jueves, 4 de octubre de 2007

La luz por una rendija


La tormenta comienza a amainar. Al menos eso parece. Las nubes negras tienden a alejarse y un ligero pero al fin y al cabo luminoso rayo de sol asoma entre la espesa grisura. Noche de cabaret en El Vicio. “Cuando el cajero nos alcance” la obra, con Marisol Gasé y mi hermano Fernando Rivera Calderón. Llego a las nueve de la noche al lugar. P quedó de llegar a las nueve y cuarto. Espero afuera y aparece Fernando. Charlamos un rato. Vienen buenas cosas para él y me alegra escucharlo. Se acerca a saludarlo una pareja y me los presenta. Lourdes y Óscar. Finalmente el Fer se va al camerino para prepararse y yo me quedó con las dos personas. ¿Te acuerdas de mí?”, me pregunta ella. Le digo que francamente no la reconozco. “Soy Lourdes Gómez, nos conocimos en Ocesa hace muchos años”. Claro que la recuerdo. De inmediato. Era la jefa de prensa de esa empresa. Ahora ella y Óscar (Dávalos, su esposo) tienen su propia compañía de representación y relaciones públicas (Respuesta Comunicación). Surgieron varias posibilidades, sobre todo para tocadas de Los Pechos Privilegiados. Intercambiamos tarjetas y quedamos en llamarnos. Muy bien. Pasan de las nueve y media y nada de P. Temo que no venga. Llega la espléndida Laura Vázquez con una amiga. Nos saludamos cordiales. Decido entrar para hacerme de una mesa. Apenas me siento, arriba P. Me da un gusto enorme verla. Se disculpa por la tardanza, pero no hay problema. Platicamos. Se ve preciosa. La obra empieza poco antes de las diez. Muy divertida. Marisol y Fernando son un par de locos, así que las risas están garantizadas. Pedimos cervezas y P algo para cenar. Me da risa que siempre tiene hambre. Me encanta. Es como una niñita. Mientras tanto, Marisol y Fer de antiguos aztecas, de policías chilangos (geniales), ella como psicóloga argentina y como chava de Las Lomas, él como Javier Lozano y como Carlos Slim. La obra concluye a las once y media. Esperamos un poco y pasamos a saludar a los actores al camerino. P se cae de sueño y de cansancio. Nos tomamos una foto con ellos. Pedimos un taxi y vamos hacia el norte de la ciudad para dejarla. Todo muy bien. Disfruto enormidades de su compañía y de su plática. Siempre me hace reír con su simpatía. La dejo. Nos veremos mañana en una junta editorial. Regreso a mi casa. Estoy contento y eso es bueno... al menos para mí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me refiero a tu participación en el diario milenio del 6 de octubre. Cuando dices izquierdoso, es porque no te gusta la izquierda, te situas en la derecha. Cuando lo dices de esa manera es provocación, no hay sutileza,simplemente abordas la palabra, la ocupas, y en seguida la aproximas a la determinante, la izquierda mexicana venera a Chávez.



Pienso distinto a ti; por favor en tu próxima publicación establece con alguna "forma" en la que la izquierda mexicana venera a Chávez, si no lo haces, creo, que te situaré en aquellos que logró confundir la mercadotecnia política de la derecha, o, en su defecto eres un hombre orgánico de la derecha. Y ni hablar eres parte de la mercadotecnia política, con intenciones claras de continuar, mantener la CONFUSIÓN, entre el electorado.



Felicidades tienes una posición económica desahogada, de eso estoy seguro, por eso,participas para que el estatus no cambie.

Hugo García Michel dijo...

Estimado anónimo (es incómodo responder a quien no da su nombre). Aunque no me gusta eso de tener que definir mi filiación política, durante casi cuatro décadas he sido un hombre de izquierda, he militado en la izquierda (estuve en el Partido Mexicano de los Trabajadores), he leído mucha literatura de izquierda (algo que los izquierdosos actuales no hacen, su incultura política y su falta de ideas es alarmante) y he conocido a la izquierda real y sus entretelones. Por tanto, mi crítica a la izquierda parte desde una posición de izquierda. Eso de que si uno cuestiona a los izquierdosos (es decir, a quienes juegan a ser izquierdistas) automáticamente se vueve de derecha es un discurso maniqueo y primitivo que francamente me da flojera, porque en lugar de argumentos usa la descalificación mediante adjetivos. De que en México hay una admiración por Hugo Chávez la hay, sólo porque infantilmente (ya Lenin hablaba de la enfermedad infantil del izquerdismo) se le considera un "antiimperialista". ¿Que si soy un provocador? Bueno, si mis textos logran provocar reacciones, lo tomo como un elogio. ¿Que si tengo una posición económica desahogada? Cuando uno vive al día, no se puede presumir de eso. Vivo de mi trabajo, soy empleado y tengo patrones. Según Marx, soy un explotado. Pero he vivido y conocido demasiadas cosas como para dejar de creer en eso que hoy se llama izquierda y que en los hechos resulta tremendamente reaccionaria y antihistórica.