martes, 3 de marzo de 2009

¡Diantre de lagartija!*


El pasado 21 de febrero, Fannie Kauffman, Vitola, dejó de existir, a los ochenta y cuatro años de edad. Vayan las siguientes líneas como un sincero y humilde homenaje a la gran flaca.

Flaca. Flaquísima. Larguirucha y aflautada. Su cuerpo semejaba una letra i latina y su rostro, de similares contornos alongados, era el complemento perfecto para hacer de aquella mujer una especie de dibujo animado con vida propia. Nariz grande, boca de labios delgados, quijada acentuada, ojos expresivos y desorbitados, facciones que conformaban a un rostro vivaz, delirante, colocado sobre un cuello grácil que mediaba entre unos hombros huesudos y puntiagudos. Bastaba mirarla para que la sonrisa apareciera en la cara del espectador; pero al oírla hablar y verla actuar, la sonrisa tornaba a risa y ésta a carcajada. Su vis cómica resultaba natural, congénita, inevitable. Era Vitola, apodo que se convirtió en nombre propio, en marca de fábrica. Vitola: la antimusa de Tin Tan. Vitola: la antidiva del cine nacional. Vitola: la imposible cantante de ópera. Vitola: la canadiense que se volvió cubana y más tarde mexicana. Vitola: sinónimo de flacura al nivel del Rocinante de Don Quijote.

Flaca y sabrosa
Tal vez la escena más emblemática de esta singular actriz sea aquella en la que apareció por primera vez en la pantalla cinematográfica, al lado de Germán Valdés Tin Tan. Corrían una hora y veintitrés minutos de El rey del barrio (1949) de Gilberto Martínez Solares, estelarizada por el propio Tin Tan y Silvia Pinal, cuando en una estrambótica secuencia, el personaje que interpretaba el cómico llegaba a una rica casona, ataviado de traje, bastón y bombín, con gran bigote y piocha postizos, mientras se hacía pasar por un profesor de canto de origen italiano. La dueña de la casa era una mujer millonaria y flaca como una vara: La Nena. Con ceñido vestido de lentejuelas y grandes plumas en la cabeza, la mujer veía acentuada su alargada y esperpéntica silueta (“¡Qué bella, parece vela!”, le decía Tin Tan en españitaliano). Sentada al piano, luego de que el maestro la había despojado de pulseras y collar “para que no le pesen al tocar”, empezaba a cantar un aria operística (“Sempre Libera”, de La Traviata de Giuseppe Verdi), mientras el otro se burlaba de ella a sus espaldas (con risas de sorna que llevaban el compás de la música) y trataba vanamente de encontrar el momento propicio para golpearla en la cabeza. Luego él se sumaba a la pieza, en un dueto hilarante, e intercalaba en la letra la palabra “flaca”, a lo que ella respondía, sin perder la melodía y casi imperceptiblemente: “flaca y sabrosa”). Al final, ambos se enfrascaban en un enloquecido duelo de agudos que derivaba en literales cacaraqueos y en un fallido intento de ahorcamiento que Tin Tan trataba de disimular con entusiastas exclamaciones: “¡Maravilloso, canta usted como un ruiseñor! ¡Es usted un canario! ¡Es usted un cenzontle! ¡Es usted un verdadero chichicuilote!”.
Todo culminaba de la manera más surreal, con ambos personajes bailando con fe un irresistible mambo.

Alias Fannie Kauffman
Vitola nació el 11 de abril de 1927, en Toronto, Canadá. Sus padres, los Kauffman Weiner, la bautizaron con el nombre de Fannie y al poco tiempo la familia emigró a La Habana, Cuba, donde viviría durante cerca de dos décadas. Fue ahí donde la pequeña comenzó su carrera artística. Empezó a estudiar canto a los ocho años, pues su sueño era convertirse en una diva de la ópera. También estudió danza clásica, pero pronto descubrió que le gustaba la actuación y debido a su natural simpatía, lo que más se le facilitaba era la comedia. En 1938, sus papás la llevaron a hacer una prueba para un nuevo programa de radio que se llamaría La escuelita diaria. La talentosa chiquilla se quedó con el papel principal, al lado de dos famosos cómicos habaneros: Agapito y Timoteo.. Fue en esa emisión que ella adoptó el sobrenombre de Vitola, que era una marca muy prestigiada de puros cubanos.
Todo parecía indicar que Fannie iniciaba una prometedora carrera en Cuba. Sin embargo, en 1946 sus progenitores decidieron mudarse a México.

