martes, 26 de febrero de 2008

Dylan en tres actos


THE TIMES THEY ARE A-CHANGIN´
Siempre he sido un admirador de Bob Dylan. Lo admiro como compositor, como poeta, como hacedor de grandes canciones, como revolucionario del arte y de la cultura del siglo veinte. Tengo la mayor parte de sus álbumes en vinil y algunos en disco compacto. Sé tocar y cantar varias de sus composiciones. Cuando tenía yo quince años, un día me aprendí íntegra, de memoria, “Like a Rolling Stone” y aún recuerdo la letra en su mayor parte. En 1971, a mis dieciséis primaveras (nací un 26 de marzo, en plena primavera), formé parte de un cuarteto (dos guitarras acústicas y cuatro voces: dos femeninas y dos masculinas) y teníamos una versión muy ligera, casi bossanovesca, de “Blowin’ in the Wind”). Tal vez por ese bagaje y ese gusto por Dylan es que yo esperaba que el de hoy, en el Auditorio Nacional, fuera un concierto histórico, entrañable, cálido, inolvidable. Parece que a muchos de los presentes (como a mis hermanos del alma Fernando Rivera Calderón, Claudia Sánchez y Verónica Maza) les pareció así. No a mí. No diré que me decepcionó propiamente. Pero la actuación de este hombre cercano al mito y la leyenda me resultó fría, mecánica, rutinaria, monótona. Incluso la banda que lo acompañó (que no era The Band, por supuesto) me pareció regular, plana, digna de un buen bar de Memphis o de Chicago, pero nada más. Sé que mi opinión es discordante con la de la masa que lo aplaudió con estruendo cuando al final cantó “Como una piedra que rueda” (para mí, sin embargo, el mejor momento fue cuando interpretó “When the Levee Breaks”, el viejo blues de Memphis Minnie al que Dylan le varió el título -“The Levee’s Gonna Break”- al añadirle una parte de letra y que aparece en el Modern Times de 2006). Sé que la mayoría no estará de acuerdo conmigo, pero yo así lo vi y así lo sentí. Me faltó la emoción del maestro Zimmerman.


JUST LIKE A WOMAN
Para mi fortuna, ella fue conmigo al concierto. Nos encontramos a las siete y media frente al Auditorio Nacional. Ella llegó primero. Pasamos el filtro de prensa y ya adentro saludamos a Pepe Návar y los suyos. Nos tomamos un refresco y llegamos a nuestros lugares. Dado que ella no conoce la obra de Dylan, temí que se aburriera. No fue así (creo que musicalmente me aburrí más yo) y la pasó muy bien, lo cual hizo que yo en ese sentido también la pasara muy bien. Al terminar, nos topamos con Claudia y Fernando y salimos juntos. Nos despedimos de ellos y fui a dejarla a su casa en Metro (no hubo forma de abordar un taxi decente), en un recorrido kafkiano con tres trasbordos. La dejé en su destino y me regresé hacia la colonia Condesa, para llegar al Black Horse, donde me reuní con Fer, Claudia, Vero, Jatchen y Fabián. Se suponía que M estaría allí, pero no llegó. Pasamos un buen rato, con buen acompañamiento de jazz en vivo (Diego Marotto estaba tocando y pude saludarlo afectuosamente). Con Verónica hablé de algo para mí muy importante y todo resultó perfecto. Salimos a las dos de la mañana y Vero y Jatchen me dieron un aventón hasta aquí. Debo decir que a esas horas y por diversos motivos me sentía muy feliz.


