viernes, 11 de enero de 2008

Irma Olivia


No fue la primera niña por quien me sentí embelesado (antes estuvieron atracciones platónicas como las de Conchita Bellot –a mis nueve años; ella tenía once o doce-, Patricia Medina –a mis doce-, Beatriz Santana –a mis trece- y la preciosa Leyla Islas Sahid –a mis trece también). Sí fue, sin embargo, el primer gran amor de mi vida (aunque platónico también). La vi por primera vez –hasta recuerdo la fecha- el 12 de diciembre de 1969, en el parque Morones de la colonia Toriello, en Tlalpan. Ella tenía doce años y yo catorce. Fue mi primer caso de amor a primera vista. Irma Olivia Larios Alzúa vivía enfrente de aquel parque. Era una jovencita de clase media alta, de tez morena, nariz respingada, facciones finas, cuerpo hermoso y piernas portentosas. Me enamoré de ella irremediablemente y duré tres largos años prendido a su persona, tres años en los cuales acudí al parque casi a diario. Ahí me reunía con un grupo de amigos que fue creciendo y cambiando a lo largo de ese tiempo y entre los cuales estaba uno de mis mejores cuates de toda la vida, casi mi hermano (hasta la fecha), Adolfo Cantú. En ese lapso me hice músico y escribí muchas de mis primeras canciones. Pero era Irma el motivo central para que yo acudiera al parque y fue ella mi primera musa (le compuse más de noventa temas). No recuerdo quién me la presentó por fin, pero cuando estaba a su lado me turbaba tanto que casi no podía hablar. Era yo el tipo más tímido que se pueda concebir y ella era una niña muy altiva y segura de sí, lo que me hacía titubear y sonrojar aún más en su presencia. Llegué a darle clases de guitarra por un breve tiempo, pero luego cometí dos errores que resultaron fatales para mí y todo se acabó (aunque debo admitir que no tenía la menor posibilidad de andar con ella). Dejé de verla durante treinta años y me la volví a encontrar en abril de 2004, en la ciudad de París, Francia, donde ella vivía con su familia y trabajaba en la Casa de México. Se había casado varios años atrás, su marido -Mario- es mayor que yo y tienen cuatro hijos. Irma siempre trabajó en el Servicio Exterior Mexicano. No contaré cómo fue que di con ella en la Ciudad Luz (sería largo de narrar). El caso es que la localicé y me invitó a comer cerca del suntuoso barrio parisino de Le Marais. Fue muy extrañó volver a estar a su lado, luego de tres décadas. Ella tenía dieciocho años la última vez que la vi y en París ya tenía cuarenta y ocho. Estaba cambiada, claro, aunque la voz era la misma que yo recordaba. Platicamos muchísimo, nos pusimos al tanto de lo que habían sido nuestras respectivas vidas y fue realmente muy grato recuperar su amistad. A los pocos meses regresó a México por una temporada y hasta asistió con su esposo a la fiesta de mi cumpleaños número cincuenta (ver foto) y fue a ver a Los Pechos Privilegiados al Black Horse. Actualmente vive y trabaja (es cónsul de la representación mexicana) en Nueva York. Irma Larios, el primer gran amor de mi vida, quien hoy, 11 de enero, cumple cincuenta y un años de vida.

1 comentario:

Javier Angulo dijo...

Saludos Hugo, disculpa que me desvíe del tema pero tengo algo qué contarte. Resulta que durante los últimos meses he utilizado tu blog como guía para saber cuándo ir a comprar la Mosca. En cuanto veo el post con la portada del mes, sé que ya puedo ir a buscarla. No te creas, también me gusta leer los otros temas que pones aquí. Lo que se me hace raro es que ya estamos a mediados de enero y no has posteado nada de la nueva Mosca. ¿No la han publicado?