Adelante, mi chiflido
Instalados en el Distrito Federal justo al inicio del sexenio alemanista, los Kauffman apoyaron a su hija para que siguiera en la carrera actoral, ya que la idea de ser cantante de ópera había sido desechada por la propia joven de diecinueve años, debido a que –según comentaría ella misma muchos años después- “por mi delgadez y mi cara, la gente se reía de mí; no por no saber cantar, sino por mis gesticulaciones que provocaban la carcajada”. Fue así como, en ese mismo 1946, pudo realizar un pequeño papel en la cinta de Ramón Peón Se acabaron las mujeres, al lado de Miguel Bermejo y Rosita Fornés. El impacto de la delgadísima actriz en aquella gris película fue prácticamente nulo y prefirió refugiarse en los escenarios teatrales, mismos que le eran más familiares. Fue por ese entonces que contrajo matrimonio con el diplomático mexicano Humberto Elizondo Alardine, quien se enamoró de ella y la cortejó hasta llevarla al altar. Contaba Vitola que una vez, al salir de una función, “(Humberto) me fue a ver al camerino y me dijo: ‘La invito a cenar’. ‘Pues vámonos, le respondí’. Era yo muy aventada. Luego nos seguimos viendo y viendo hasta que de pronto me afirmó: ‘Me quiero casar contigo’. Nos casamos y en seguida nació mi primer hijo (quien se convertiría en el actor Humberto Elizondo)”.
Tres años más tarde, mientras participaba en una obra cómica en el teatro Arbeu, alguien llegó de incógnito a verla. Ella no podía imaginar que mientras actuaba en el tablado, desde un palco era mirada por los ojos atentos de uno de los actores más populares del México de los años cuarenta. Al día siguiente, un representante de Germán Valdés, el famoso Tin Tan, se presentaba ante Vitola con el fin de ofrecerle un contrato para la próxima película del cómico. Era 1949 y la actriz quedó ligada al proyecto de El rey del barrio, en el cual su personaje –la ya mencionada Nena- se enamoraba de Tin Tan (quien le ponía motes como Libélula o Mi chiflido), pero éste sólo la usaba para sacarle dinero (y decirle cosas como “qué diantre de lagartija tan avorazada y tan mal alimentada”) y luego la dejaba por su Carmelita (Silvia Pinal). Sin embargo, Vitola –es decir, La Nena- obtenía un premio: se casaba con El Carnal Marcelo y procreaban a un par de gemelitos.

Envenenada con champán
En total, fueron veintidós las cintas en las cuales Vitola alternó con Tin Tan. De entre ellas, cabe destacar a algunas como ¡Ay amor, cómo me has puesto! (1950, en la que la actriz aparecía como una traficante embaucadora), El vizconde de Montecristo (1954, en la que salía en el papel de asistente personal del vizconde) y Los líos de Barba Azul (1954, en la que hacía de una cantante de ópera a quien su marido envenenaba con champán). También participó en otras películas tintanescas como Viaje a la luna (1957), El fantasma de la opereta (1959), El tesoro del Rey Salomón (1962), Tin Tan, el hombre mono (1962) e incluso en Las tarántulas (1971), de la serie de filmes sobre Chanoc en los que participó un Germán Valdés ya en decadencia.
Vitola formó parte del sólido equipo de actores y escritores que Tin Tan mantuvo con él a lo largo de varios años, especialmente cuando colaboró con el realizador Gilberto Martínez Solares. Además de la actriz, en dicho staff estaban también el actor y gran guionista Juan García El Peralvillo, el actor y luchador Wolf Ruvinskis, el actor cómico Joaquín García Borolas, el extraordinario actor enano René Ruiz Martínez Tun Tun, así como Ramón Valdés (hermano del propio Germán) y, por supuesto, el entrañable Marcelo Chávez.

