martes, 5 de marzo de 2013

Mi Jan a China

Con mi adorado Jan, momentos antes de partir.
Literalmente: hoy a las tres de la tarde con cuarenta minutos, mi hijo querido entró a la sala de abordar de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional Benito Juárez, del DF, para emprender un viaje, una aventura que deberá resultar para él fascinante, nada menos que a la antigua China, ese país milenario y misterioso. Meses de espera, de preparación, de dudas, de expectativas, de ilusiones desembocaron hoy en el trámite de tomar un avión con rumbo a Tijuana, donde a las once y media de la noche abordó el que lo trasladó hasta la misteriosa ciudad de Shanghai.
  La cosa es que por poco no llego a tiempo a despedirlo. Me habían dicho que saldría pasadas las cinco de la tarde y salí de aquí a las doce y media, a fin de llegar -según yo- antes de las dos de la tarde a la central aérea. Me fui en metrobús hasta la estación Buenavista y ahí tomé el que va a las dos terminales aeroportuarias. Pensé que haría una media hora de trayecto, pero hizo cerca del doble y para colmo, a medio camino me llamaron Alain y luego Jan para decirme que el avión saldría al veinte para las cuatro.
  Me preocupé mucho, porque quería ver a mi chilpayate antes de que se fuera y además quería darle un libro (Dos crímenes, de Jorge Ibargüengoitia) que le llevaba dedicado y para que leyera en el camino. Las cosas se complicaron cuando el metrobús se estuvo más de quince minutos parado en la Terminal 1. Yo rezaba por llegar a tiempo... y lo hice: como de película, me bajé corriendo, subí al primer piso de la Terminal 2 y corrí a la zona de abordaje. Eran las tres y media. Ahí estaban Rosa, Alain y Hallet con Jan, a quien pude abrazar y besar. Estaba nerviosillo, por lo que implica el viaje y porque nunca antes había volado en avión. Sólo pudimos estar juntos diez minutitos. Nos tomamos fotos. Le pasé el libro y finalmente lo vimos partir, yo con un nudo en la garganta y Rosa, como buena mamá, hecha un mar de llanto.
  Ya más tranquilos, los cuatro nos fuimos a comer a la zona de comida rápida y regresamos por la misma ruta que llegué, pero en sentido inverso. Por cierto que el trayecto de la línea 4 del metrobús (que cuesta treinta pesos al aeropuerto) es muy interesante, casi turístico, pues cruza el Centro Histórico por atrás de la Alameda Central y del Palacio de las Bellas Artes. Incluso se mete por Mixcalco y pasa frente a Lecumberri y el Palacio Legislativo.
  Me quedé en la casa y ellos se siguieron a Tlalpan. Ya en la noche, me comuniqué por mensajes de celular con Jan. Llegó muy bien a Tijuana y partió rumbo a Shanghai por Aeroméxico ¡y en primera clase!, gracias al boleto que le consiguió mi primo Gustavo, piloto de esa aerolínea desde hace treinta años. Una nueva aventura en la vida de mi hijo menor.

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