sábado, 30 de abril de 2011

Mal perdedor*


Su reacción no debería extrañarnos. Es a final de cuentas la misma de siempre. El tipo no sabe perder. Ya hasta aburre. Siempre tratará de echar la culpa a otros y jamás aceptará la menor responsabilidad en sus derrotas. Acusará a sus rivales de organizar complots en su contra, de planear estratagemas oscuras para vencerlo de mala ley. Declarará de manera pública que es víctima de una guerra sucia perpetrada por mafias a las que colgará siglas y nombres. Es parte de su estrategia maniquea, esa estrategia en la cual él siempre representará a los buenos y los otros serán, de manera invariable, los malos.
Todos sabemos que en su historial existen zonas sombrías. Que ha cambiado de camiseta con una facilidad pasmosa, cada vez según sus muy personales intereses, pero que aun así encuentra la forma de involucrar a otros con su verborragia inflamada, con su demagogia intoxicante que busca envenenar las mentes de quienes lo siguen con fanatismo sectario, con ceguera obtusa, con una pasión primitivamente religiosa. Para muchos, su palabra es como un mandato divino, como una expresión de la verdad absoluta y no se atreven a cuestionarla. Por el contrario, anatematizan a quienes no piensan como su líder, como su pastor, como su Mesías.
Bastaría con estudiar su lenguaje corporal, sus frases tramposas, su actitud altiva, sus escasas pero efectivas dotes actorales, para descubrir que detrás de los lugares comunes que invoca se esconde una personalidad enfermiza, delirante, extraordinariamente ególatra y, sin embargo, miles siguen creyendo en él y piensan que es la persona idónea para “salvarlos”, para ir, como dice cierta cancioncilla “unidos a la faena por la regeneración total”.
Nuestro hombre desafía públicamente a los poderes establecidos, manda al diablo a las instituciones y eso le gana adeptos, aunque por eso mismo otros lo consideran un peligro. En lo personal, no creo en él; no me parece en absoluto confiable. Es lo que pienso de ese hombre, de ese personaje ambiguo que es José Mourinho, el director técnico del Real Madrid.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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