Más allá de Tin Tan
A pesar de su estrecha relación con Tin Tan, Vitola hizo una carrera que incluyó teatro, televisión y cine con otros directores y actores. Así, participó en cintas como También de dolor se canta (1950) de René Cardona, al lado de Pedro Infante y Óscar Pulido, en la que daba vida a la esposa cómicamente histérica de éste y madre de aquél; Miradas que matan (1954) de Fernando Cortés, al lado de Adalberto Martínez Resortes, otro de sus grandes amigos de vida; Club de señoritas (1955) de Gilberto Martínez Solares, con parte del equipo de Tin Tan pero sin Tin Tan (la estrella era Joaquín Pardavé); El hombre de papel (1963) de Ismael Rodríguez, drama con Ignacio López Tarso en el que Vitola interpretó a una madura prostituta; Lola la Trailera (1983) de Raúl Fernández, con la inefable Rosa Gloria Chagoyán. La última cinta de las cerca de cuarenta en las cuales participó Fannie Kauffman fue la más bien lamentable Metiche y encajoso (1989) de Alejandro Todd, al lado de Luis de Alba y Edna Bolkan.
Con tres matrimonios y tres divorcios a cuestas que le dieron cuatro hijos (los dos más jóvenes murieron en 1987), Vitola decidió dejar la actuación por completo al cumplir los setenta y dos años, en 1997. Casi toda su fortuna (incluidas dos mansiones) la perdió en el poker y al final sólo se quedó con una casa en la calle de Uxmal, en la colonia Narvarte, donde pasó sus últimos años. Ahora que ya no está, quedan sus películas y el grato recuerdo de una mujer que dio a la gente algo que muy pocos pueden darle: la posibilidad de reír.
Como diría Tin Tan: ¡diantre de lagartija!

*Publicado esta semana en la revista Milenio Semanal No. 593. De venta en puestos de periódicos y locales cerrados.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Con la pena me atrevo a decir que esta señora fué la mejor actriz en cuanto a comedia, lo tenía todo, simpatía, histriónica a más no poder, sabía cantar, tenía educación y muchas otras cosas más que ya quisieran muchos de los pseudo-artistas que se encuentran a diario en nuestra televisión y cine mexicano, Vitola sigue siendo una de los GRANDES TALENTOS que méxico tuvo y aunque ya no esté con nosotros de carne y hueso, su talento navegará en el inconsciente colectivo de nuestra nación, hasta me atrevo a asegurar que esta señora es un ícono de nuestra cultura popular. Gracias Don Hugo por darle espacio en su blog a esta grande de la actuación, yo se lo agradezco de todo corazón.

Mario Sepülveda dijo...

Me chocan estas cosas pero, ¿no es Rosa Gloria Chagoyán?... es que leo Rosa María y me suena a albur, jojo.(

Elis D. dijo...

Lola la trailera, se llama Rosa Gloria Chagoyan no Rosa Maria, que como se eso, ya ves, esos datos inutiles que solemos guardar para siempre, ni pex!

sentido pesame, una mas pa'l limbo una menos aca, alla seguira bailando mambo con movimientos extraños y harto graciosos a lado de Tin Tan.

Saludos!!!

Hugo García Michel dijo...

Rosa Gloria, es cierto. Ya está hecha la corrección. Muchas gracias. Saludos.

Anónimo dijo...

En tu desaparecida revista asegurabas que nunca ibas a tener a monsiváis como colaborador y muchos te lo festejaron, pero ¿para qué ibas a invitarlo si glorificas a las mismas figuras que él? germán valdés, vitola, mauricio garcés... sólo te falta piporro y sara garcía. Te dices muy amante del rock extranjero, pero sigues cifrando tu hagiografía en esas figuritas cinematográficas infladas por monsiváis.

judith dijo...

Es una pena que se vayan las verdaderas actrices pero todo cumple un ciclo. Y como diría mi abuelita..ya no las hacen como antes.Ahora cualquier chica bonitilla se siete estrella, ni modo, parte de la mercadotecnia que no ve el talento si no la manera de hacer dinero. Muy buena retrospectiva de la vida artístistica de esta gran actríz.Sin duda una de las mejores en su género, supo sacarle el mejor provecho a su apariencia sin dejar a un lado sus dotes de buena actríz. Y por cierto, leyendo el comentario anónimo, me atrevo a opinar que aún que nos guste el rock no dejamos aun lado nuestras raíces, y jamás dejaremos de admirar el talento de lo nacional. un abrazo Don Hugo.