jueves, 19 de noviembre de 2009

Fedro Carlos Guillén y los efectos de soñar con Rocío Dúrcal*


Conocí a Fedro Carlos Guillén a mediados de los años noventa, cuando ambos colaborábamos en las páginas de la por ese entonces espléndida sección cultural del diario El Financiero y desde esa época mantenemos una muy grata y muy divertida amistad. A ambos nos otorgó Víctor Roura la oportunidad de estar en dicha sección… y a ambos nos forzó a salir de la misma –aunque en épocas distintas–, con sus ya tradicionales y muy peculiares (¿malos?) modos. Cuando por esos tiempos surgió La Mosca en la Pared, invité a Fedro a colaborar y empezó a escribir su columna “Deshuesadero” que hoy publica en La Mosca en la Red. Con él es la siguiente entrevista. El pretexto: la publicación de su primera novela, Soñé con Rocío Dúrcal (Random House Mondadori. Colección Debolsillo. 2009. 214 pp). Veamos lo que surgió de la charla, llevada a cabo un reciente mediodía soleado en un lugar donde se detuvo el tiempo: la entrañable nevería Chiandoni de la colonia Nápoles.

En principio, debo decirte que hay algo que no me gustó de tu novela: pensé que iba a tratar sobre Rocío Dúrcal y apenas hay una mencioncita a ella en el libro.
¡Ja, ja, ja, ja! En realidad hay dos menciones: una en el título y otra en el capítulo uno. Fíjate que en un principio la novela no se iba a llamar Soñé con Rocío Dúrcal. Originalmente llegué con mi editor, Andrés Ramírez, con otra propuesta de título que por supuesto no le gustó. Me pidió un nuevo nombre y entonces se me ocurrió lo de Soñé con Rocío Dúrcal que es un título juguetón, lúdico, provocador, como lo es el espíritu de la novela, y así se quedó. Pero no se vayan con la finta: no se trata de la biografía no autorizada de Rocío Dúrcal ni mucho menos.
Dentro de la novela está entonces la otra mención a la cantante española.
Sí, porque al principio del libro el personaje principal (Javier Clausell) y sus amigos se van de farra y hablan de las mujeres que nunca serán suyas y el más idiota propone a Rocío Dúrcal, lo abuchean y esa noche el protagonista sueña con ella. Esa es la razón del título.
¿Cómo se llamaba originalmente entonces, se puede saber?
El nombre era Vivir o navegar.
No, pues sí está mejor lo de Rocío Dúrcal.
¡Ja, ja, ja, ja!
¿Por qué después de tantos años de escribir y con varios libros editados, hasta ahora publicas tu primera novela?
Es un asunto de madurez. Yo empecé haciendo textos en periódicos hace dos décadas, cuando tenía treinta años de edad. Proseguí con ensayos, crónicas, cuentos. Finalmente sentí que este era el momento en que estaba suficientemente maduro para escribir una historia de largo aliento. La novela tiene una especificidad técnica, diferencias con otros géneros. Es el universo de la ficción, no hay más que la imaginación y el dominio de los personajes y sus personalidades. Sentí que estaba ya maduro para eso y la escribí, aunque probablemente sea el autor de primera novela más viejo del mundo.

Conociendo cómo escribes, al leer la novela me sorprendió un poco que la trama sea un thriller, una especie de El Código Da Vinci en versión mexicana, en lugar de una narración más humorística.
La novela es un registro de obsesiones y yo tengo muchas. De niño fui un devoto lector del género de misterio: de Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, inclusive Agatha Christie. Por otro lado, tengo una obsesión por la historia y por la ciencia, aunque también por la ligereza al escribir. Entonces, Soñé con Rocío Dúrcal juega con todas esas obsesiones. Sin embargo, de origen no pensé hacer un thriller. De algún modo se dio así. Respecto al humor, es una constante en todo lo que yo escribo y, no obstante, la novela tiene momentos muy oscuros que me parecieron contrapesos necesarios para que el resultado no fuera un chacoteo. Mi tendencia natural es jugar con las palabras, ser irreverente, y en este caso tuve que disciplinarme para cambiar mi estilo y que la novela quedara balanceada.
El personaje que me pareció más logrado en todos sentidos es el de Nahui, la compañera sentimental de Javier. ¿Está inspirada en alguna mujer real?
Debo decirte que hay un grupo casi unánime que considera a Nahui como su personaje favorito de la novela, el más entrañable. Como el resto de los personajes, ella tiene pizcas de gente que he conocido por aquí y por allá. El perfil de Nahui para mí es muy definible: es una mujer demente, asertiva, aventurera, emocional, una mujer que se puede vestir como Amalia Hernández, que es abajofirmante, etcétera. Conozco a muchas mujeres así y me pareció un contrapeso contra la pachorra del protagonista principal que es un publicista al que le va bien, un yuppie que está muy cómodo y que necesita que alguien lo jale. ¿Quién lo jala? Pues Nahui… y lo jala hacia un mundo al que Javier no se quiere meter ni drogado pero al que ella lo va arrastrando y él se da cuenta de que vale la pena jugarse ese riesgo.
En realidad, los personajes femeninos son lo mejor de la novela, porque están también la mamá de Javier y su secretaria ya entrada en años.
La mamá del protagonista es mi madre, quien ya falleció. Mi madre estaba loca, pero era una loca maravillosa. El personaje es un retrato cabal de mi difunta madre, quien hacía las mismas cosas que hace la señora de la novela. Hace poco, alguien me preguntó si soy misógino, dado que los tres personajes femeninos del libro –y aquí sumo a Rosita, la secretaria– están medio locas. Le contesté que por supuesto que no. De hecho, las tres son entrañables, son simpáticas, son divertidas. Rosita es el retrato de una secretaria que conocí y que no embonaba en el lugar donde trabajaba, pero que era muy querida. En la novela, Rosita labora en una agencia de publicidad, donde lo normal es ver a mujeres de tetas operadas, súper jóvenes, y ella es una vieja loca que se pone sombreros con racimos de uvas, es respondona, es altiva, pero muy querible por el protagonista.

