domingo, 3 de enero de 2010

Dos onomásticos


Ayer sábado 2 de enero hubiera cumplido ochenta y nueve años. Mi padre, Juan García Ayala, se fue hace dieciocho diciembres, el día de los Inocentes de 1991, víctima de una diabetes mal tratada. Lo extraño, a pesar de que lo siento tan presente, día con día, como un espíritu bueno que me apoya y me echa la mano en todo lo que puede. Ayer habría sido, pues, su cumpleaños número ochenta y nueve y lo fue, claro, de una y mil formas. No le tocó vivir los muchos, los demasiados cambios sucedidos en casi dos décadas. Cambios familiares, políticos, sociales, ecológicos y tecnológicos que jamás imaginó en su existencia. Los de hoy son un mundo y un país completamente distintos a los que dejó al morir (¿los verá desde donde se encuentra? Supongo que sí, sé que sí). Un mundo y un país que sin embargo le son completamente familiares a Dereck, mi nieto (no por sangre pero sí por amor y por convicción), quien también ayer cumplió años, sólo que apenas seis y a quien sin duda le tocará atestiguar transformaciones asombrosas que muchos no alcanzaremos a ver.
Juan y Dereck, capricornianos amados: ¡feliz cumpleaños a ambos (aunque se los escriba un día después)!

No hay comentarios.: