sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Un Peje con piel de oveja?*

A pesar de que hay quienes dicen que debemos otorgarle el beneficio de la duda y creer (la palabra creer, en este contexto, resulta clave) en la posibilidad de que el hombre haya cambiado y en verdad sus palabras sean auténticas y sinceras, como simple ciudadano y observador de la realidad política mexicana, yo no puedo hacerlo. ¿Cómo creer en la cuasi religiosa prédica de una república del amor, si lo que veo en él y en muchísimos de sus seguidores es un lenguaje (verbal y corporal) y unas actitudes que contradicen a cualquier discurso amoroso y me topo, por el contrario, con un rencor que raya en el odio contra todo aquel que ose criticar la palabra divina del Mesías y oponerse a sus designios?
  Andrés Manuel López Obrador se presenta ahora como una especie de sacerdote hippie, con túnica psicodélica, aroma a pachuli y el cabello lleno de flores; un neo franciscano, pero no en el sentido de San Francisco de Asís, sino del San Francisco sesentero de Scott McKenzie. Que me disculpe su intolerante feligresía (que de seguro me lapidará amorosamente, apenas lea esta columna), pero yo no le creo, no me trago su nuevo discurso y me niego a cerrar los ojos para aceptar que con su flamante disfraz de oveja moderada y conciliadora deje de ser lo que en esencia es: el mismo Peje de siempre, con todo lo que ello significa para bien y sobre todo para mal (y si no, al tiempo).
  En ese sentido, lo que más le convino a Marcelo Ebrard fue no haber quedado como candidato para el 2012 de esa entelequia que son “las izquierdas”. Estoy seguro que él lo sabe. No hubiera podido vencer al actual candidato del PRI. Mejor dejarle a Andrés Manuel el tigre de la rifa y esperar con paciencia los seis años que faltan para la siguiente contienda electoral. No es que dé yo como un hecho que Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de la república, pero sus posibilidades son más altas que las de ningún otro candidato, incluido López Obrador. ¿Es esto bueno o malo para el país? No lo sé. Sin embargo, ¿qué sería peor: un México priista o un México chavista?
  Ahí les dejo la pregunta, yo me voy a escuchar un disco de Donovan.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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