lunes, 25 de agosto de 2008

Los giros negros de Enrique Serna*


“La política cultural de México es como
la cereza de un pastel que no existe”.


Por Hugo García Michel y Paulina Chávez Vera

En su más reciente libro, Giros negros (Editorial Océano, 2008), el escritor Enrique Serna reúne varios artículos publicados en diferentes medios a lo largo de los más recientes diez años, textos que dan fe, con amenidad, ironía y sabrosura, de los cambios que ha sufrido (nunca mejor usado este verbo) la sociedad mexicana en aspectos tan aparentemente nimios pero tan trascendentes como la vida nocturna, la cotidianeidad, la televisión, el cine y otros vicios virtuosos. Con el también autor de El miedo a los animales y El orgasmógrafo es la siguiente charla a tres voces.

En Giros negros retratas una época que aunque es cercana, al mismo tiempo se mira lejana, por la cantidad de cambios que ha habido en México a lo largo de esta última decada.
Los textos reunidos en el libro van de 1997 a 2007, más o menos. La primera sección se refiere a los giros negros de la vida nocturna. Creo que en ese terreno ha habido un retroceso. La vida nocturna que me tocó conocer en los años setenta era más humana, más placentera, con menos peligros que en la actualidad. Particularmente me refiero a los tugurios que era lo que yo más frecuentaba. En aquella época, aún había muchos cabarets de burlesque que permitían cuando menos tener cierto trato social. Uno platicaba con las vedettes, había variedad; eran mucho más divertidos que los antros de table dance de hoy que son muy decepcionantes y están muy deshumanizados. Esto no lo digo como un moralista, sino -al contrario- como un cliente bohemio. Este viraje es muy lamentable, pero me temo que es irreversible, porque los clientes que van ahí, que son en su mayor parte jóvenes, no conocieron los tugurios de antes y se conforman con lo que les dan y por tanto esto va a seguir empeorando.

En tu novela El miedo a los animales la coprotagonista de la historia es una teibolera y ahí no hablas tan mal del ambiente de los table dance.
No, en El miedo a los animales la protagonista es una vedette del viejo estilo, no una teibolera. Incluso hace un número con un cigarro y fuma con salva sea la parte. Al contrario, en ese libro ella empieza a sentir la competencia de las teiboleras que ya llegan en ese momento a los antros y que están desplazando a mujeres como ella que ya tiene más de treinta años. Porque las teiboleras generalmente son mucho más jovencitas.

¿Por qué te parecen más atractivas las prostitutas con ese aire melancólico que las cínicas de ahora?
No es tanto una preferencia personal. En el libro me refiero más bien a la atmósfera que tenían los antros en la época de los grandes compositores de boleros en México, la época de Agustín Lara, Luis Alcaraz, Álvaro Carrillo. Por ejemplo, el tugurio de La Bandida, a donde llegaban estos compositores. En tiempos de Lara, los boleros prostibularios estaban prácticamente creando un arte de amar que luego adoptaron las personas “decentes”. Porque en esa época, hasta la señora más respetable hubiera querido secretamente que la llamaran aventurera o perdida. Ese tipo de sentimientos nació cuando el artista bohemio tuvo la ilusión de redimir a aquellas prostitutas y eso es algo que en las actuales condiciones noctámbulas difícilmente puede existir. Se ve en las letras pasteurizadas de Armando Manzanero, quien siempre me ha parecido un sobrevalorado. Es como toda la trova yucateca: boleros de manita sudada. También lamento mucho que se esté abandonando a la música ranchera y que de hecho esté en vías de extinción. Es una de las mutilaciones culturales más terribles que nos han pasado.

¿Cuándo se dio la transformación en las entrañas de la vida nocturna?
Por allá de 1995 o 96, a raíz del tristemente célebre “error de diciembre”. Fue cuando más se envileció la vida nocturna y se volvió más delincuencial y siniestra. Esa es mi apreciación subjetiva como noctámbulo.

En uno de los textos de Giros negros mencionas que ahora, con los frotamientos de las teiboleras sobre los hombres vestidos, los únicos felices son los encargados de las tintorerías.
Pues sí, ¿no? Realmente creo que esos bailes privados son algo un poco frustrante y no entiendo cómo se ha impuesto esa moda.