En ese sentido entonces, ¿hasta qué punto Javier es tu alter ego?
Ahí están las opiniones divididas. Hay quien dice que soy yo y hay quien dice que nada tiene que ver conmigo. Pero difícilmente podría no tener que ver conmigo, porque expresa opiniones que yo expreso, pero lo que nos diferencia en gran medida es esa certidumbre, esa necesidad de no aventurarse, ese confort que él busca siempre y que yo nunca he buscado en mi vida. Sin embargo, el peso de la novela está en Nahui y no en Javier.
La novela tiene ámbitos internacionales y ámbitos históricos también: la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi, las ciudades europeas… ¿Qué tanto tuviste que documentarte?
Tengo algo que no sé si es ventaja o desventura y que es el hecho de haber estudiado ciencia. Entonces, estoy más o menos entrenado para documentar la información que busco. Absolutamente todo lo que está en la novela es exacto. Las ciudades que se plantean existen, la invasión de los nazis a Francia fue real, todas las fechas coinciden. Por ejemplo, me documenté ampliamente sobre Heilbronn y en mi vida he estado ahí. Vi planos de la ciudad, del río, de sus puentes. En fin, sí hay un fuerte trabajo documental aunque, claro, con un conocimiento previo. El resto es imaginación pura.
¿Hay en el libro algún personaje totalmente ficticio?
Estrictamente ficticio hay uno solo: Gabriel Abelzansky, el agente argentino. Me parecía que necesitaba a un personaje de acción, porque los otros son una bola de pazguatos que se están metiendo en un lío. Entonces surgió este tipo seguro de sí mismo, quien sabe el terreno que pisa, un sujeto con buena entraña pero implacable, duro, que va a lo que va y si algo se le pone enfrente, lo elimina. Abelzansky es absoluta ficción, no conozco a alguien así y no sé si me gustaría conocerlo. En el resto de los personajes masculinos sí hay trazos de gente conocida.
El final es abierto. ¿Significa que habrá una segunda parte de Soñé con Rocío Dúrcal?
Ya me lo han pedido, mas por el momento no me interesa hacerlo. Ahorita estoy enfocado en mi segunda novela que espero aparezca el año próximo y que es muy diferente a Soñé con Rocío Durcal. En cuanto a lo del final, es posiblemente lo que más pensé a lo largo del proceso de escritura. Me devané los sesos para buscar el desenlace y terminé por entender, aunque parezca frase de tarjeta de Sanborns, que lo importante es el recorrido y no el destino al que se quiere llegar. Lo que cuenta son las historias. Por eso me pareció correcto dejar el final abierto. Cerrarlo me sometía a muchos riesgos, el más grave: que se me asociara con Dan Brown, cosa que ni de broma quiero. Quise que la trama se mantuviera por sí misma, que lo importante fuese, por ejemplo, la transformación que sufre Javier, de ser un hombre inseguro a convertirse en un individuo enamorado y firme o las relaciones que se van estableciendo entre todos los personajes. Eso es lo esencial y no haberme sacado de la manga un final jalado de los pelos.

*Entrevista publicada originalmente en el sitio La Mosca en la Red.

1 comentario:

MoLaRoCk dijo...

Que buena entrevista Hugo, Fedro fue de los primeros colaboradores de la Mosca que me enamoraron , intentare comprar pronto su libro.
Has mencionado 2 ó 3 veces la neveeria Chiandoni, en que calle esta Hugo?
Gracias! Saludos