de la diáspora de finales del siglo XV, cuando los reyes católicos decretaron la expulsión de los judíos de la península ibérica. Tonadas tan bellas y melancólicas como “A la una yo nací”, “¿Por qué Yorash?”, “Hixa mía” o “Las tres morillas” representan el sentimiento de todo un pueblo perseguido y segregado durante siglos y cuyas penas y esperanzas Dora Juárez Kiczkovsky sabe trasmitir con gran sensibilidad. Un trabajo conmovedor, exquisito, impecable.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" en la sección ¡hey! de Milenio Diario).

lunes, 4 de noviembre de 2013

Mi nueva credencial del IFE

Ya tenía tiempo que se me había vencido y urgía sacar la nueva. Por fortuna hice mi cita a tiempo y luego de hacer el trámite respectivo, hoy pude recoger mi credencial de elector actualizada. No hubo mucha gente (me comentaron en la oficina del IFE que está en la colonia Del Valle que para diciembre aquello va a ser una locura de gente) y todo estuvo perfecto. Lo que sí me impactó (bueno, no tanto) es ver la diferencia de fotos entre la anterior credencial y esta. En la pasado aún tenía el cabello negro y ahora puras canas, jaja (y "sólo" transcurrieron doce años entre la una y la otra). Pero bueno, habemus IFE y nueva identificación que durará diez años. Hasta 2023.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Dos grandes discos otoñales

Aunque faltan todavía dos meses para que termine el año, el otoño de 2013 ha visto la aparición de un par de álbumes que desde ya se apuntan para estar en la lista de los mejores de estos doce meses. Me atrevería incluso a ponerlos entre los cinco más notables.
  Desde la Gran Bretaña y los Estados Unidos respectivamente, un grupo y una solista muy distintos entre sí, pero cuyas propuestas musicales se aproximan a la genialidad, han retornado para dar a conocer dos obras monumentales, extraordinarias, fuera de serie. Analicemos cada una de ellas.

AM de Arctic Monkeys
A partir de su surgimiento en la ciudad de Sheffield, Inglaterra, en 2003, y luego de cuatro álbumes estupendos, los Arctic Monkeys mostraron que lo suyo era un rock duro que abreva de los orígenes británicos del género y lo hace a partir de influencias como los Yardbirds, los Rolling Stones, los Kinks y los Who, pero sin renunciar al halo fascinante de la música de los Beatles y su amplio sentido de la armonía y la melodía.
  Liderado por ese joven talento que es Alex Turner (nacido en 1986), el cuarteto ha mantenido una congruencia admirable y una irrestricta fidelidad a sus raíces, lo cual se refleja de una manera diáfana en ésta, su más reciente producción discográfica.
  Desde el riff de guitarra con que arranca ese gran tema que es “Do I Wanna Know?”, queda claro que estamos ante un trabajo sobresaliente. Porque no sólo esa canción alcanza los más altos niveles: todo el álbum es un vehículo de goce supremo. AM representa un viaje absolutamente placentero por territorios en los que resalta la belleza de la música y campea un espíritu desafiante y altivo que rescata lo más destacado del rock inglés de todos los tiempos. Arctic Monkeys parecería ser una especie de eslabón perdido entre los roqueros primigenios del Reino Unido y lo mejor que se hace hoy dentro del género.
  Turner es un autor de primer orden y ello queda demostrado a lo largo de los doce temas que conforman el plato. Canciones como “R U Mine?”, “Mad Sounds”, “I Want It All” o “Fireside”son piezas perfectas, asombrosas, tan brillantes como lo es la totalidad del disco.
  Si bien el título del álbum lleva las iniciales del nombre del grupo, remite también a las viejas estaciones radiofónicas de rock en Amplitud Modulada (AM), en las que se podía escuchar gran música, tan grande como la que recorre esta obra espléndida.

The Electric Lady de Janelle Monáe
Hay quienes hacen álbumes conceptuales. Janelle Monáe ha ido más allá y ha hecho de toda su obra discográfica hasta el momento (tres discos) un solo concepto, al narrar en un EP y dos LP una misma historia de ficción científica (diría Borges) que involucra a robots, gente venida del espacio exterior, ambientes apocalípticos y una combinación de sonidos retrofuturistas (si se me permite el término).
  Monáe ha compuesto su magno opus por medio de cinco suites, la primera de las cuales apareció en 2007 en el disco Metropolis, Suite I: The Chasse (Wondaland Arts Society), un EP dividido en cinco partes que en conjunto apenas rebasaban los diecisiete minutos de duración. Tres años después aparecería esa placa deslumbrante que fue The ArchAndroid (Bad Boy/Wondaland, 2010), uno de los discos más impactantes de lo que va del siglo, un compendio de géneros perfectamente ensamblados a lo largo de las suites II y III de Metropolis (ver reseña en Nexos No. 398).
  Ahora, al iniciar el otoño de 2013, llega The Electric Lady (Wondaland Arts Society), tercera parte de la monumental obra de esta joven estadounidense bendecida por la genialidad (nacida en Kansas City, Janelle Monáe cumplirá apenas veintiocho años el mes próximo). Se trata de las suites IV y V y en ellas crea y recrea sus ideas e influencias de manera fastuosa, intensa, apasionada, pero sin solemnidades. Todo lo contrario, en diversos pasajes se hace sentir con fortuna su desparpajado sentido del humor.
  Con la no tan pequeña ayuda de amigos y colegas (colaboran, entre otros, Prince, Erykah Badu, Solange, Esperanza Spalding), en los diecinueve cortes que contiene el disco se puede escuchar la huella de Stevie Wonder (“Ghetto Woman”), Lauryn Hill (“Victory”), En Vogue (“Q.U.E.E.N”), los Jackson 5 (“It's Code”) y varios más. Monáe se mueve con naturalidad de un estilo a otro y su voz se adapta a ello de manera asombrosa. Rock, soul, pop, funk, jazz, hip-hop: todo está en The Electric Lady, un trabajo excepcional.

