martes, 15 de mayo de 2012

McCartney

Más allá de la cursilería de llamarlo Sir Paul o Macca, más allá de que su espectáculo es prácticamente el mismo que viene presentando desde hace diez años (y que puede verse en DVD en los estupendos Back in the US de 2002 y The Space within Us de 2006), más allá de eso, el simple hecho de que se trate de un beatle –uno de los dos sobrevivientes, ambos felizmente en plena actividad, como lo confirma Ringo Starr con su All Starr Band que se presentó el año pasado en el Auditorio Nacional y que entre sus músicos tiene a leyendas como Edgar Winter, Gary Brooker (Procol Harum) o Gary Wright (Spooky Tooth)–, la sola circunstancia de estar frente a una leyenda viviente de la música popular del siglo pasado hace que uno se rinda ante la belleza de su música, tan variada como deliciosa, tan diversa como reconfortante. Paul McCartney es un clásico y aunque de pronto salga con canciones simplonas (John Lennon las calificaba como musak), el público y la mayoría de los críticos terminan (¿terminamos?) por perdonarle todo.
  Fue este mi segundo encuentro con McCartney (lo vi en el entonces Foro Hermanos Rodríguez, en1993, cuando su primera visita a México, y he vuelto a verlo, el martes 6 de mayo, en el Estadio Azteca) y fue un encuentro feliz. Porque eso es lo que hace el ex escarabajo en el fondo: brindar felicidad a lo largo de casi tres horas de música brillante, entrañable, irresistible, divertida.
  A sus casi setenta años de edad, el tipo mantiene una energía de veinteañero y lo que proyecta en el escenario, al lado de sus espléndidos músicos, es una alegría que contagia y que logra trasladar al escucha a otros tiempos quizás idealizados, pero que permanecen en el inconsciente colectivo como reflejo de una época mítica en la que las utopías parecían posibles. Sus composiciones son ya patrimonio de la humanidad, son nuestras, nos pertenecen.
  Me siento afortunado por haber estado ahí hace una semana. Fue un concierto inolvidable, un espectáculo memorable, un encuentro feliz con ese genio generoso y sonriente que es Paul McCartney.
  Estuvo, para decirlo en sus propias palabras, de poca madre.

*Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección Hey! de Milenio Diario.

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