lunes, 13 de abril de 2009

Posada superstar


"Posada es nuestro Bosco de la media calle".
Alfonso Reyes.


A siglo y medio de su nacimiento, el mayor lastre que arrastra José Guadalupe Posada es el de la ideologización de su obra. En efecto, desde 1923, año en el cual su trabajo fue descubierto por la élite intelectual y artística de la postrevolución mexicana, el humilde grabador nativo de Aguascalientes fue convertido en una especie de santón ultramilitante que siempre habría tenido en mente la lucha de clases, la explotación del hombre por el hombre, la maldad intrínseca de la burguesía oligárquica y casi casi hasta la teoría marxista de la plusvalía, las tesis leninistas sobre el destino soviéticamente glorioso del proletariado y el pensamiento dialéctico del camarada Mao Tse Tung (bueno, de éste no porque apenas era un chinito cuando don José Guadalupe murió, en 1913). Así, por ejemplo, Diego Rivera afirmaba con cursilería extrema acerca de Posada: "Mano de obrero, armada de un buril de acero, hirió el metal ayudado por el ácido corrosivo para arrojar los apóstrofes más agudos contra los explotadores", mientras que Jean Charlot decía: "Posada funciona en la historia del arte mexicano como el delgado cuerpo de un reloj de arena, a donde el pasado se metamorfosea grano por grano en el futuro". Pobre hombre, tan lejos de Dios y tan cerca de la izquierda ilustrada.

Porque en realidad, el espléndido artista gráfico hidrocálido jamás pretendió convertirse en vocero del pueblo mexicano ni en parte de su vanguardia revolucionaria. No era una persona especialmente culta, mucho menos un teórico del llamado arte comprometido. Su biografía nos habla de un individuo que nació en el seno de una familia modesta, de padres analfabetos, y quien desde muy joven se vio obligado a trabajar duro. Si se convirtió en cronista de la realidad nacional de su tiempo, fue más por innato instinto periodístico que por un heroico afán de trascendencia histórica. Si mantenía una posición antigubernamental era porque había surgido de los estratos más empobrecidos, aun cuando sus grabados nunca significaron un riesgo que pudiera llevarlo a las siniestras cárceles de Belem o San Juan de Ulúa. De hecho, era propietario de una buena imprenta y contaba con los medios necesarios para vivir comoda y -perdonen la palabra- aburguesadamente. Es decir: pertenecía a la pequeña clase media del regimen porfirista. No era un radical. No padeció en carne propia censura o represión alguna. Ni siquiera llegó a considerarse a sí mismo como un artista. Siempre se asumió como un mero artesano.

Ese empecinamento de considerar a Posada como uno-de-los-grandes-creadores-revolucionarios-que-lucharon-por-la-emancipación-del pueblo-mexicano ha funcionado como un obstáculo a la hora de estudiar o de simplemente admirar sus trabajos como grabador. La ideología estorba y no permite que veamos sus caricaturas, litografías, viñetas publicitarias, ilustraciones de corridos y noticias, diseños de naipes y de cajetillas de cigarros, retratos de personajes, etcétera, como lo que son en sentido estricto: obras gráficas (produjo más de quince mil a lo largo de sus sesenta y un años de vida). La famosa calavera catrina, con toda su magnífica, irónica y ominosa belleza, no es una obra que busque desentrañar los misterios ancestrales del mexicano y su relación con la muerte (Posada no era un Octavio Paz), tampoco un grabado subversivo que intente criticar el vacío ontológico de la detestable aristocracia porfirista (Posada no era un Ricardo Flores Magón). Decir, como dijo la maestra Raquel Tibol en un texto de 1986, que "uno de los atributos más sobresalientes de Posada fue su condición de artista libre", pero no libre para sí, porque eso sería un "mezquino anhelo subjetivista... para servir a las clases privilegiadas" refleja más el pensamiento de doña Raquel que las ideas que al respecto pudo tener el buen Pepe Lupe. Por el contrario, todo indica que Posada sí era "libre para sí" (¿alguien conoce algún documento escrito por el grabador donde diga que su misión era la de servir a las masas?). Además, como pequeño empresario sirvió muchas veces a "las clases privilegiadas" o a quienes quisieran emplear sus servicios artesanales. Prueba de ello es un anuncio publicitario pagado por el propio impresor en el periódico El Fandango (mayo 31 de 1892) y que a la letra rezaba: "José Guadalupe Posada tiene el honor de ofrecer al público sus trabajos como grabador en metal, madera, toda clase de ilustraciones de libros y periódicos. Igualmente ofrece sus servicios como dibujante de litografía". ¿Traición a La Causa? ¿Se vendía a los malditos ricos? No. Sencillamente tenía que trabajar para mantener a su familia.
Habría que rescatar a José Guadalupe Posada de los sectores que durante décadas se lo han apropiado y lo han convertido en una súper estrella de la revolución de gauche. Que lo dejen descansar en paz en la fosa común en la cual sus restos fueron depositados y, para su propia fortuna, se perdieron para siempre.

5 comentarios:

Decireves dijo...

A mi me provoca unas risillas su obra de grabados, pero no esa risa de carcajadas si no una risa mas sutil asi como de "ah ya entendi"...
chingon texto don Hugo
y pues ya sabe que en Mexico todo mundo tiende a descontextualizar las cosas de acuerdo a lo que mas les convenga jajaja

saludos desde Monterrey

luis reséndiz dijo...

Best post ever, dear Hugo

Roque dijo...

Excelente texto. Creo que el problema de interpretar el objeto artístico, es que cada generación proyecta sobre éste sus anhelos y deseos, siendo el caso Posadas un claro ejemplo ello.

Sería interesante, como usted propone, ver el trabajo del grabador a la luz de otras perspectivas menos rojillas. A veces el consumo gastronómico de la obra de arte -Umberto Eco dixit- es más sincero y directo que las profundas disertaciones estético-ideológicas de algunos.

Saludos y esperemos el vuelo de su díptero proyecto.

Spinotti dijo...

Caray. Yo siempre he sido un fanático de su obra. Pero de lo puramente artístico. Me pasa como con la música, a los grupos que tieden a politizarse, trato de no verlos por ese lado, sino por el lado simplemente artístico, pues a veces no se que tanto de esta postura sea honesta. Prefieron no idealizarlos políticamente. Ahora, esa mania de descontextualizar las cosas ha veces ataca por el otro lado. El de ver a un artísta como algo de tan común o sobado, llegando a desacreditarlo. Creo que coo todo, y como bien comentaban mucho en la Mosca, hay que poner las cosas en un justo medio.

Anónimo dijo...

Señor García Michel,

Admiro mucho su critica musical, y he crecido con La Mosca.

Esperaba comentarios suyos acerca del concierto de Radiohead.

Saludos,
-Marco Walle