lunes, 23 de junio de 2008

Rosa


La conocí en 1974. En octubre. Con mi familia, me había mudado en junio de ese año al departamento que con la herencia de mi abuelo paterno pudimos comprar para al fin tener casa propia. Era un condominio horizontal de los llamados duplex, en la calle de Once Mártires, en Tlalpan. Ahí llegamos mi mamá, mis tres hermanos menores y yo. Mi papá venía de vez en vez, ya que trabajaba como agente viajero en la zona del Bajío, y mi hermano Sergio vivía solo en Tepepan. Ella vivía con su marido y tres niños en una de las casitas de la entrada. Yo había leído poco tiempo atrás El rojo y el negro de Stendhal y de inmediato me identifiqué con el personaje de Julien Sorel, el joven instructor que se enamora perdidamente de una mujer casada, con hijos y bastante mayor que él, la espléndida Madame de Renal. Ya tenía diecinueve años y nunca había tenido novia. Era demasiado tímido. Pero estaba seguro de que la mujer para mí tendría que ser de mayor edad que la mía. Tal vez eso fue un factor para que me enamorara de Rosa. Era un amor platónico. La miraba de lejos, sin esperanza alguna, pero me hacía mil ilusiones en la cabeza. Entonces ella se mudó de ahí, apenas en agosto, y creí que todo se acababa. Se fue con sus hijos y otras personas de su familia a una comuna cercana a Xalapa, Veracruz. Una circunstancia hizo que, sin embargo, regresara al DF en septiembre. Se hizo muy amiga de mi hermana Myrna, quien sabía que yo estaba loco por aquella hermosísima mujer de veintiocho años. Entonces la conocí, el 15 de octubre, con el pretexto de que le daría clases de guitarra. Un mes y medio pasó y el 25 de noviembre me atreví a confesarle mis sentimientos y ella me aceptó. Ya tenía a mi propia Madame de Renal. ¿Su marido? Andaban muy mal y él se fue de la casa para más tarde divorciarse. Estaríamos juntos durante casi dieciocho años. Vivimos ocho en amor libre y en 1982, cuando tuvimos a nuestro primogénito Mario Alain, legalizamos la situación y nos casamos por lo civil (algún día contaré los muy peculiares detalles de ese casamiento). Luego pasó una década más (en 1987 nació Jan Sebastián) y en 1992 nos divorciamos por situaciones que no voy a revelar aquí. Actualmente, a dieciséis años de distancia de nuestra separación, somos muy buenos amigos y nuestros hijos agradecen que estemos bien. Hoy es su cumpleaños y lo celebró en su casa, con todos sus hijos (los tres de su primer matrimonio, con quienes ya tiene cuatro nietos, y los dos que tuvo conmigo). Hablé por teléfono con ella para felicitarla. Por lo aquí escrito y por otras cuestiones más, es una de las tres mujeres más importantes de mi vida. Sin duda.

2 comentarios:

Cecilia Guadarrama dijo...

Qué historia tan chingona.
Saludos y felicidades a Rosa.
Y sobre el oso... ¡ponle Pablito!
jajajaja
Un abrazo.

Arturo J. Flores dijo...

Cuesta trabajo llevarse bien con la ex esposa y considerarla tu amiga.
Yo también lo logré y me siento orgulloso de ello.
Salu2 ex boss