¿Cuál es el panorama social, cultural y político de los más recientes diez años en México que describes en Giros negros?
Uno bastante desolador. Porque estamos en un periodo de estancamiento, en el que el cambio democrático finalmente no llegó a cosa alguna. Hay una gran decepción que yo comparto con la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, no quise caer en un tono de cronista gemebundo, de lamento trágico, que se desgarra las vestiduras, porque eso va en contra de mi temperamento. Prefiero enfocar todos estos temas con un ánimo más corrosivo, hasta cierto punto más festivo, pues me parece que de ese modo puedo acercarme más a los lectores y tratar de sacudir la conformidad.

¿Por qué el humor le da tanto resquemor a los poderosos? ¿Por qué se espantan más con la sátira y la ironía que con una crítica “seria”?
Porque el ridículo es lo que más le duele a cualquier ser humano… Pero yo creo que el humor en la literatura tiene que brotar en forma espontánea. No es algo que se pueda forzar. Es como las ganas de hacer el amor. En ese sentido, yo nunca he tratado de ser gracioso deliberadamente. De hecho, me han ofrecido escribir libretos para programas cómicos de televisión y no he aceptado, porque la obligación de ser humorístico para mí resulta inhibitoria. Cuando estoy de vena, a veces aflora un chispazo de humor en lo que escribo. El humor tiene una función analgésica, te ayuda a neutralizar cosas de la vida social, de la vida privada, que de lo contrario podrían hacerte mucho daño. Por tanto, burlarte de ellas es una vía para exorcisarlas.

Actualmente radicas en Barcelona, ¿cuál ha sido tu experiencia de vivir por más de un año fuera de México, de qué modo ha influido en tu manera de escribir?
Bueno, estoy a punto de regresar a México. Me fui para escribir una nueva novela que ya va avanzada. Trata de tres personajes –un mexicano, un argentino y un catalán- y me ha servido mucho estar allá para desarrollar el oído y retratar la manera de hablar de cada uno. Es una experiencia curiosa, interesante, porque así como en mis novelas históricas traté de usar un lenguaje híbrido -entre el habla del siglo XVII y el habla actual, en el caso de Ángeles del abismo, o del siglo XIX, en el caso de El seductor de la patria-, aquí estoy ampliando mi lenguaje pero hacia otros puntos geográficos, como Argentina y Cataluña.

Ya que mencionas a El seductor de la patria, cuyo personaje central es Antonio López de Santa Anna, ¿cómo contemplas la situación política del México de mediados del siglo XIX comparada con la situación política actual?
Hay algo que permanece en la vida política de México: el patrimonialismo, la idea de que los cargos públicos son propiedad de quienes los ocupan. Desgraciadamente, hoy estamos viendo que esto no era privativo del PRI sino que se ha convertido en una cultura que comparten los tres partidos que se disputan el poder en este momento. Entonces, por supuesto que hay un paralelismo entre el santannismo y, por ejemplo, el salinismo. Es algo que vamos a mantener mientras no haya una oposición mucho más firme y una exigencia de rendición de cuentas.

Para regresar a Giros negros, hay un capítulo en el cual hablas sobre las familias disfuncionales y mencionas series de la televisión estadounidense de los años sesenta, como Los Munsters, en los cuales se mostraba una visión liberal de la familia, algo que se ha recuperado en la actual televisión norteamericana.
Sí, es verdad, ahí están hoy Los Simpson. Pero series de los sesenta como Los Munsters, La familia Addams o Mi marciano favorito por lo menos predisponían al niño televidente a la aceptación de lo diferente, de lo que la ideología dominante te hacía ver como monstruoso. Si podías aceptar con naturalidad a un marciano o a un vampiro como parte de una familia, entonces también podías aceptar a un hermano homosexual. Por ese lado eran una buena escuela de tolerancia y siguen siendo un ejemplo de cómo la televisión puede tener un efecto positivo. Eso mismo creí que se podría lograr en algún momento en México, cuando fui argumentista de telenovelas en colaboración con Carlos Olmos, pero después vi la manera como se cerraban todos los espacios y se impedía a cualquiera tratar de hacer un producto decoroso.

¿Cómo ves a la televisión mexicana actual?
La veo muy mal, pero también veo muy mal a la televisión española. Es inmunda. Han llegado a grandes extremos de amarillismo, con programas que se dedican exclusivamente a la calumnia. La mercadotecnia salvaje de los medios de comunicación no se toca el corazón para embrutecer a la gente. Creo que tiene que haber una intervención estatal mucho más decisiva, como pasa en Inglaterra, con la cadena BBC. Por ahí está el mejor modelo a seguir.

