martes, 24 de septiembre de 2013

Arctic Monkeys y el eslabón perdido


A partir de su surgimiento en la ciudad de Sheffield, Inglaterra, en 2003, y luego de cuatro álbumes fantásticos (Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not de 2006, Favourite Worst Nightmare de 2007,  Humbug de 2009 y Suck It and See de 2011), los Arctic Monkeys mostraron que lo suyo era un rock duro que abrevaba de los orígenes británicos del género y lo hacía desde influencias como los Yardbirds, los Rolling Stones, los Kinks y los Who, pero sin renunciar al halo mágico y misterioso de la música de los Beatles y su amplísimo sentido armónico y melódico.
  Encabezado por ese joven geniecillo que es Alex Turner (nacido apenas en 1986), el cuarteto ha mantenido una congruencia admirable y una fidelidad a sus orígenes, lo cual se refleja en su más reciente producción discográfica, AM, editada por la disquera Domino apenas este 9 de septiembre.
  Desde los riffs iniciales de ese gran tema que es “Do I Wanna Know?”, queda claro que estamos ente un gran trabajo. Porque no sólo esa canción alcanza niveles de gloria: todo el álbum es un vehículo de gozo rocanrolero. AM es un viaje del más absoluto placer por territorios en los que campean la belleza de la música y un espíritu desafiante y altivo que refleja lo más destacado del rock inglés de todas las épocas. Arctic Monkeys parecería ser, en ese sentido, el eslabón perdido entre los roqueros primigenios ya mencionados y lo mejor que se hace hoy día dentro de ese género.
  Turner es un artista en toda la extensión de la palabra y queda demostrado en los poco menos de tres cuartos de hora que dura el álbum. Canciones como “R U Mine?”, “Mad Sounds”, “I Want It All” o Why’d You Only Call Me When You’re High?”son, en su forma y en su fondo, piezas perfectas, asombrosas, tan brillantes como lo es la totalidad del disco.
  Si bien el título del plato lleva las iniciales del nombre del grupo, en lo personal me remite también a las viejas estaciones radiofónicas de rock en amplitud modulada (AM), en las que se podía escuchar gran rocanrol, tan grande como el que recorre este álbum verdaderamente espléndido.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario).

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