(Publicado este mes en la revista Nexos No. 431)

sábado, 2 de noviembre de 2013

La noche de los panistas vivientes

Zombies azules.
Después del apocalipsis de julio de 2012, casi todos los veíamos en calidad de fiambres. Parecían auténticos cadáveres, seres occisos, absolutamente finados y extintos. Nadie daba un centavo por ellos. Golpeados, rechazados, despreciados, deambulaban por el limbo cual ánimas en pena. Eran almas desoladas, sombras en el desamparo más terrible y lastimero.
  Pasó el tiempo y las cosas no parecían mejorar para ellos. Se dice que en las oscuras noches sin luna, allá por avenida Coyoacán y Eje 8 Sur, se escuchaban llantos y lamentaciones que causaban escalofríos al más pintado. Era un cuadro de horror, un averno azul-pintado-de-azul.
  Pero he aquí que la salvación llegó en el momento menos esperado. Fue un verdadero milagro que no sólo los rescato a ellos, sino a otros que también parecían condenados al penar eterno, unos lánguidos espíritus amarillos que al ver aquella luz que tanto les prometía, acudieron en tropel para mezclarse y confundirse con sus congéneres azulados y entrar por un enorme portón que con deslumbrantes letras de oro anunciaba tres palabras mágicas y promisorias: Pacto por México.
  A muchos meses de aquel prodigio, las cosas han cambiado de tal modo que los azules se han levantado de sus tumbas y, convertidos en muertos vivientes, caminan lenta pero seguramente para imponer su ley aun a quienes les brindaron la oportunidad de no ser condenados al infierno y desaparecer para siempre: los tricolores, únicos sobrevivientes del 2012 que, sin embargo, ahora se ven obligados a vivir con los redivivos azules y amarillos a un lado, si es que no quieren ser atacados por éstos.
  Vienen dos meses decisivos para esta Guerra Nacional Z. Sesenta días en los cuales los azules vivientes serán el factor decisivo para que el gobierno tricolor logré consolidar su máximo propósito: la aprobación de la reforma energética. Todo parece indicar que lo logrará finalmente, aunque, allá en lontananza, agazapado y torvo, acecha otro grupo todavía más amenazante y temible, dispuesto a lanzar un feroz y ciego ataque: el de los pejezombies.
  Próximamente en esta sala.

(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario).

viernes, 1 de noviembre de 2013

The Sex Pistols

Resulta en alto grado paradójico que un grupo prefabricado haya causado una revuelta tan profunda y delirante como la que provocaron los Sex Pistols. Ejemplo perfecto de lo que significa estar en el lugar preciso en el momento preciso, el cuarteto conformado originalmente por Johnny Rotten, Steve Jones, Glen Matlock y Paul Cook irrumpió como la peste en un medio que se pretendía impoluto. Las falsas medidas de higiene moral de la Gran Bretaña de los años setenta fueron salvajemente violadas por aquellos cuatro individuos, quienes bajo la batuta de su manejador, el maquiavélico, cínico y ambicioso Malcolm McLaren, pusieron de cabeza al que hasta entonces había sido un país de apariencia ordenada y flemática. En muy escaso tiempo –y peor aún con la llegada del inenarrable Sid Vicious en reemplazo de Matlock-, los Pistols lograron lo que ninguna epidemia o calamidad había producido antes en la orgullosa y conservadora Inglaterra: burlarse de la reina, poner en jaque a la realeza y cimbrar hasta sus cimientos a una sociedad asustadiza e hipócrita. Nihilista hasta los últimos extremos, el grupo es como el epítome del movimiento punk. En su música y su actitud se resume lo mejor y lo peor (que en el caso del punk hay que hablar más de lo peor) de ese movimiento que predicaba la anarquía y el odio al autoritarismo y a las convenciones todas. Contra lo que se suele pensar, en muchos casos sin haberlos escuchado con atención, The Sex Pistols hicieron muy buena música, cuando menos en las consolas de grabación (Bob Geldof, de The Boomtown Rats, dijo alguna vez que eran excelentes en estudio y pésimos en concierto). Su único disco digamos oficial, el magnífico Never Mind the Bollocks, Here’s The Sex Pistols, es un ejercicio de estupendo rock and roll, con temas hoy clásicos como “Anarchy in the UK”, “God Save the Queen”, “Problems” y “Pretty Vacant”. La rabia de su música, el furioso sarcasmo de sus letras y el caótico accionar de su conducta pública convirtieron a este cuarteto en una leyenda que permanece vigente como claro ejemplo de lo que se debe hacer… y lo que no se debe hacer. Dios salve a los Sex Pistols.

(Prólogo que escribí para Especiales de la Mosca No. 14, septiembre de 2004).