viernes, 28 de diciembre de 2007

Mi padre


Se llamaba Juan García, el nombre más común entre los nombres. Juan Rubén García Ayala, nacido en Mixcoac, DF, el 2 de enero de 1921. Hijo de Emiliano Celso García Estrella -Diputado Constituyente por el Quinto Distrito del Estado de Sinaloa, en la legislatura que en 1917, en la ciudad de Querétaro, nos dio la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos- y de Guadalupe Ayala de García –una mujer de gran temperamento, con un carácter idéntico al de la Sara García de "Los tres García". Emiliano y Guadalupe, ambos oriundos de El Fuerte, Sinaloa, fueron mis abuelos paternos; Juan, su segundo hijo, fue mi padre. Exactamente hoy, 28 de diciembre, se cumplen dieciséis inviernos de su fallecimiento, acaecido en 1991, cuando le faltaban cinco días para cumplir setenta y un años de edad. Murió de diabetes, luego de una penosa agonía. Pienso que si hubiera tenido la voluntad de cuidarse, aún estaría físicamente entre nosotros. Pero fue un hombre que gozó amplimente de su vida; tal vez con cierta irresponsabilidad bohemia, pero la supo disfrutar a plenitud, salvo quizá los dos últimos años, cuando la enfermedad lo alcanzó de lleno y lo hizo sufrir en demasía. Hoy no sólo lo recuerdo con profundo amor y alegre nostalgia, sino que lo percibo muy cerca de mí. En verdad, siento que mi papá, en espíritu, me acompaña, me protege, me ayuda, y esto lo vengo sintiendo desde hace precisamente un año. Ese día, el 28 de diciembre de 2006, por la noche, en el Ruta 61, Los Pechos Privilegiados tuvimos nuestra última tocada del año. Nos la dieron casi de rebote, porque intempestivamente esa fecha quedó vacante. El padre de Demetrio García, mi baterista, había fallecido en septiembre y antes de cantar “Los tiempos tristes”, dije algunas palabras ante el público que llenaba el bar. Hablé del papá de Démex y luego del mío. Dije que ese día cumplía tres lustros de haber partido y que quería recordarlo muy especialmente. Comenté que no me heredó bien material alguno, pero que en cambio me había dejado tres cosas invaluables: su sentido de la ironía (nunca he conocido a alguien más sarcástico, hasta tuvo la puntada de morirse en pleno día de los inocentes), su amor por la música y su amor por las mujeres. Luego dije que el 2 de enero se conmemoraba su natalicio y que justo ese día, ya en 2007, empezaríamos a grabar el disco de Los Pechos. Así sucedió y aunque ha caminado lento, el disco va ya muy avanzado. El caso es que a partir del 28 de diciembre de hace un año, las cosas cambiaron radicalmente para mí, muy en especial en lo concerniente a mi suerte con las mujeres. Por principio de cuentas, fui capaz de superar un enamoramientro de siete años que parecía no tener fin. Luego, con el transcurrir de los meses, pude poner en práctica con varias mujeres mis teorías de los amigos-amantes (algo que por fortuna sigue sucediendo). Jamás tuve tantas amigas como ahora y sobre todo tanto cariño de la mayoría de ellas. Por si fuese poco, conocí a una buena cantidad de mujeres maravillosas y sigo conociendo a más. Por supuesto que fue en estos doce meses que me topé con mi queridísima L y, sobre todo, con mi amadísima P, con quien las cosas adquirieron una dinámica distinta que no sé en qué, en dónde, cuándo y cómo va a terminar, pero que –estoy cierto- a lo largo del 2008 tendrá momentos culminantes y trascendentes, para bien o para mal (o para bien y para mal). Yo estoy convencido de que, desde donde se encuentra, mi padre puso a P en mi camino (es justo su tipo de mujer). ¿Por qué, para qué? No lo sé. Sólo el tiempo y el destino lo dirán. Por lo pronto, en el concierto de ayer de Los Pechos Privilegiados volví a hablar de mi papá, de ese Juan García a quien amé y a quien amo entrañablemente. De uno y muchos modos, siento que renové esa especie de convenio que él y yo tenemos y que espero se extienda por muchos, muchísimos años más. Mon pere, je t’aime.

(EN LA FOTO, MI PAPÁ Y YO, POSIBLEMENTE EN 1956)

1 comentario:

Miriam Canales dijo...

Que bonito texto, la verdad...