lunes, 6 de agosto de 2012

La música de los Olímpicos

Cada cuatro años se celebra la máxima justa del deporte internacional y los aficionados al atletismo, la natación, la esgrima, la gimnasia, el futbol, el baloncesto, el voleibol, el levantamiento de pesas, el boxeo, el tenis y tantas otras disciplinas se solazan con el esfuerzo y la competitividad de los atletas de ciento veintitantas naciones. Pero no sólo las actividades deportivas llaman la atención de la gente. También la cultura y las artes de la ciudad sede, como Londres en los Juegos Olímpicos actuales, son un punto de atracción y la música que se escucha a lo largo de las dos semanas que duran las competencias es igualmente un punto esencial.
  Ya vimos cómo, durante la ceremonia de inauguración de estos juegos, la puesta en escena que ideó y dirigió el cineasta Danny Boyle tuvo en la música un apoyo tan fenomenal como emotivo. El recorrido histórico sobre la evolución de la Gran Bretaña que se vio en el Estadio Olímpico de Londres estuvo acompañado por diversos géneros musicales, para restallar con el rock de los sesenta, el punk de los setenta, el disco dance y el tecno de los ochenta o el hip hop del siglo actual. De ese modo, escuchamos en rápida sucesión a los Rolling Stones, los Kinks, The Who, David Bowie, Queen, los Sex Pistols, Pink Floyd, Underworld y el rapero inglés Dizzee Rascal, entre varios otros. En directo estuvieron desde la Orquesta Sinfónica de Londres (con el genial sketch de Mr. Bean) y Mike Oldfield, hasta los Arctic Monkeys y Paul McCartney.
  Sin embargo, de algún modo podemos decir que toda esa música fue incidental y que lo que realmente relaciona a este arte con los Juegos son las fanfarrias y los himnos olímpicos. En el caso de Londres, el himno se llama “Survival” y estuvo a cargo del grupo Muse. No creo que haya sido la mejor elección, porque la canción parece todo menos un himno. Las críticas, por supuesto, no se han hecho esperar (en lo personal, me parece bastante malita, grandilocuente y terriblemente cursi).
  Nada que ver, por cierto, con los grandes himnos, como el oficial de los Juegos Olímpicos, compuesto en 1896 por el griego Spirou Samara, con palabras del poeta Kostis Palamas, y que fue aprobado por el Comité Olímpico Internacional en 1958. Pero también varios de los Juegos han tenido su himno en particular. Para los Olímpicos de Los Angeles 1984, por ejemplo, el tema fue escrito por el gran John Williams (autor de la música de Star Wars y muchas otras películas), quien se hizo cargo asimismo de los himnos de los Juegos de Seúl 1988, Atlanta 1996 y los Olímpicos de Invierno de Salt Lake City 2002. El himno de Barcelona 1992 fue creado por otro grande, el griego Mikis Theodorakis, en tanto que el de Moscú 1980 había sido compuesto ni más ni menos que por Dimitri Shostakovich.
  Un caso más o menos siniestro es el de los Olímpicos de Berlín 1936, en plena era nazi. Su “Olympische Hymne” fue encargado a Richard Strauss (“Así hablaba Zaratustra”) por el gobierno de Adolfo Hitler y en su versión completa duraba en total ¡cuatro horas! Un fragmento del mismo aparece en el célebre documental sobre esos juegos, filmado por la cineasta favorita del Führer, Leni Riefenstahl.
  Para los mexicanos, no hay Juegos Olímpicos más importantes que los de México 1968 (con todo y el trágico contexto histórico en que se desarrollaron) y desde un punto de vista musical, varias generaciones tenemos grabadas en el inconsciente las famosas “Fanfarrias olímpicas” de Carlos Jiménez Mabarak. Sí, aquellas mismas que se tocaban antes de cada premiación en las competencias (remember el “Tibio” Muñoz).
  Jiménez Mabarak (1916-1994) pertenece a la misma estirpe de grandes músicos mexicanos como Silvestre Revueltas, Carlos Chávez, Blas Galindo o Juan Pablo Moncayo. Nacido en Tacuba, Distrito Federal, es autor de la “Sinfonía en Mi bemol”, la “Balada del pájaro y las doncellas” y numerosas composiciones más. Amigo de Igor Stravinsky, en sus últimos años, experimentó con el dodecafonismo, la música concreta y la electrónica. Cuando en 1968 el gobierno de México convocó a un concurso para crear las fanfarrias de los Juegos Olímpicos, escribió esa pieza musical de menos de un minuto que se volvió inmensamente popular y que es, vaya paradoja, su obra más conocida.
  No sabemos aún cuáles sorpresas musicales nos tiene reservadas la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres, pero si podemos estar seguros de algo es de que ninguna igualará la trepidante belleza de las “Fanfarrias olímpicas” de Carlos Jiménez Mabarak, cuya obra toda valdría la pena rescatar del olvido a manera de merecido homenaje, a dieciocho años de su muerte. 

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