sábado, 30 de marzo de 2013

El calvario de escribir en Semana Santa

Para uno, como columnista, escribir en Semana Santa o en los últimos días del año provoca una sensación de vacío, de soledad, hasta de cierto ostracismo. Es como si no hubiera alguien del otro lado de lo que se redacta, como si nadie fuese a leer las líneas pergeñadas en Viernes Santo para ser publicadas en Sábado de Gloria.
  Claro que habrá lectores. Pocos, pero los habrá. Menos que de costumbre en días “normales”, pero los habrá. Aun así, la hueca sensación persiste.
  Las mismas noticias parecen escasear, escabullirse, y se hace más difícil elegir un tema. Esto también es ilusorio, por supuesto, porque no dejan de suceder cosas y las malas nuevas (que son por desgracia las que más atraen la atención de la opinión pública) siguen aquí y allá, sin darse descanso, sin tomarse las vacaciones.
  Allá, lejos de México pero dentro del planeta, están las amenazas de un conflicto que pudiera escalar a alturas impredecibles, incluso nucleares, entre Corea del Norte (ese país dominado por un dictador inenarrable que gusta de enemistarse con todo el mundo), Corea del Sur y Estados Unidos o están los problemas financieros de Chipre que podrían hacer que la crisis económica europea se volviera a salir de control.
  Aquí, en el país, la violencia no se detiene, los llamados grupos de autodefensa siguen siendo un fenómeno de doble filo y hasta la selección nacional no deja de hacer el ridículo ante las grandes potencias pamboleras de la Concacaf.
  Más cerca de donde escribo, el tema son las playas artificiales de Marcelo Ebrard que ha desterrado Miguel Ángel Mancera porque, dice al actual jefe de gobierno del DF, gastan mucha agua. Todos sabemos que de lo que se trata en realidad es de desmarcarse de su antecesor, pero en la política todo se maneja con eufemismos, medias verdades y valores (es un decir) entendidos.
  Sí, escribir columnas en Semana Santa tiene algo de calvario. Lo bueno es que vendrá la resurrección apenas la semana próxima, cuando todo regrese a lo habitual y las malas noticias sigan prevaleciendo.
  Comme d’habitude.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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