jueves, 8 de julio de 2010

Adiós al góber precioso


Pocos han comentado que, luego de los resultados de las elecciones del domingo pasado, algunos personajes que en los últimos tiempos hicieron de las suyas y se dieron a conocer como tremendos villanazos de la política nacional están a punto de despedirse de los escenarios para pasar al ostracismo más absoluto (o al menos eso deseamos todos). Me refiero en específico a Mario Marín, el tristemente célebre góber precioso, y a Ulises Ruiz, al que algunos conocen como Ulises Ruin.
¿Qué será en delante de estos dos polticastros que a su mala fama acaban de añadir el ignominioso pecado de ser los responsables de la derrota electoral priista en sus respectivas entidades, es decir, Puebla y Oaxaca (o Guajaca, como le decía el gran Nikito Nipongo)? ¿A dónde irán a parar estos dinosaurios, si hasta sus propios compañeros de partido los miran con feo desprecio y cara de fuchi? ¿Qué será de las preciosas botellitas de cognac de Marín (¡saludos a Kamel Nacif, donde quiera que se encuentre tan finísima persona!) y de las broncas con la APPO de Ulises?
El problema es que como galanes no la hacen y no se ve por dónde podrían hacer carrera en el cine, la televisión o algún otro medio farandulero. Los dos son feos con ganas y están a años luz de metrosexuales de la política mexicana como Enrique Peña Nieto, Marcelo Ebrard y hasta César Nava (el prometido de Patylú). Vamos, ambos resultan tan impresentables que más les valdría ocultarse de las luces (no la hubieran hecho ni como monstruos en una película del Santo).
Lo que sí es que perderemos a dos tipos folclóricos a más no poder, dos de esos funcionarios de los que cada vez hay menos y que parecen sacados de la picaresca política más antediluviana. Habría que hacerles un anti homenaje nacional para despedirlos debidamente. Que todos les cantemos “Las golondrinas” y “La barca de oro”, para decirles aquello de “adiós, para siempre adiós”.

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