sábado, 13 de noviembre de 2010

IMSSensateces mexicanas*


Mientras todo el país se queda sin aliento frente al horror del funcionario del Instituto Mexicano del Seguro Social a quien, sin sospechar que lo estaban grabando, se le ocurrió realizar una pequeña tranza de ochenta millones de pesos a la hora de comprarle unas medicinas a un laboratorio; mientras toda la doble moral de nuestra clase política se convierte en indignación frente a semejante caso de corrupción (porque como decía Jairo Calixto Albarrán el jueves pasado en estas páginas, ¿cuándo se había visto algo así en México?); mientras las buenas malas conciencias se desgarran las vestiduras y las autoridades aseguran que irán hasta el fondo del asunto y que lo harán “caiga quien caiga” (sugiero la creación de una comisión, oficinas incluidas, para investigar el caso); mientras esas y otras cosas tienen a la opinión pública preocupadísima y con la atención pendiente de un hilo (ajá), olvidamos lo realmente importante, aquello de lo que depende el futuro de este país.
No me refiero a la guerra contra el crimen organizado que según algunos pitonizos terminará en julio de 2012. Tampoco al sorpresivo llamado del Senado de la República, con la venia del PRI, para que Enrique Peña Nieto informe “sobre los homicidios de niñas, adolescentes y mujeres” que se han registrado en el Estado de México (¿primer golpe del maese Beltrones contra su contrincante directo en el camino hacia la grande?). No. De lo que hablo es de la manera como el señor Decio de María se ha apoderado de los destinos del futbol nacional, al negar cualquier posibilidad de cambios, de mejoras, de reales transformaciones. He ahí un problema ingente de este país. He ahí un obstáculo para salir del subdesarrollo. Si queremos ser una nación de premier league, debemos quitarnos ese afán por seguir atorados en el pasado y el futbol mexicano es el mejor (y el peor) ejemplo. Un símbolo de lo que nos pasa como república que en muchos aspectos (la política, la televisión, el rock, los deportes de conjunto, etcétera) sigue siendo triste e insensatamente bananera.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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