jueves, 7 de mayo de 2009

Un set llamado París*


“We´ll always have Paris”



Humphrey Bogart en Casablanca de Michael Curtiz.

Hay ciudades que parecen diseñadas para funcionar como escenarios de historias cinematográficas. Entre ellas, París es una de las más notables; por su belleza, su colorido, su luminosidad, su cultura y su bohemia, pero también por la fascinación de su misterio.
  Estuve en la bellísima capital de Francia en septiembre del año pasado. Era mi segunda visita a la ciudad y, tal como me sucedió en la primera, cuatro años atrás, en varias ocasiones me sentí dentro de un filme, ya fuese uno en blanco y negro de la nouvelle vague francesa de los años sesenta o en alguna super producción hollywoodense ambientada en las rues parisinas.
  Todo en París remite al cine (aunque también a la literatura, el teatro o las artes plásticas). Sus barrios, sus calles, sus paseos, sus parques, sus museos, sus monumentos, sus fuentes, sus jardines, sus puentes, sus panaderías, las buhardillas de sus edificios, sus cafés al aire libre. Hasta sus medios de transporte, como el metro, los taxis o los autobuses, parecen formar parte de un extraordinario set de cine, de un plateau sin igual.
  Pero vayamos por partes.

Día 1
La columna vertebral de París es fluvial, acuática, y se llama río Sena. No deja de ser sugerente que una de las acepciones para la palabra río, en francés, sea rivière, un término femenino, y que los parisinos hablen de la Seine. Tal vez por ello sus mansas y oscuras aguas azules resulten tan enigmáticas y seductoras. Fue en el Sena que Vincent Minelli decidió filmar una escena de Un americano en París (1951), cuando hizo que Gene Kelly cruzara por el Pont Neuf mientras cantaba “está muy claro, nuestro amor está aquí y aquí se quedará”. Caminar por ese, el puente más antiguo de cuantos pasan por encima del Sena, es una experiencia dulce y romántica, como también lo es abordar un bateau mouche, a fin de recorrer el río, desde el muelle de Trocadero, a un costado de la torre Eiffel, hasta la Île de la Cité, para rodearla y regresar al punto de partida o bien para bajarse en alguna de sus varias paradas, como lo hacen Ethan Hawke y Julie Delpy en una escena clave de Before Sunrise (Richard Linklater, 2004).
  Los estrechos caminos de piedra que bordean con discreción al Sena tienen uno de sus mejores homenajes en Everyone Says I Love You de Woody Allen (1996), cuando éste y Goldie Hawn realizan una danza que incluye literales vuelos aéreos por parte de la actriz. Si uno va a París, no puede dejar de transitar por ahí en algún momento del día o de la noche.

La torre de los sueños
Símbolo por antonomasia de París, la tour Eiffel ha sido escenario de múltiples cintas. Estar a sus pies es no sólo vivir algo inexplicable, sino verse de pronto en la pantalla al lado de Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en Sin aliento (1960) de Jean-Luc Godard y subir por uno de sus elevadores hasta alguno de sus tres niveles permite recordar la escena en la que Fred Astaire y Audrey Hepburn cantan “Bon Jour Paris” de George Gershwin y bailan alegremente entre las mesas de un repleto petit resto en el precioso musical Funny Face (Stanley Donen, 1957). Claro que también están las hermosas panorámicas de la ciudad, con la Eiffel como inconfundible emblema metálico de la misma, en las primeras imágenes de Paris, Je T’Aime (2005) o en los créditos iniciales de Los cuatrocientos golpes de François Truffaut (1959).
  Caminar desde la torre, siguiendo la rive gauche del Sena hacia el oriente de la urbe, me llevó hacia otros lugares que han sido retratados por las cámaras de cine desde hace más de cien años. Vi el puente Bir Hakeim, donde el personaje interpretado por Marlon Brando derramó lágrimas y jaló de sus cabellos, mientras lanzaba un agudo grito de dolor al enterarse del suicidio de su mujer, en El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972). Asimismo, visité el extraordinario Museo de Orsay, la casa de los pintores impresionistas y antigua estación de trenes, con su enorme reloj en todo lo alto, que también aparece en la ya citada Funny Face.
  Más hacia el Este, siempre caminando por la ribera izquierda del río, llegué al puente Saint Michel y al bellísimo y elegante boulevard del mismo nombre, puerta de entrada al bohemio Barrio Latino, en cuyo corazón se encuentra la Universidad de La Sorbona, escenario de una de las historias secundarias que componen la excelente película Paris de Cédric Klapisch (2008).