BALLAD OF A THIN MAN
Hacía varios años –literalmente- que no asistía a un concierto en calidad de “periodista acreditado” y, por tanto, confinado a la zona de prensa. Fue como un viaje al pasado, cuando acudía a todas las tocadas que organizaba Ocesa y me topaba con la misma gente, esos oxidados reporteros de rock y de espectáculos que jamás faltan a un “evento”. Hoy volví a toparme con la mayoría de ellos. Qué extraña regresión. Pero hubo una anécdota que narrar. Aún no comenzaba el recital, todavía estaban poco pobladas las tribunas y platicaba muy a gusto con mi acompañante. En eso, vi que por la fila seguiente a la nuestra se acercaba un señor con todo el tipo de hippie quedado y medio anciano, sombrero woodstockiano incluido. Se quedó casi frente a nosotros y se puso a charlar con una pareja. Entonces, noté que ella, mi preciosa acompañante, hacía esfuerzos denodados para no reírse. Le pregunté que qué le pasaba y me dijo que nada. Pero otra vez comenzó a ganarle la risa y ante mi insistencia, se acercó a mi oído y muy quedito me dijo, en clara referencia al jipiteca quedado: “¿Ya viste quién es?”. No lo pude reconocer. Ella añadió entonces: “Es el que mataste en tu novela”. ¡Por supuesto! ¡Ahí estaba! ¡El mismísimo Günter Einzensberger de "Matar por Ángela" redivivo! Qué cosa más loca. Bueno, se trataba del mismo güey en quien me inspiré para crear al personaje de Günter. Sólo una vez en la vida lo había visto antes, hace más de diez años, justo como lo narro en la primera escena en la cual él aparece en mi novela. Qué risa. Él supuesto Günter no me conoce físicamente (o eso creo), porque no pareció reparar en mí. De pronto, súbitamente, hizo su arribo Patricia Peñaloza, quien me barrío con la mirada y no se dignó a saludarme (y de seguro, al ver a mi compañera, reafirmó su idea de que soy un tipo degenerado que sale con jovencitas). Casi en seguida llegó Pablo Espinosa (quien sí nos saludó) y entonces ella y yo nos dimos cuenta de que -¡horror!- estábamos sentados junto a puros miembros de "La Jornada". Qué pinche Karma.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, ha de haber parecido horrible haberse encontrado con puros Jornaleros. Yo fui a los dos conciertos y también me topé con la clásica guardia rocanrolera:

Oscar Sarquiz, Pepe Navar, Cesar Aguilera, Julia Palacios, David Cortés, Chava Rock, Juan Villoro, Toño Malacara, Victor Roura, etc, etc, o sea, los mismos de siepmre, más los nuevos chavos que ahora son los nuevos enviados del "periodismo rockerito".

Miriam Canales dijo...

...yo sólo vi a José Hernández a quien saludé, pero que bueno que piensas que el concieeto fue mecánico y plano, porque coincido con eso.

Anónimo dijo...

¿Qué pinche suerte? ¡Qué pinche suerte deben haber dicho muchos... no sólo usted!

Anónimo dijo...

¿La peñaloza? ¿La misma degenerada que se siente quinceañera a sus treinta y muchos años y escribe letritas muy pobres y estupidas para su banda de adolescentes maduros?

Unknown dijo...

Afortunadamente la Peñaloza ya no escribe en la mosca... uff!! que pendejadas escribia eh!!

Anónimo dijo...

la peñaloza no era la escuincla boba que cuando tocaba se ponía un salvavidas, para verse peor que los de rbd?. Jajajajajajajajajajajajajaja

Anónimo dijo...

¿Frío y mecánico? Achis... para la próxima a ver si trae pirotecnia o aprende, al menos, a decir: ¡Buenas nocheeees Mexiiiiicoooou!"
¡Es increínle que don Robert tenga más de 40 años en el bisne este de la música y aún no tenga el colmillo para prender al respetable!
Mal, muy maaaal.
Arturo.

Decireves dijo...

Tiene broncas con la Peñaloza y por eso ya no escribe en La Flai?...Me caia muy mal cuando se aventaba sus Freakziones .ahh!! pero que tal cuando se aventaba esas mega reseñas de conocidos rocanroleros de cepa extranjeros?? ahi era el buen pedo esa mujer...lastima que termino ese idilio periodistico...aunque tambien su grupo dejaba mucho que desear...

Dejense de mamadas y no repitan lo que otros dicen por quedar bien con don HGM...a pesar tambien de don HGM..

Daniel Franco dijo...

¡Órale! Se pone rudo el ambiente cuando se trata de Patricia Peñaloza. Este texto me hizo pensar un poco en porqué ya no escribe en La Mosca en la Pared. No diré nada sobre ella ni su música, pero sus reseñas a mi no me gustaban (la que hizo de la primera visita de Pearl Jam estuvo muy mal a mi parecer). Y Freakziones no era mi sección favorita tampoco. En Fin.

Anónimo dijo...

no es el mismo caso con susy Q, fernando rivera, anna stephens o si?

bueno de fernando no creo, ja

esperamos ver crecer a la mosca, si, un poco mas..