viernes, 19 de septiembre de 2008

París, día 11 (De La Concergerie a una cena afable)


Por la mañana escribí y envié mi columna para Milenio Diario. Luego nos fuimos a La Sorbona pero no pudimos entrar, ya que entre semana está prohibida la entrada de turistas. Nos conformamos con tomarnos fotos a la entrada (como en la que se ve a Paulina sentada a los pies de la estatua de Auguste Compte, el padre del positivismo..., aunque ella fue tan negativista, je) y desayunar en un cafecito adjunto. De ahí, nos lanzamos a nuestro último recorrido del viaje por el Boulevard Saint Michel (cuánto me gusta caminar por ahí) y luego cruzamos hacia la Ile de la Cité, con el fin de conocer La Concergerie. Vaya lugar impactante. Un viejo castillo gótico que durante la Revolución Francesa sirvió como prisión para los más disímbolos personajes: desde Maria Antonieta hasta Robespierre (ambos estuvieron encerrados ahí antes de ser llevados a la guillotina). En la librería del lugar compré la biografía en francés de Marie Antoinette, por Stefan Zweig, y un par de curiosidades. Paulina adquirió una Declaración de los Derechos del Hombre (en francés también) para su hermano Óscar.

Salimos y nos fuimos a pie hasta el fabuloso y laberíntico Le Marais, hoy el barrio gay -y de la moda más exclusiva- y antes el barrio judío de París. Sus calles sinuosas son muy diferentes a las del resto de la ciudad, tanto así que el metro no cruza por dentro de sus límites. Quisimos entrar al Museo Picasso, pero estaba cerrado y nos "conformamos" con la casa de Víctor Hugo, frente a la preciosa y arbolada Place des Vosges (la foto en la cual aparezco aquí me la tomó Paulina en un parquecito cercano al museo picassiano). De ahí caminamos calle abajo (por la Rue des Francs Bourgeois y la Rue Rambouteau) hasta el Centro George Pompidou, para comer hot dogs a la francesa (con bagette), sentaditos en la explanada trasera del museo. Todo había transcurrido con una calma inédita y muy disfrutable. Regresamos a descansar al hotel y por la noche nos fuimos a la Torre Eiffel para subir a la misma, pero no pudimos hacerlo y optamos por un recorrido nocturno en un bateau mouche por el Sena. Fue muy bonito, a pesar de la seriedad de Paulina, quien no sonreía ni en defensa propia. Sin embargo, al final me dijo que le había encantado.

Eran cerca de las once de la noche y a esa hora tomamos el metro rumbo al extremo sur, a la zona de Ivry-sur-Seine, para cenar en la casa de mi sobrina Fernanda. Fue una cenita más que cordial y agradable. Estuvieron también Jean Marie, Sofía (amiga mexicana de Marifer y estudiante de La Sorbone) y su chavo Arnaud, Alice (la linda hermana de Jean Marie) y la pequeña Mathilde. Nos trataron de maravilla y cenamos muy rico. Salimos pasada la una de la mañana. Arnaud y Sofía (quienes viven en Neuilly-sur-Seine, cerca de Levallois Perret, nos dieron un aventón que cruzó de punta a punta la maravillosa urbe). Nos despedimos y nos pudimos dormir sin broncas o tensiones. Nada mal para nuestra última noche en el hotel Du Globe.

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