Que no es el caso del Canal 22, por ejemplo…
Lo que pasa en la televisión pública de México es que como sus canales tienen presupuestos tan cortos, están confinados a hacer programas de mesas redondas, comentarios solemnes, etcétera, a los cuales la gente rehuye. Lo ideal sería que esos canales produjeran telenovelas que compitieran con las de la televisión comercial. Eso se podría lograr si hubiera voluntad, pero no la hay en absoluto.

¿Qué piensas de la política cultural actual?
Yo escribí El miedo a los animales cuando comenzaba la podredumbre de la burocracia cultural, en los tiempos del salinismo, y noto que desde entonces las cosas han cambiado muy poco. Veo, por ejemplo, en La Jornada –y no sé si en otros diarios también- un lujosísimo encarte de Conaculta, para anunciar sus actividades culturales, y me parece el típico contubernio para pasar dinero por debajo del agua. El periódico queda muy contento y ellos difunden esas actividades a las que nadie va. Vivimos un autoengaño del cual la comunidad artístico-intelectual es cómplice. La política cultural de México es como la cereza de un pastel que no existe, porque no hay el fundamento de una educación pública y el problema va a seguir mientras la maestra Elba Esther Gordillo dirija los proyectos educativos. La cultura en México es una diversión para una élite mimada hasta el empalago y que ha perdido totalmente la autocrítica.

Eres un escritor que publica con mucha facilidad, ¿te molesta que algunos te consideren como un favorecido por las editoriales y los medios, te crea algún conflicto ser tan prolífico?
Pues no, porque jamás me he esforzado por escribir más allá de mi ritmo natural. Yo nunca me he propuesto escribir de manera acelerada. Escribo cuando tengo algo que decir. Por ejemplo, no he sido un colaborador muy habitual de suplementos y revistas en los últimos diez años. Lo fui durante un periodo, cuando tenía mi columna en Letras Libres; lo fui por un lapso más corto en La Jornada Semanal y hace veinte años tenía una columna en el Sábado de Huberto Bátiz. Pero no he sido un colaborador muy asiduo de periódicos, porque no me gusta distraerme cuando estoy concentrado en una novela o en un libro de cuentos. Siempre he podido elegir mis temas, lo cual es algo que agradezco mucho a los editores, porque esto permite hacerte la ilusión de que al menos puedes aportar algo interesante. Escribir mucho puede ser perjudicial, como cuando firmas un contrato para publicar una novela al año. Eso sucede con frecuencia en España, donde a los escritores se les considera como gallinas ponedoras. Todo el aparato de mercadotecnia está diseñado de ese modo. Yo eso nunca podría hacerlo. En el momento en que sienta que nada tengo que escribir, sencillamente callaré.

*Versión íntegra de la entrevista publicada el sábado 16 de este mes en el suplemento cultural "Laberinto" de Milenio Diario.

5 comentarios:

Sonic Reducer dijo...

Mmm, siento que le faltó hondura a la entrevista... como que Serna no se esforzó para enfrentarse a su cuestionario. Eso de confundir a una cabaretera con una teibolera habla mal de los entrevistadores. Y ojo: "Huberto Bátiz" es en realidad "Huberto Batis".
Saludos.

Tsunami dijo...

Muy interesante la entrevista, sinceramente nunca lo he leído, pero me parece que me gustaría, ya que yo soy un hiperconsumidor de novelas. Eso me lleva a otras reflexiones... ya he abandonado la idea de los discos, en parte por que ya no me alcanza ni para un pirata y en parte por que en internet en los blogs, hay millones de discos hermosos que he podido bajar sin desembolsar un peso... estúpidamente pensé que podría pasar otro tanto con los libros, es decir, encontrar un lugar donde descargarlos y hacerme de aquellas novelas en particular que ni de chiste me puedo comprar, o como en el caso de los discos, bajar a ciegas cosas de las que no tenemos idea, para encontrarnos agradables sorpresas (Buffalo/Volcanic Rock, Azita/Life on the Fly) o asquerosas decepciones (Deadlock/Wolves, Unleashed/Across the Open Sea). Pero OH SORPRESA!!! aparte de que los libros son más bien limitados, descubrí que en este caso no es lo mismo que lo mesmo... indudablemente no se puede comparar la sensación de tener el librito en tus manos, llevarlo donde quieras, LEERLO EN EL BAÑO, a tenerlo que leer encadenado a la computadora. Claro que podría imprimirlo, pero mi sentido de lo estético como diseñador editorial (payaso aparte), me impide hacerlo si antes no le doy una ordenadita... ni modo, a seguir buscando en las librerías de viejo...