Historias del Metro
  Una vez ahí, fue menester dejar de caminar tanto y abordar el eficiente y legendario metro de París. Tomé la línea 4 en Odeon y recorrí cuatro estaciones para descender en Montparnasse Bienvenu y salir a la calle, a fin de ver el único rascacielos parisino que no se encuentra en la zona de La Defense: la torre Montparnasse, desde cuyo mirador, situado en todo lo alto, se tiene una de las mejores vistas de la ciudad luz. Es ahí donde se desarrolla también otra de las escenas cumbres del filme de Klapisch.
  De regreso al subterráneo, vinieron a mi mente cintas como la delirante Zazie dans le Metro de Louis Malle (1960) o la ya referida París, te amo, uno de cuyos relatos, dirigido por Joel y Ethan Coen e interpretado por Steve Buscemi, se desarrolla por completo en la estación Tuileries, donde terminó mi primer día de paseo por la magnificente París.

Día 2
Iniciar muy temprano, en el Museo de Louvre, la segunda jornada por la capital de Francia es sin duda una buena idea, aunque resultaría prácticamente imposible recorrerlo en los poco menos de diez minutos en que lo hicieron los protagonistas de la película Bande à Part (1964) de Jean-Luc Godard. De ahí crucé a pie los jardines de las Tulerías, para arribar a la Plaza de la Concordia y transitar, a todo lo largo, la espectacular avenida de los Campos Elíseos, tal como lo hiciera Fred Astaire en la mencionada Funny Face, con el solemne Arco del Triunfo a sus espaldas.
  De regreso hasta la Plaza Vendome, tomé a pie la Rue de la Paix, y llegué a la mismísima Opera Garnier, donde habitaba el mítico Fantasma de la Ópera, cuya historia ha sido filmada tantas veces, desde 1925 (por el francés Rupert Julian) hasta 2004 (por el estadounidense Joel Schumacher, con la música de Andrew Lloyd Webber).

Nuestra Señora de París
En Opera, abordé el metro para dirigirme por la línea 3 hacia Réaumur Sebastopol, donde transbordé a la línea 4, con rumbo hacia el sur, hasta llegar a la estación Cité, en el corazón de la Isla de la Ciudad. Ahí me aguardaba la señorial catedral gótica de Notre Dame, escenario, también, de una enorme cantidad de filmes, varios de los cuales llevan como protagonista a Quasimodo, el famoso jorobado creado por Víctor Hugo, cuya más célèbre version data de 1939, dirigida por William Dieterle.
  Muy cerca de ahí, dentro de la propia Île, se encuentra la Concergerie, impresionante edificación en donde estuviera presa la reina María Antonieta en 1793, poco antes de ser llevada a la guillotina, tal como se narra en Marie Antoinette (2006) de Sofia Coppola.

Pigalle y el Moulin Rouge
De nuevo en la estación Cité, me moví hacia el norte hasta Barbes Rochechouart, para pasar a la línea 2 y llegar a la estación Pigalle. Ya era de noche y la vida nocturna se encontraba en ebullición en ese barrio entrañable donde Edith Piaf viviera muchos de sus mejores momentos, según nos cuenta La vida en rosa (2007) de Olivier Dahan. Sobre el boulevard de Clichy, a unas cuantas cuadras, destacaba el legendario Molino Rojo, centro nocturno por antonomasia del París más bohemio y rasposo, un poco menos fantasioso que como nos lo presenta Moulin Rouge (2001) de Buz Lahrmann, pero igualmente fascinante y adictivo.
  El recorrido terminó. París me había mostrado en dos días su talante de ensueño, ese mismo que me hizo sentir en el interior de la más maravillosa de las películas.


El París de Amélie Poulin
Montmartre, en el 18° Arrondissement (o Distrito) de París, es el escenario principal en el cual se desarrolla la película Le Fabuleux Destin D'Amelie Poulain (2001) de Jean Pierre Jeunet. Nada mejor para llegar a Montmartre (barrio artístico y bohemio por excelencia) que abordar la línea 12 del metro y bajarse en la estación Abbesses, misma que aparece en una escena clave de la cinta. Es ahí donde se encuentran lugares como el café donde trabajaba Amélie Poulin o la imponente iglesia del Sacre Coeur, con sus grandes escalinatas que suben a la colina donde se yergue la blanca y monumental basílica. De Montmartre, se pueden seguir los pasos de Amelie hasta el vecino Distrito 10, donde se hallan le Gare de L’Est (estación ferroviaria en la que la joven parisina conoce a Nino) o el magnífico Canal Saint-Martin (metro Jaures, líneas 2, 5 y 7)), bucólico lugar en el cual Amélie gustaba refugiarse y desahogarse al arrojar piedritas en el agua.

*Publicado este mes en la revista Joy.

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