sábado, 20 de noviembre de 2010

Mi revolución mexicana*


Soy producto de las dos tradiciones ideológicas y políticas que, con sus contradicciones, dieron forma a lo que hoy es este país. Mi familia paterna proviene de la tradición liberal, mientras que mi familia materna deriva de la tradición conservadora. Por el lado de los García, mi abuelo Emiliano fue floresmagonista, maderista, carrancista y diputado constituyente por Sinaloa en 1917. Por el de los Michel, mi abuelo Fidencio fue latifundista en Autlán, Jalisco, y de entre sus trece hijos, uno (Javier) fue guerrillero cristero y otro (Enrique) fue uno de los fundadores seminales del PAN a finales de los años treinta.
  Una familia abiertamente progresista y otra plenamente reaccionaria se toparon en el defeño pueblo de Tlalpan y se unieron al casarse mis padres. Crecí entonces entre dos visiones de la historia de México por completo contrapuestas. Cursé la primaria en colegios de monjas (¡el Hernán Cortés!) y de padres salesianos y la secundaria en una escuela de gobierno. De pequeño fui un modelo de niño católico y de adolescente me volví comunista y jacobino. Mis tías Michel me hablaban pestes de Benito Juárez y Plutarco Elías Calles y mi abuela García me hizo admirar a los héroes del liberalismo mexicano: desde los de la Guerra de Independencia hasta los de la Reforma y la Revolución.
  Crecí, pues, en la esquizofrenia ideológica, en la bipolaridad histórica. Tal vez por eso me apasionan tanto las dos visiones del transcurrir mexicano: la liberal de los Riva Palacio, los Silva-Herzog y los Cosío Villegas y la conservadora de los Alamán, los Bulnes, los Vasconcelos y hasta los Fuentes Mares. Dos miradas antitéticas que me estimulan a buscar el famoso justo medio que me proporcione un diagnóstico aproximado de lo que fuimos, lo que somos y lo que podríamos ser como nación.
Entre mis tíos priistas y mis tías panistas, al final milité en las filas de la izquierda, hasta que la misma se disolvió en un híbrido espantosamente informe, corrompido y reaccionario.
  Mi revolución mexicana es -hoy que oficialmente se celebra su centenario- el total escepticismo.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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