Sonic Reducer dijo...

Siguiendo con lo antes comentado, no me quedo con ganas de poner algunas preguntas que me han saltado al ver las respuestas de Serna. Desde luego, he tenido la ventaja de leer esta entrevista; escuchada y construida frente a frente debe ser otra cosa.

Debajo de cada cita de Serna va mi pregunta:

“los antros de table dance de hoy son muy decepcionantes y están muy deshumanizados. Esto no lo digo como un moralista, sino -al contrario- como un cliente bohemio”.
Entonces, ¿cunden los deshumanizados teibols porque la gente mantiene entre sí relaciones carentes de afecto?, ¿las relaciones, como predijo Marx, se han vuelto màs de cosas que de seres humanos?

“en tiempos de Lara, los boleros prostibularios estaban prácticamente creando un arte de amar que luego adoptaron las personas “decentes”.”
Eso suena digno de Monsiváis. Hoy nadie canta a las que bailan en un table dance, ¿el estado de la música popular está al parejo de las relaciones humanas?

“También lamento mucho que se esté abandonando a la música ranchera y que de hecho esté en vías de extinción. Es una de las mutilaciones culturales más terribles que nos han pasado.”
Pero la música ranchera ha servido para difundir esos arquetipos culturales que hoy nos llenan de vergüenza: el machismo de un lado y la abnegación del otro. ¿Perdemos mucho si ya no hay charros bravíos?

La decadencia de la vida nocturna comenzó "por allá de 1995 o 96, a raíz del tristemente célebre ‘error de diciembre’. Fue cuando más se envileció la vida nocturna y se volvió más delincuencial y siniestra.”
¿Son las devaluaciones económicas también devaluaciones en la vida nocturna? ¿Cómo estableces esa relación?


"Eso mismo creí que se podría lograr en algún momento en México, cuando fui argumentista de telenovelas en colaboración con Carlos Olmos, pero después vi la manera como se cerraban todos los espacios y se impedía a cualquiera tratar de hacer un producto decoroso."
La telenovela, dices, podría ser un vehículo cultural de alto impacto. ¿qué argumentos definen a las telenovelas de hoy? y si pudieras hacer una telenovela en este momento, ¿cuál sería la línea argumental?

"La cultura en México es una diversión para una élite mimada hasta el empalago y que ha perdido totalmente la autocrítica."
¿Qué entiendes por cultura?, ¿cultura es para ti la presencia de estrellas que eventualmente llegan al Teatro del Palacio de Bellas Artes? Si la respuesta es sí, ¿no crees que tu lectura se acerca mucho a la de esa izquierda dogmática que sólo aprueba un espectáculo si llega al Zócalo?

Saludos.

Elis D. dijo...

me quedo con la ultima respuesta del señor Serna en el comentario anterior y creo que tiene algo de cierto, los eventos culturales a nivel regional ya resultan en un aparador de vanidades, si eso es en pequeños lugares , imagine usted el resto, eso no quiere decir que no sean sustanciales, pero talvez ,el evento en si, la razon, ya no es lo primordial, eso nos llevaria a tomar en consideracion los conceptos que bien plantea en la pregunta SR ¿ Que es cultura? a que llamar cultura con los hechos que diariamente observamos?

Saludos don Hugo, buena entrevista

Unknown dijo...

Tsunami:

No entiendo como puedes dejar de apreciar el empaque, diseño, librito, colores y el olor de un disco original si lo mismo haces con un libro. Con tu formacion de diseñador (yo tambien lo soy) no entiendo como puede pasar eso. A mi me encantan los discos y los prefiero originales aunque gaste un chingo de dinero (que ni tengo) pero la calidad del sonido es infinitamente mejor que uno bajado del internet ¿no crees? aparte de todo lo que mencione del empaque

Saludos